El verbo ‘respirar’, según la quinta definición de la Real Academia Española, implica “descansar, aliviarse del trabajo, salir de la opresión o del calor excesivo, o de un agobio, dificultad, etc”. La tercera, por su parte, establece “animarse” como sinónimo. Elijan la que elijan, cualquiera viene bien para describir lo que hicieron todos y cada uno de los integrantes del conjunto romano tras el pitido final del encuentro ante el Linense… y no me refiero únicamente a jugadores y técnico. El primer partido de la segunda etapa de Nafti era una auténtica final donde no sólo había que dar un golpe en la clasificación en cuanto a puntos (muy necesario, por cierto), sino también insuflar moral y confianza a todo el Mérida en general.

A sabiendas de la que se estaban jugando, el club emeritense fijó tres euros como precio único de entrada, acompañando esta acción con numerosas promociones más (invitaciones a escolares y a sus padres, retirada de dos entradas gratis por cada abonado…) con el objetivo de que el domingo fuese la afición el jugador número 12. Y vaya que si lo fue: unos 5.500 blanquinegros acudieron al Estadio Romano para apoyar a un equipo en unas horas más bajas que nunca.

La vuelta de Mehdi Nafti al banquillo romano había ilusionado a los seguidores mucho más de lo que se esperaba. Él mismo aseguró que el domingo habría un ambiente positivo en el estadio pero que era cuestión de los jugadores mantenerlo, y no erró en su afirmación. Tampoco mintió al informar de que habría cambios en el once en función de lo contemplado en los entrenamientos. Volvió Paco Aguza a la zaga central tras un mes lesionado, aunque nadie lo hubiese dicho tras ver el más que aceptable partido ejecutado por el montijano. Chocaba un poco la suplencia de Checa, pero lo más sorprendente fue, sin duda, el cambio de cancerbero: el cadista Álex Lázaro disputaba en la portería romana sus primeros minutos de la temporada.

Se daba por hecho que se vería (o, al menos, que se debía ver) a un Mérida intenso, ilusionado y con ganas de vencer, pero, aunque apenas se notaba en la atmósfera que se había creado en el estadio, el fantasma de la derrota aún seguía rondando por el césped. Los propios jugadores se hicieron cargo de ahuyentarlo desde el primer momento con un asedio continuo a la portería linense. Con más o menos peligro, el simple hecho de gozar de más oportunidades de las que normalmente se tenían incitaban al Mérida a crecerse, teniendo en cuenta que ya hacía tiempo que no se veía en una de estas.

Las fluidas triangulaciones, la solidez atrás e incluso algún disparo a la madera no provocaban, en cambio, la llegada del gol. Lejos de agobiarse, los emeritenses comenzaron la 2ª parte con las mismas sensaciones que dejaron en la 1ª hasta que, por fin, se hizo justicia. Germán vio puerta en el 51, y 29 minutos después lo hizo su compañero Iván Aguilar. La Balona apenas hacía acto de presencia en el campo del rival. De hecho, Lázaro no intervino demasiado en el encuentro; tan solo se pudo lucir con una parada en una jugada posteriormente invalidada por fuera de juego. Después de mucho tiempo, volvían los cánticos hacia Nafti en el Romano y, no sabemos si en consecuencia, también volvía la felicidad. El Mérida termina así esta decimotercera jornada en la undécima posición.

No obstante, hay malas noticias para los romanos con vistas a la siguiente jornada: Santi Villa e Iván Aguilar no podrán viajar a Écija, rival directo, por cumplir ciclo de amonestaciones. Kike Pina salió lesionado del terreno de juego en el minuto 77, y a Golobart aún le queda un partido de sanción por cumplir. El que sí que estará será el entrenador, Mehdi Nafti, y parece que aficionados y jugadores no necesitan más para salvarse… La 2ªB dirá.

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Sobre el autor
Lydia Sánchez Gil
Periodismo y Comunicación Audiovisual en la US.