El Mundial Sub-17 marcó un antes y un después en los anales de la historia del fútbol. Siendo la cuna donde empezaron a brillar las estrellas de un espectáculo irrepetible, a través de sus once ediciones comenzaron a alistarse espectáculo y magia en una lista de promesas que fueron consolidando su nivel a lo largo de un círculo triunfal.

El primer torneo celebrado por la FIFA para pequeños talentos se remonta al año 1985, cuando en China, la Sub-16 conquistaba tierras orientales con la zurda de oro de Fernando Redondo, Marco 'Diablo' Echevery y Edwin Platini Sánchez, protagonistas del Mundial celebrado en Estados Unidos en 1994.

En tierras escocesas se conoció la endiablada gambeta de Luis Figo y dos años después, la cita mundialista con 'La Nazionale' como anfitriona presenciaba de primera mano un espectáculo con Marcelo Gallardo y Juan Sebastián Verón al frente del centro del campo de Argentina.

Con juventud y solvencia de por medio, la cita celebrada en Canadá en el año 1987 fue una estancia más que denotó la fugacidad despuntada durante el Mundial de 1998 por Emmanuel Petit en el Stade de France de París, con un 3-0 en el marcador ante la fábrica del 'jogo bonito'.

Con Japón de anfitrión, en el año 1993 se consagró el fútbol nigeriano consiguiendo el oro meritorio en los Juegos Olímpicos de Atlanta, celebrados tres años después y con la huella que dejaron Celestine Babayaro, Nwankwo Kanu, Wilson Oruma e Ibrahim Babangida, que protagonizaron una etapa dorada donde Italia descubrió el talento de Gianluigi Buffon bajo palos y el de Francesco Totti, eterno capitán de la Associazione Sportiva Roma y protagonistas del triunfo con el que la 'Squadra Azzurra' se alzó en el año 2006 en tierras bávaras.

Los despuntes futbolísticos no cesaron y con la cita de 1995 fijada en Ecuador, Argentina se consagró con el fútbol de Esteban Cambiasso, al igual que Brasil, Japón y Portugal lo hicieron con Julio César, Naohiro Takahara y Nuno Gómez respectivamente, protagonistas del duelo en el que, con sede en Alemania, se vieron las caras once años después.

En 1997, el testigo del talento lo cogía Ronaldinho. Con capa de crack y su famoso gesto de celebración cada vez que anotaba un gol, condujo a 'La Canarinha' hacia la gloria mundialista, al igual que comenzaron a hacerlo Casillas y Xavi con la rojigualda.

Ronaldinho con 'La Canarinha' | FIFA
Ronaldinho con 'La Canarinha' | FIFA

Un fútbol sobrenatural

A los 17 años, un niño brasileño llamado Ronaldo de Assis Moreira, natural de Porto Alegre, captaría el foco de atención en el mundo del fútbol con su juego en el Gremio y su precipitado debut con 'La Canarinha'. Con la camiseta de los verdeamarelos alzaría el Mundial de los juveniles, siendo el mayor protagonista y convirtiéndose en el mejor jugador y máximo goleador del torneo.

Con la magia de por medio, 'Ronnie' le echó una sonrisa al fútbol y su pólvora en ataque comenzó a despertar el interés de otros equipos. Con el PSV en la cabeza de la oferta, el Gremio rechazó unos 7 millones de euros y se guardó al astro brasileño que dos años más tarde deslumbraría en tierras auriverdes con la dupla letal de Rivaldo y Ronaldo en ataque.

Era el momento del despunte de un jugador que marcaría un antes y un después en el espectáculo del 'jogo bonito'. Cogiendo el testigo, hizo las maletas y en tierras francófonas, se alistó en el Parc des Princes, el estadio del equipo líder de la capital francesa. Una nueva era comenzaba para Ronaldinho. El talento y la magia personificada despuntó en París y convenció a Scolari para que le llevara al Mundial de 2002, celebrado entre tierras coreanas y japonesas. En esa cita mundialista, 'El Brujo de Porto Alegre' presenciaba el pentacampeonato de Brasil después de una final muy disputada contra Alemania en Yokohama.

Fue en el verano de 2003 cuando su ambición y su magia le obligaron a cambiar de rumbo. Sin ofertas, su amistad con Sandro Rosell, el futuro vicepresidente del Fútbol Club Barcelona, marcó un punto de auge en la carrera del brasileño. Ronaldinho escogió Barcelona para crear su obra maestra. Ronnie llegaba al Camp Nou, donde debutó el 30 de agosto de 2003, para seguir consolidando la faceta más sobrenatural de su fútbol.

Ronaldinho se hacía con títulos individuales, mientras que los aficionados del espectáculo no perdían detalle cada vez que 'Dinho' pisaba un estadio. El brasileño se hacía querer y conseguía lo que nadie a su edad, alzándose con los seis trofeos internacionales más importantes: la Copa América, la Copa del Mundo, la Copa Confederaciones, el Balón de Oro, la UEFA Champions League y la Copa Libertadores.

El legado del crack de Porto Alegre no había hecho más que empezar.

La sonrisa del fútbol blaugrana

Era imposible no disfrutar del fútbol de Ronaldinho. El espectáculo y la pasión se veían en cada uno de sus regates y detalles de calidad, ante los que reaccionaban los más pequeños con las manos, imitando el famoso gesto con el que el de Porto Alegre, celebraba sus goles. Hasta el Bernabéu reconoció, entre aplausos, la sobrenaturalidad de un brasileño que despreocupado, sobrepasaba a cualquier rivalidad.

Ya en tierras auriverdes se le temía. Los defensas renunciaban a entrarle y en ese momento, comenzó un imperio en el que 'Dinho' forjaba su relación con el fútbol en las pistas callejeras de su barrio.

Pero su legado no había hecho más que empezar. La exhibición, marcada por sus regates, iban cautivando a todo aquel que se le cruzaba por el camino. En el Camp Nou se forjaba un estilo de juego basado en el espectáculo y que le devolvía la sonrisa al conjunto azulgrana. Con gloria de por medio, dejó el testigo a un Leo Messi con el que conectó a la perfección, fabricando una dupla letal y temida por cualquier rival y al que apadrinó junto a Deco, su otro foco de conexión en el feudo culé.

En ese momento, el Barça se consolidó como el equipo con la mejor plantilla de la competición. Ronaldinho, Eto'o y Deco, reforzaban la calidad de un serial de canteranos que, con talento, descubría a Xavi y a Puyol.

Alegria e ousadia | Foto del Fútbol Club Barcelona
Alegria e ousadia | Foto del Fútbol Club Barcelona

Conexión letal

El brasileño apadrinó a Messi, el futuro 10 del plantel azulgrana. Bajo su capa de protección, el argentino levantó admiración hasta en la propia hinchada rival y junto a la sencillez y carisma del brasileño, se forjó una dupla letal que bailó con elásticas ante todo rival.

El argentino, originario de La Masia, debutaba con el primer equipo el 16 de octubre de 2004 contra el Espanyol. El joven rosarino jugó seis partidos más y engrasando el engranaje blaugrana, hizo un gol para la historia contra el Albacete después de sustituir a Eto'o en el terreno de juego: el futbolista legendario asistía a su sucesor con un balón que pasó por encima de la defensa blanca, rematado con una bonita vaselina.

Messi y Ronaldinho, de legendario a sucesor | Foto del Fútbol Club Barcelona
Messi y Ronaldinho, de legendario a sucesor | Foto del Fútbol Club Barcelona

Las dos leyendas culés dejaban huella en el Camp Nou con debut y experiencia de por medio. En las tres temporadas que compartieron ataque, el espectáculo estuvo asegurado. Con el primer gol de Leo Messi con la blaugrana, 'Ronnie' se atribuyó el rol de mentor. A partir de ese momento, conexiones de precisión milimétrica, goles por bandera y asistencias mutuas, crearon un combinado de magia digno de ser recordado.