Hay entrenadores que marcan a un equipo por su estilo de juego. Otros lo hacen porque con ellos los resultados positivos se suceden. Unos pocos consiguen conectar con la grada por su carisma y entusiasmo. Algunos, muy pocos, logran conjugar las tres para hacerse un sitio en el corazón de los aficionados.

Ese es el caso de José Bordalás. En Vitoria, casi dos años después de que dejara el equipo, siguen recordándolo como uno de los entrenadores que más ha marcado al equipo en los últimos años. En una década en la que unos y otros zarandeaban al Alavés sin un destino claro, Bordalás consiguió unir a todos para seguir el mismo camino, el del éxito.

Su fichaje por el Alavés se hizo oficial el 11 de junio de 2015. Pero su historia con el Glorioso empieza antes. El Alavés había vuelto a Segunda y el Alcorcón era uno de los 'huesos' de la categoría. Era un equipo luchador, intenso y muy serio en defensa. Meterles un gol era difícil, ganarles, un éxito. Pero ese Alcorcón también tenía una parte polémica debido a su entrenador, Bordalás. Muchos acusaban a los alfareros de excesivamente agresivos e incluso violentos. El punto álgido de esas críticas llegó en noviembre de 2014. El Alavés recibía al Alcorcón en la jornada 14. El partido transcurría sin excesivos sobresaltos hasta el minuto 70, cuando Héctor Verdés chocó fuertemente con Rafa García. El babazorro cayó al suelo, inconsciente, y tuvo que ser retirado en camilla tras varios minutos de incertidumbre. Muchos babazorros creyeron que la lesión podría haberse evitado, y que el responsable de ello estaba en el banquillo visitante. 

Entre acusaciones y declaraciones cruzadas llegó el anuncio de la contratación de José Bordalás por el Deportivo Alavés. La decisión generó un profundo debate. Algunos no querían ese estilo para su equipo, mientras que otros veían en Bordalás a la persona ideal para volver a dotar a los suyos de carácter. El alicantino zanjó el debate de la mejor manera que sabe, con resultados. Los babazorros se ocuparon en puestos de play-off desde las primeras jornadas, y mediada la temporada ya estaban en ascenso directo, que no abandonaron hasta que en la jornada 41 consiguieron volver a Primera después de diez años. Una defensa férrea, un ataque eficaz y el compromiso de toda la plantilla fueron los pilares del éxito. Muchos babazorros descubrieron que ese Alavés no era tan distinto del Alcorcón que repudiaban. Se dieron cuenta que la intensidad, bien entendida, es una de las claves para lograr la victoria.

Pero el cambio no fue sólo dentro del terreno de juego. Bordalás consiguió volver a ilusionar a una afición babazorra que se estaba despertando del letargo. Su compromiso con los colores albiazules fue visible desde el primer día. Si Manu García ya era el capitán dentro del césped, en Mendizorrotza veían en Bordalás a su representante fuera de los terrenos de juego. Las lágrimas del alicantino tras consumar el ascenso demostraban que ese sentimiento era recíproco. 

Los fieles se multiplican

Pero las cifras también reflejan a la perfección el 'efecto Bordalás'. En la temporada 2014/2015 la asistencia media a Mendizorrotza fue de 9.369 espectadores, menos de la mitad del aforo que tiene el estadio. El año del ascenso esas cifras se dispararon hasta casi los 12.000. Sólo tres equipos mejoraban el porcentaje de los vitorianos. Esa semilla ha crecido imparable hasta hoy, y Mendizorrotza logra el lleno todas las jornadas.

En Getafe, donde Bordalás llegó en septiembre de 2016 con el equipo bordeando el descenso, los número también tienen voz. El año del descenso, sólo el Eibar, con un estadio mucho más pequeño que el Coliseum, reunía a menos espectadores que el Getafe. La asistencia no llegaba al 50% de su capacidad. Las bromas sobre la inexistencia de los aficionados del club azulón plagaban las redes sociales. El descenso parecía dejar sin motivos a los pocos aficionados que iban al campo.

Necesitó tiempo el alicantino, pero ya en los partidos finales de la temporada se vio reflejado el cambio. El último partido del play-off, cuando lograron el ascenso, más de 15.000 personas se congregaron en el Coliseum Alfonso Pérez. Esta temporada es raro ver menos de 10.000 aficionados en sus partidos en casa.

Bordalás ha logrado en Getafe, como ya hizo en Vitoria, construir un espíritu de equipo. Sus jugadores entienden lo que representa el escudo que defienden, y saben perfectamente qué camino tienen que seguir. Gustará a muchos o pocos, pero Bordalás ha conseguido gracias a su trabajo hacerse un hueco en el fútbol español. Una vez más, y como saben bien en Vitoria, el esfuerzo es la clave del éxito.