El máximo exponente del sábado futbolero era el Betis - Eibar y todo el mundo era consciente de ello. Ambos equipos miraban los puestos naranjas de la tabla con verdadera hambre. Por ello se esperaba intensidad, buen fútbol, disputa y un entretenimiento de la mejor categoría.

Y en parte así fue. Los primeros quince minutos clamaban un partido de ida y venida, de presiones altas, defensas concentradas y delanteros desquiciados, luchando cada balón sabiendo que no podían perdonar bajo ningún concepto, que su deber era cumplir su función, obligar al fútbol entonar la onomatopeya de la victoria, y de hecho así fueron.

Hasta que el Eibar bajó un poco el ritmo, lo justo para que Barragán se volviera a poner las botas de asistente y filtrará un balón inmejorable para que Sergio León, que ya sabía que probablemente no fuera a tener ninguna ocasión como la que iba a tener, hiciera que cincuenta mil personas cantaran al unísono el gol que iba a abrir el marcador, para prácticamente cerrar el partido.

Desde entonces, el Eibar se diluyó hasta el punto de que el conjunto verdiblanco iniciara un monopolio en sentido creciente hasta el minuto cuarenta y cinco, veinte cinco minutos en los que los locales pudieron haber abierto brecha. No fue así. Y los armeros se mentalizaron para montar de nuevo en el tren con destino europeo en el que tan sólo dos clubes, quizá tres, podrán subir.

Un Eibar diferente salió tras el descanso y se intuía una segunda parte del mejor fútbol del mundo. Pero el día no estaba para intuiciones y, lo que no había hecho el Betis, lo hizo el mismo Eibar. De nuevo Barragán, en su mejor versión bética, se interno en la banda acompañando al enchufado Boudebouz para poner un pase atrás del que se encargaría Arbilla de interceptar, con la mala fortuna de ponerlo lejos de Dmitrovic. Dos a cero y final del partido blaugrana.

El resultado final ya campaba en el minuto cincuenta, y el Betis se gustó ante un pasivo Eibar que debió sentirse como en casa debido al frío que reinaba en el campo.

Al final, el partido significó un aumento del serio handicap que separa a los eibarreses de la sexta plaza, que con más pena que gloria, luchó ante un Betis que dormirá quinto.

Ha llegado el punto en el que el club armero es incapaz de engañar a las fuerzas con la ilusión, y las lesiones no ayudan, de modo que deben encontrar la forma de encarar el final de temporada para ser capaces de afrontar los encuentros restantes con la garra que les caracteriza, mostrando jornada tras jornada el fútbol que les ha llevado hasta donde están, y que quizá, les lleve por todo el continente.