En un Deportivo casi terminal, un futbolista que marque las diferencias sobre el campo en lo relativo a visión de juego, técnica y control de la pelota sería, a priori, esencial en el once. Sin embargo, desde su fichaje en el verano de 2016, Emre Çolak se ha erigido como un mago controvertido capaz de levantar a la grada con sus dosis de inspiración, pero sin obtener el mismo respaldo por parte de sus técnicos.

Cuatro son los entrenadores que han ocupado el banquillo herculino desde la llegada del turco y solamente Pepe Mel contó con él como titular en su estreno. Ni Gaizka Garitano, ni Cristóbal Parralo, ni ahora Clarence Seedorf fueron capaces de encontrar de primeras un espacio en su esquema a un superdotado que baila con el balón pero que sufre cuando no está en su poder. El otomano ha tenido que ganarse la confianza de sus superiores adoptando una responsabilidad siempre 'in crescendo' después de unas frías primeras tomas de contacto.

Sin haber discusión sobre el talento de Çolak, como sus propios místers reflejaron incluso cuando no contaba con minutos, los problemas vienen cuando el equipo necesita ejercer un gran despliegue físico. Explicaba Clarence Seedorf hace unos días que el ex del Galatasaray “entrena a su manera”, una actitud que ha jugado en su contra hasta el punto de tenerle apartado del grupo meses atrás. Su etapa más delicada vino con el último cambio de año, cuando acumuló once jornadas seguidas entre enero y marzo arrancando desde el banquillo.

Y es que cuando al Dépor le cuesta tener el control, su mejor pelotero se diluye hasta pasar casi desapercibido. Ese pecado cometió el conjunto coruñés en Leganés este viernes, cayendo una y otra vez en el error de enviar continuamente la pelota a su suerte desde la zaga hasta la delantera. Desubicado, el mediapunta tuvo que dejarse ver durante la mayor parte en terreno propio, tratando de sacar el balón jugado desde atrás en lugar de poniendo en aprietos a los defensores. En las inmediaciones del área rival, que es donde el turco es diferencial, apenas dio señales de vida.

Ante la garra y la presión de los locales, los de Seedorf renunciaron al mediocampismo y, con ello, a las habilidades de su mayor surtidor de asistencias. El míster holandés acabó el encuentro poniendo todo su arsenal sobre el césped, pero prescindió de su filtrador de pases por excelencia al sustituirle a 20 minutos del final.

En consecuencia, el cuarteto de artilleros blanquiazules (Borja Valle, Lucas Pérez, Andone y Adrián) no pudo por sí mismo dar un último arreón en Butarque que sirviera para romper la igualada. La segunda mitad concluyó sin disparos visitantes entre palos y con la extraña sensación de que la plantilla deportivista no era consciente de lo mucho que estaba en juego.

El reparto de puntos, pese a ampliar la racha herculina a cuatro choques invictos, dejó al club a seis puntos de la permanencia con solo cuatro duelos ligueros por delante. La salvación se antoja ahora como un milagro para el que, sin lugar a dudas, la magia del mejor Emre Çolak es necesaria.