El Sevilla fue noqueado desde el minuto 13, cuando recibió el primer gol. A partir de ahí, ni un espejismo de victoria. Tuvo dos ocasiones para igualar el encuentro que desaprovechó. Y cuando perdonas contra el equipo blaugrana, se paga. Llegó el segundo. Y fueron cayendo más, hasta completar la definitiva y dolorosa ‘manita’.

Los de Montella fueron incapaces de reaccionar. La dureza de la derrota no reside en el hecho de caer derrotados, sino en la forma en la que se ha caído. La imagen del equipo queda lejos del característico “casta y coraje” que tanto representa al sevillismo. Solo se hizo gala de estas aptitudes en las gradas. La afición tuvo un comportamiento inigualable, como suele acostumbrar. Este buen nivel en las gradas del Metropolitano contrastaba con la imagen del equipo que, en resumidas cuentas, no compitió.

Iniesta, mago del fútbol

Dejó una estela de regates, movimientos y pases propios de un mago del balón

El partido tuvo nombre y apellidos. Andrés Iniesta Luján. El de Fuentealbilla dio un auténtico recital de fútbol en la que pudo ser su última final con su club. Anotó uno de los tantos y participó en varios de ellos. Fue el hombre que más dolores de cabeza ocasionó a la defensa hispalense.

Fue sustituido en el minuto 88. Recibió la ovación de su afición y de gran parte de los sevillistas. Atrás dejaba una estela de regates, movimientos y pases propios de lo que es, un genio del fútbol.

Una afición a la altura

Si los jugadores no estuvieron a la altura, la afición sevillista nunca falla. Desde el minuto cero demostraron por qué son una de las mejores aficiones del mundo. Ganaron por goleada en tifo, ambiente, cánticos y apoyo a su equipo. Si hay que quedarse con algo positivo de esta final, es sin duda con la actitud de la afición.

Navas, no te lo mereces

Si hay alguien que, además de la afición, no se merece este palo, ese es Jesús. El de Los Palacios no se cansó de correr por su banda para incomodar a la defensa culé. Fue casi el único que estuvo a la altura. El poco peligro sevillista lo generaba él con sus internadas y sus centros.

Intentó tirar del equipo, pero uno solo no puede hacer el trabajo de once. Se le veía dolido en el campo, con cara de resignación al ver cómo se tornaba de gris a cada vez más oscura la situación.

Primeros minutos horrorosos

Los sevillistas saltaron al césped dormidos, espesos y superados por la situación. Puso en juego el balón Muriel, pero el Barcelona pronto adueñó de la posesión. Los sevillistas tenían posesiones de balón muy cortas y sufrían para sacar el balón de su campo.

El primer aviso culé fue un tiro de falta de Messi. Fue un misil a la escuadra que logró despejar a córner Soria a mano cambiada. A la siguiente, en el minuto 13, Suárez hizo el primero. Cillesen jugó en largo para Coutinho, que ganó la espalda a los defensas sevillistas. Dejó en bandeja el balón a Suárez, que solo tuvo que rematar a placer. Mercado leyó mal la jugada y ni siquiera incomodó al uruguayo a la hora de rematar.

Mínima respuesta sevillista

Tras el primer gol, el equipo parecía que reaccionaba. Fue un espejismo. Pero esa mínima reacción bastó para que los hispalenses disfrutasen de dos ocasiones. La primera fue en el minuto 17. En la segunda jugada de un córner, le cae el balón a Vázquez, quien centra al área para que Correa golpee el balón de primeras. Su tiro, muy defectuoso, se marchó desviado sin apenas inquietar a Cillesen.

La segunda fue más clara. Cinco minutos después, Navas cuajó un buen centro. N´Zonzi no lo cazó bien y apenas tocó el balón. De haber rematado bien, podríamos estar hablando del empate.

Vuelta a la realidad

Poco después de estas dos ocasiones, fue el hombre del partido quien avisó a los de Montella. El tiro de Iniesta se estrellaba en el palo.

El Sevilla tuvo una antes de que llegase el segundo tanto en contra. De nuevo, Navas centró al corazón del área blaugrana. Fue Vázquez quien remató de cabeza. Su remate, fuerte y rápido, fue al medio, donde Cillesen atrapó sin complicaciones.

Y llegó el segundo, obra de Messi, en el minuto 30. Alba e Iniesta se asociaron en una pared para que el lateral se adentrase en el área, donde con un taconazo, sirvió al argentino para que este pusiera el 0-2 en el marcador. Sería Messi quien asistiera en el tercero a Suárez, que hizo doblete. Fue en el minuto 39, una asistencia de escándalo por parte del argentino, y el uruguayo fulminó. Con el 0-3 y el desánimo sevillista se marcharon los protagonistas al descanso.

Llegó la sentencia

Más allá de recortar distancias, los de Montella no pudieron evitar que el Barcelona aumentase la ventajaLa victoria y, por tanto título, estaban complicados. Pero no estaba perdido: quedaba el honor. Los jugadores sevillistas saltaban al campo con el objetivo utópico de obrar el milagro, y con el objetivo real de mejorar en el juego y maquillar el marcador. Ni uno ni otro.

Se quedó Correa en el banquillo, entrando en su lugar Sandro. Fue este último quien se asoció con Sarabia para generar una ocasión de peligro sevillista en el minuto 48. Sarabia asistió a Vázquez, quien controló y tardó en rematar. Se le echó encima Alba y se acabó el peligro.

Y de nuevo Iniesta. En el 51, hizo el manchego el cuarto. Fue un golazo. Suárez robó el balón a Banega y jugó con el de Fuentealbilla. Este se asoció con Messi, quien le devolvió el balón. Andrés amagó y dejó sentado a Soria, para luego mandar el balón al fondo de la red. 

Antes del quinto y último gol culé, Sandro pudo marcar el gol del honor. Se adentró en el área el delantero sevillista y remató. Desbarató con los pies Cillesen. Pocos minutos después, el árbitro señaló penalti a favor del  Barcelona por mano de Lenglet. Lo transformó Coutinho.

Gil Manzano no prolongó la agonía sevillista. Pitó el final sin apenas añadir ningún segundo. La alegría culé contrastaba con la tristeza y desilusión sevillista. Se esfumaba, de manera cruel, la posibilidad de levantar un título. Además, se agota una posibilidad de estar la temporada que viene en Europa.