Corren días tristes en Leganés. Afrontar una despedida nunca es fácil, pero lo es menos aún cuando se habla del promotor de un sueño. Alguien que ha hecho llorar de felicidad a todo un pueblo, a toda una afición que acudía humildemente al Municipal cuando todavía se mantenían en el anonimato. A día de hoy ya no es así, se encuentran en boca de todos y, si hay que destacar un culpable entre todos los que lo han hecho posible, Asier Garitano es el hombre a señalar. Porque si es difícil decir adiós, significa que ha dejado huella.

Roma no se construyó en un día dicen los más sabios para alcanzar el éxito. Y el Leganés tampoco. Todo proyecto conlleva un gran trabajo en la definición de su estructura. Asier llegó con el objetivo fijado en alcanzar la división de plata, lo que no sabría es que en apenas tres temporadas lograría tocar la gloria. Trabajando silenciosamente y cosechando sus frutos gracias al trabajo y la constancia ha logrado escribir una hoja en la breve historia del club del sur de Madrid.

Forjando el mito

A su llegada se encontró con un campo en barbecho esperando a ser cultivado.  Procedente de Alcoy, se alejó del Mediterráneo para ponerse manos a la obra en la que sería su primera y última temporada con el combinado blanquiazul en Segunda B. Comenzó a labrar el terreno con numerosas incorporaciones que marcarían su trayectoria. Entre ellos se encontraban jugadores como Eraso y Mantovani. La tarea no iba a ser sencilla. Cimiento por cimiento debía construir una base que le asegurase el funcionamiento de un esquema que apuntaba muy alto. Así comenzó el trayecto de un humilde entrenador vasco, que se había limitado a trabajar en las sombras y no quería continuar con dicho papel, sino que ansiaba con salir a la luz y mostrar sus capacidades y conocimientos para transformar un club modesto en uno honrado.

Asier Garitano en sus comienzos | Foto: Apo Caballero (VAVEL)
Asier Garitano en sus comienzos | Foto: Apo Caballero (VAVEL)

Solidez. La palabra por excelencia del éxito alcanzado. Si por algo se ha caracterizado el Leganés a lo largo de los años ha sido por su aptitud para asentar una muralla en la zona defensiva. El posicionamiento en la zaga, a la hora de salir al corte y de cerrar espacios no es temario que se aprenda de la noche a la mañana. La primera temporada del de Bergara en el equipo supuso un punto de inflexión en estos aspectos. El inicio no fue sencillo, pero en ese momento el cuadro blanquiazul supo anteponerse a la situación y, con la ayuda de su entrenador, lograron subir como la espuma. Tal fue la mejoría, que la segunda vuelta rozó la perfección. La decisión de situar bajo palos a Queco Piña fue trascendental de cara al devenir de la temporada. El final estaba escrito, la chilena imperecedera de Carlos Álvarez devolvió al cuadro madrileño a la Segunda División. Y sí, el mito se estaba forjando.

Nuevo reto, mismo final

El Leganés volvía a Segunda diez temporadas después 

Antes de lo esperado, Garitano retornaba al lugar del que se despidió años atrás cuando se encontraba al mando del CD Castellón. De su ejército poco cambió. La mayor parte de los soldados que habían salido triunfantes de la batalla de Hospitalet continuaron en las filas pepineras. Además, el campo que hasta hace poco se encontraba en barbecho sufrió varios cambios. La semilla de Asier crecía a pasos agigantados. No obstante, la primera campaña fue objeto de estudio. Tocaba acostumbrarse al clima de la competición e implementar nuevas técnicas para mejorar el rendimiento. Además, la entidad pepinera quería atar a su labrador, por lo que extendió su contrato dos temporadas más.

La actuación en liga situó al Leganés en la misma tesitura que la anterior edición. En esta ocasión la meta no se situó en la zona alta de la tabla, sino que la vista estaba puesta sobre la salvación. Para conseguirlo requirieron de nuevas incorporaciones en el mercado invernal, fundamentales en el cambio de la dinámica del juego y en la obtención de resultados. Finalmente, el míster junto a sus pupilos conquistaron un meritorio décimo puesto, que les permitiría mantenerse y fijar el objetivo unos cuantos escalones por encima al anterior, siempre buscando superarse.

Garitano en el área técnica ante el Mirandés | Foto: Dani Mullor (VAVEL)
Garitano en el área técnica ante el Mirandés | Foto: Dani Mullor (VAVEL)

Llegó el año soñado. Nadie imaginaba un final igual. La junta directiva y el entrenador se encomendaron la búsqueda de nuevos jugadores. Pocos de los que vivieron el ascenso a Segunda se mantuvieron. Jugadores de la talla de Szymanowski y Gabriel, que permanecen desde entonces, fueron dos de las incorporaciones. La temporada fue rodada. Con un estilo de juego definido, consistentes en defensa y decisivos en ataque. Las jornadas corrían y el Leganés se veía arriba, tan arriba que llegó a palpar el liderato. Dependían de si mismos. Garitano se mantenía con los pies en el suelo, trabajaba cada partido como si de una final se tratase, hasta la llegada de la gran final. Anduva en el horizonte y la hazaña en sus manos. Insua se encargó de poner la guinda al pastel en una temporada de ensueño. Un municipio entero en Madrid sonreía gracias al hombre que lo hizo posible. Alguien capaz de hacer feliz a tanta gente nunca cae en el olvido y los años que prosiguieron lo certificaron.

De la noche a la mañana, llegó a la cima

Primera División. Solo de oírlo ya se le erizaba el vello a la ciudad. Parecían haber tocado el cielo. Garitano, como bien acostumbra, pedía mantenerse con los pies en el suelo, siempre siendo realista. La primera temporada imponía. A la altura de los mejores clubes del mundo llegaba un equipo que a base de esfuerzo y sacrificio había hecho historia. Hasta el momento, ya son dos las temporadas disputadas en la máxima categoría, y camino de la tercera. Un hecho que hace vibrar Butarque cada partido, menos el último. El último de Garitano. El último de Mantovani. El último de dos eternas sonrisas que, desde la sombra, han sido pilares fundamentales en el crecimiento de la entidad. Las lágrimas inundarán el estadio, en un batiburrillo de sentimientos, donde predominará el desconsuelo del adiós.

Asier garitano junto a Zinedine Zidane | Foto: Daniel Nieto (VAVEL)
Asier Garitano junto a Zinedine Zidane | Foto: Daniel Nieto (VAVEL)

La etapa de Garitano siempre será recordada. Sin olvidar tampoco al equipo que ha llevado siempre a su lado, desde Jaime Pérez hasta Juan Domínguez. El ‘Garitanismo’ desaparece del Municipal de Butarque, pero no de Leganés. El hijo adoptivo, pese a no tener destino, da por finalizada su labor en el club. Desde que llegase a un campo vacío y sin rumbo, hasta cultivarlo como ninguno. Los laureles del escudo llevan, a partir de este momento, el nombre de Asier Garitano. Y es por ello que toda una afición clama en señal de agradecimiento: “Gracias Asier”.

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