Es la historia más bonita del fútbol nacional. La historia de cuando fuimos campeones del Mundo en Sudáfrica.  Johannesburgo se convirtió en el lugar de coronación de la mejor generación de futbolistas españoles de la historia, pero uno de ellos no quiso conformarse con un papel de figurante y decidió ser el héroe. Quizás os suene su nombre. Se llama Andrés Iniesta.

Contextualizando el momento, nos encontramos en el año 2010. Pleno auge del Barça de Pep Guardiola, un año después del sextete y con una selección muy marcada por el éxito culé. Piezas consolidadas como Puyol, Xavi o el propio Andrés Iniesta abrieron paso a una de las claves del entonces futuro y hoy presente de la selección, Sergio Busquets. Y con Vicente del Bosque al mando, que tomaba el testigo de Luis Aragonés y se enfrentaba a su primer torneo al frente de la Roja, se optó por una linea continuista en un proyecto ganador. Por primera vez en un Mundial éramos favoritos. La ilusión se notaba en las calles del país y la presión que tenían los convocados a ser artífices de la hazaña era muy alta. 

Andrés Iniesta ya era un jugador con experiencia. Laureado y con un nombre en el fútbol mundial, este mundial se le presentaba como una oportunidad para demostrar de qué estaba hecho. Muchos son los jugadores que han destacado en dos o tres temporadas y rápidamente han pasado al olvido. La tarea de pasar a la historia es compleja a la par que bonita, e Iniesta la bordó a la perfección.

Llegó el mes de junio, y España, al igual que el resto de selecciones, partió hacia Sudáfrica. Potchestroom fue el hogar de la selección durante los días preparatorios a la cita, donde España fue recibida con los brazos abiertos y se preparó de manera más aislada que el resto de favoritas. Seguro que los mundialistas de aquel año tienen un recuerdo bonito de aquella ciudad. 

Comenzó el Mundial, y todos los aires de superioridad que podría tener la selección se los quitó Suiza de un plumazo. Derrota en el debut. Quizás incluso vino bien, para quitarse de encima el cartel de favoritos y el peso emocional que conlleva. A partir de ahí, la victoria ante Honduras y ante Chile (con gol de Iniesta incluido) llevaron a España a los octavos de final.

El fútbol de la Roja era exquisito. La columna vertebral formada por Xabi Alonso y Busquets liberaban a Xavi e Iniesta, con un papel mucho más ofensivo que el de los últimos años, y les permitían desatar su magia. Iniesta partía por banda y jugaba en zonas del campo muy próximas al área rival, donde filtraba pases, se asociaba e incluso buscaba puerta, dejando detalles de calidad al alcance de muy pocos jugadores.

Llegó Portugal en octavos, y puso las cosas difíciles, pero dos tantos de Villa y la aportación de Llorente saliendo desde el banquillo permitieron a España meterse en cuartos. Allí esperaba Paraguay, una de las revelaciones del torneo. El famoso partido de los penaltis errados, donde Casillas detuvo uno y Xabi Alonso falló otro, que de nuevo solventó Villa con un solitario gol. España estaba entre los cuatro mejores equipos del Mundo.

Y en semifinales, Alemania. Venían con sed de venganza tras ganarles la final de la Eurocopa 2008. Quizás el partido más difícil de todo el campeonato. Mucho respeto que provocó que se llegase al ecuador de la segunda parte en tablas. Pero un balón colgado desde la esquina por Xavi lo remató, junto a toda España, Puyol, para meternos por primera vez en la final de la Copa del Mundo. 

Faltaba un único partido. El partido más importante de la historia de España. Holanda, el equipo de la eterna derrota en las finales, que querría romper la maldición ante nosotros a toda costa. Y, tal y como cuenta Iniesta en el epílogo de Cuando fuimos campeones de José Ramón de la Morena, los jugadores españoles terminaron el partido con moretones de todo tipo en las piernas. Los holandeses pegaron, pegaron y mucho. Para el recuerdo también está la patada voladora de de Jong al pecho de Xabi Alonso. Pedro fue la novedad en la alineación, lo demás nos lo sabíamos de memoria. Iniesta tenía que ser clave, era su día

El partido era muy cerrado. Las pocas ocasiones de España eran muy difíciles de generar, con Xavi e Iniesta permutando desde segunda linea y buscando huecos imposibles de encontrar. Holanda dispuso de una, clarísima, todos la tenemos en nuestra retina. Mano a mano, Robben contra Casillas. Todos sabemos como terminó aquella jugada.

Final de los 90 minutos. Holanda seguía dando palos, con van Bommel como compañero de baile de Iniesta. España buscaba su ocasión, y la iba a tener. Minuto 116', Jesús Navas subía el balón, Iniesta recibía en el medio y Cesc la cambiaba a la banda izquierda, Torres recibía y buscaba a Andrés sin éxito, el balón le caía a Cesc y asistía a Iniesta. El tiempo se nos paró a todos. Por un momento, todos nos levantamos del sofá, de la butaca o del suelo. Fueron décimas de segundo, pero parecieron meses. Y de repente, Iniesta con un disparo cruzado, batía a van der Sar. El mundo entero veía como un muchacho de Albacete acababa de hacer historia, y en ese momento no se le ocurrió otra cosa que hacer que recordar a su amigo fallecido Dani Jarque. Por eso Iniesta siempre será especial.

Han pasado ocho años, pero parece que fue ayer. Y ahora afrontamos el último Mundial de Iniesta. Se me antoja extraño no verle defendiendo la camiseta que tantas veces a portado y ha llevado a la gloria en otras tantas. Con él se cierra un ciclo, y ojalá que se cierre de la mejor forma posible, emulando la hazaña de Sudáfrica en Rusia.