Menos de una semana. Ese es el tiempo que queda para ver al Real Madrid disputar su tercera final de Copa de Europa consecutiva y la cuarta en cinco años. Época gloriosa para el conjunto de la capital y para el madridismo en general. 16000 personadas vinculadas al cuadro merengue, de los cuales 12000 son socios, podrán viajar a Kiev a vivir en directo el partido. Pero muchos se quedarán en La Castellana y alrededores para seguir el encuentro. Por ello, el Real Madrid, como viene haciendo en las pasadas ediciones, ha decidido abrir el Santiago Bernabéu y colocar pantallas gigantes para que ninguno de sus aficionados (o al menos, los que viven en Madrid) se quede sin sentir la sensación de vivir el duelo desde el graderío de un estadio.

Lo cierto es que vivir una noche de Champions en Chamartín esta temporada, ha estado llena de altibajos para el respetable allí presente. Contra el PSG, alegría. Ante la Juventus, dolores de cabeza. Y con el Bayern sobre el césped, tensión por el miedo a que un tanto más de los bávaros lo cambiaba todo. El Real Madrid ha vuelto a demostrar esta campaña su paso firme por el Viejo Continente. Una actitud que solo entienden ellos. Una supremacía fuera de estudio. Pero es curioso que, la mayor parte de su éxito, la han conseguido cuando han tenido que viajar por los campos de Europa. Es allí, sin la presión que genera un escenario como el Santiago Bernabéu, cuando los blancos más han disfrutado este curso.

Durante esta semana (hasta que se agoten las entradas), los aficionados de la escuadra de Zinedine Zidane podrán comprar sus entradas, por un precio de diez euros, para visualizar la contienda más importante del año, en el feudo merengue. No es lo mismo que ir a Kiev, obviamente, pero con algo habrá que conformarse. Todo será una fiesta, sin importar el lugar, si el jugador que levanta la "Orejona" es Sergio Ramos. Eso seguro. 

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