El mal presagio de las lágrimas de Ousmane Dembélé en el minuto 41 confirmaban para el staff técnico que, a pesar de que el delantero hubiera podido volver a entrar en el terreno de juego, algo tenía. El delantero galo se dolía en el terreno de juego después de que un defensa de la Real Sociedad le intentara frenar con una dura entrada que supuso el levantamiento y las quejas de todo el Camp Nou y una amonestación, por parte del colegiado, que supo a poco.

Sin Leo Messi en ataque, que empezaba en el banquillo el último partido de la temporada y el último para Andrés Iniesta, Ernesto Valverde apostaba por el francés por su juego eléctrico, su rapidez y su zancada, algo que en todo momento, dribló a la zaga defensiva realista con buenos desmarques, recortes y buenas acciones que supusieron peligro para la portería que defendía Miguel Ángel Moyá.

El futbolista de Vernon se marchaba del terreno de juego con algo de cojera y después de la gran fiesta que presenciaron los culés en el césped del Camp Nou por la consecución del doblete y la despedida del capitán, los servicios médicos confirmaban que tenía un esguince en el tobillo derecho y que próximamente se sometería a más pruebas para ver el alcance de una lesión que será controlada y más a sabiendas de que Didier Deschamps, seleccionador del conjunto galo, no ha dudado en meterle en la lista para afrontar la cita mundialista, que está a la vuelta de la esquina.

El dorsal número 11 del Fútbol Club Barcelona cerró así una temporada en la que con un gol de Philippe Coutinho con rosca incluida, los campeones, sin el récord de imbatibilidad, sumaban otros tres puntos a la vez que decían adiós a su capitán en la cita más emotiva.