Estos días están siendo duros para los aficionados romanos. Son días para olvidar. El aficionado romano vio descender a Tercera División de forma definitiva a su equipo ante el Coruxo tras una temporada que no hay por dónde cogerla. Pero este artículo no viene a hablar de la nefasta campaña realizada, de datos, de nombres propios, ni siquiera casi que de fútbol. Hoy toca hablar de sentimientos.

En una época en la que el fútbol se ha convertido en un negocio donde prima el dinero por encima del aficionado, he de confirmar que el fútbol de toda la vida, al menos en pequeñas esencias, sigue vivo. Y sigue vivo en aquella familia, que por tradición de padres a hijos, deja atrás su ciudad y pone rumbo a tierras gallegas para ver si se salva su equipo. Sigue vivo también en aquel abogado, albañil, pintor, estudiante, jubilado e incluso en aquel parado que perdió su fin de semana por montarse en un autobús más de 16 horas y cruzarse media España para ver un gol de su equipo que le diera vida.

Pero esa vida no estaba en el terreno de juego. Esa vida estaba la grada. Estaba en aquel padre que, con su hijo de la mano, quería ver a su equipo en la otra punta del país. Ese niño que lloraba tras el final del partido cuando su equipo ya era de Tercera División y que se envolvía en un abrazo con el capitán de su equipo, haciendo llorar a diestro y siniestro y por supuesto a un padre orgulloso. Ese niño vivió el infierno de Langreo, tocó el cielo en Laredo y ahora vuelve al abismo con su equipo. Pero ese niño y su padre, representan todo lo que es el Mérida.

Imagen: Manuel López
Imagen: Manuel López

Y el Mérida también es historia. Y en esa historia no pueden faltar los de toda la vida. Las lágrimas de los que siempre han estado, como Felipe Tarriño o los Torres, ejemplifican su pasión, su amor por unos colores que llevan defendiendo a su manera desde muchos años atrás. Pero también son el Mérida las lágrimas impotentes de un surcoreano que la gente quiere como si fuera emeritense de toda la vida, las de un ghanés que a pesar de jugar solo los últimos partidos estaba desconsolado, un manchego que con su gol prolongó la vida y que dio todo hasta el final o un franco-tunecino, que no podía parar de llorar, con el que los romanos han ido a muerte, a pesar de muchas adversidades. 

Pero de la historia hay que pasar al futuro, y ese futuro está en Mérida. Está en los jugadores de casa, en el que no fue convocado para viajar a Coruxo y en las lágrimas desconsoladas de un chaval del barrio de María Auxiliadora que ha renunciado a casi todo por entrenar toda la temporada con el equipo de su vida, a pesar de las muchas promesas que le hicieron y que luego no se cumplieron. La aficionados romanos rotos de dolor tras el partido, enmudecidos y cabizbajos comenzaron a cantar al ver a su canterano de 18 años que no paraba de llorar. Vieron en él uno de los suyos, algo muy añorado esta temporada: "¡César, uno de los nuestros!", cantaban emocionados.

Pero si hay alguien que defiende y lleva con orgullo el escudo del Mérida desde hace ya varias temporadas es, y aquí sí , hablando con nombres propios, Francisco Javier Hernández González, ‘Javi Chino’. El capitán se acercó a todos y cada uno de los aficionados de la grada romana, incluso entró en los autobuses pidiendo perdón y dando las gracias por cruzarse media España a los suyos. Siempre ha dado la cara y ahora no iba a ser menos. El otro de los capitanes, visiblemente afectado, no sabía dónde meterse, ni dónde mirar. Ambos, y el resto de compañeros, habían fracasado y el equipo había perdido la categoría.

Muchos se atreven a decir que el fútbol es solo fútbol, pero que le pregunten a los desplazados a Coruxo o a los que lo vieron por televisión, si tras el pitido final del árbitro era solo fútbol. Lo que para muchos es hobby para otros es vida y la vida de este Mérida no pasa por otro lado que no sea la unión entre sus aficionados. Como dijo Roberto Carlos Mansilla, ex jugador del club muy querido por los aficionados, en el balcón del ayuntamiento tras ascender a Segunda División B, hace cuatro temporadas: “Vosotros sois el Mérida. Vosotros lo vais a llevar donde queráis”. Pues así será. Pero este Mérida demostró, una vez más, tener afición y tener vida para rato.