Una vez certificada la permanencia, el Lugo amplió fronteras, buscó nuevos retos para afrontar con motivación los últimos compromisos. Con el play-off prácticamente descartado –ahora sin opción- el vestuario se propuso superar los 56 puntos de su mejor participación en la Liga 1/2/3, una gesta a priori sencilla, pero que se le ha ido complicando con el paso de las jornadas y los malos resultados. De hecho, si tenemos en cuenta las últimas quince jornadas de competición, el Lugo sería colista con tan solo trece puntos.

Ante el Rayo no se completó un mal partido, el Lugo siempre compite. Algo que enorgullece a su afición es la entrega, la profesionalidad con la que la plantilla disputa cada envite. Da igual el rival y el contexto. No importa que el Rayo se juegue la vuelta a la primera división ante su público, no importa que el Campo de fútbol de Vallecas sea una olla a presión, el conjunto lucense salió a ganar, aunque acabó perdiendo.

Francisco apostó por un 4-4-2 en el que Escriche y Romero volvieron a ser las referencias ofensivas del equipo. Roberto fue portero y capitán, y estuvo sobresaliente. La línea defensiva dejó algo más de dudas, con Kravets y Lemos en los laterales, y Jose Carlos y Pita en el eje de la zaga. En la línea medular, Iriome y Sergio Gil buscaron profundidad por las bandas, mientras que el curioso doble pivote formado por  Seoane y Campillo actuaron como sus escuderos. El experimento cumplió, pero no funcionó.

El Lugo fue, una jornada más, el dueño de la posesión, pero también una fecha más se mostró poco incisivo en ataque. Los quince remates del Rayo distan de los seis del cuadro lucense. Más preocupante es el número de remate a portería. Mientras que el bando vallecano completó seis intentos entre los tres palos, el Lugo no lo hizo en ninguna ocasión. Con diez goles a favor en los últimos quince partidos es complicado sumar de tres en tres, es el déficit anotador lo que lastra a un equipo que lo hace todo bien, menos lo más importante.