La temporada del Rayo Vallecano ha sido para enmarcar. Pueden poner el broche de oro si consiguen ganar frente al Nàstic proclamándose campeones de Liga por primera vez en su historia, algo que también puede ocurrir si el Huesca no logra ganar al Oviedo. La clave que ha tenido el conjunto de la franja para realizar esta gran temporada ha sido Míchel. Pero no sólo su manera de ver el fútbol, también su gestión de la plantilla.
Último asado de la temporada
La buena sintonía que transmite la plantilla del Rayo Vallecano como grupo es palpable a kilómetros. Son una piña, y es lo que les ha llevado a la gloria. Míchel, un técnico que conoce el conjunto de Vallecas como si fuera su casa, es sabedor de la unión que debe haber en el vestuario para lograr algo tan grande como un ascenso. Por eso el técnico, también con la colaboración de los capitanes, siempre ha tratado de que todos los jugadores estuvieran unidos e integrados en el grupo.
La amplitud de plantilla de la que ha dispuesto el técnico madrileño no ha sido problema a la hora de gestionar el vestuario, todos se han sentido importantes en el rol que han desempeñado. Además, otro factor muy importante en un equipo, la convivencia se ha gestionado a la perfección; diversas cenas y comidas para hacer grupo han estado presentes a lo largo de toda la temporada.
Durante las últimas semanas los jugadores se reunían en la Ciudad Deportiva 48 horas antes del encuentro y después de la sesión de entrenamiento correspondiente, a comer un asado que elaboraban con mucho cariño los compañeros procedentes de Argentina. En cada evento de este estilo, al igual que ocurrió el pasado jueves, los jugadores comparten cada detalle por sus redes sociales, dando muestras de la buena sintonía que hay entre ellos. Pero en esta ocasión la comida tuvo un sabor agridulce, será la última para varios de ellos. Otra de las muestras fue la cena que el equipo al completo celebró en el mesón Txistu para celebrar el ascenso el pasado martes.