Lo que mal empieza, mal acaba. El Sporting pone el punto y final a una temporada irregular llena de altibajos. Subidas y bajadas que obligaron al equipo a remar siempre a contracorriente y en la recta final del recorrido vio cómo se le llevó la marea. Paco Herrera y Rubén Baraja han sido los dos grandes capitanes de la nave rojiblanca, dos técnicos muy dispares en cuanto a veteranía y esquemas técnicos pero que han compartido un elemento común: la incapacidad de devolver al Sporting a la máxima categoría del fútbol español.

Herrera no acaba de dar con la tecla

Después de completar una temporada muy pobre en Primera División que desembocó en un anunciado descenso, el objetivo marcado en el seno del sportinguismo solo pasaba por un término sencillo a la vez que complicado: el ascenso. Para ello, Miguel Torrecilla y Paco Herrera se convirtieron en la pareja ‘estrella’ del verano con su llegada a Mareo y la ilusión y la esperanza se apoderaban de los aficionados rojiblancos. El nuevo director deportivo y entrenador, respectivamente, llegaban al Sporting después de haber cosechado varios éxitos en común y con la promesa de que al término del curso el club gijonés estaría entre los veinte mejores clubes de España.

La teoría estaba muy clara, solo faltaba aplicarla a la práctica. El inicio de temporada, con Herrera al frente del banquillo, iba por el cauce adecuado. El equipo encajaba pocos goles y se mostraba muy efectivo en ataque, hasta tal punto que en la décima jornada ‘los guajes de Paco’ ocupaban la tercera plaza a tan solo un punto del liderato. Sin embargo, las sensaciones en el terreno de juego iban empeorando a pasos agigantados y dos derrotas consecutivas en El Molinón ante Cádiz y Zaragoza (0-3 y 0-1, respectivamente) y la derrota ante el Barça B en el Mini Estadi supusieron el punto y final de la etapa de Herrera al frente del conjunto asturiano. Un balance de seis victorias, seis empates y seis derrotas dejaban al Sporting en décima posición a cinco puntos del playoff y a nueve del ascenso directo.

Baraja logra lo imposible

El trono de Herrera fue ocupado por Baraja, un entrenador que generó multitud de dudas entre la parroquia gijonesa y, con toda la segunda vuelta por delante, el playoff se perfilaba como el principal objetivo para el técnico pucelano. Al Sporting se le resistían las victorias a domicilio pero El Molinón se convirtió en un auténtico fortín para los pupilos de Baraja, hasta el punto de sumar un récord de diez triunfos consecutivos en su estadio. Esta cifra, sumada a la ruptura del gafe de los partidos a domicilio, hizo que el cuadro asturiano llegara a cosechar ocho victorias consecutivas que lo meterían de lleno en la lucha por el ascenso directo a Primera División.

A base de triunfos y de lograr una gran solidez defensiva, Baraja se ha ido ganando la confianza de una afición rojiblanca que el  27 de febrero de 2018 se ha tenido que enfrentar a uno de los sucesos más tristes de la historia del club gijonés: Enrique Castro ‘Quini’ sufría un infarto que acababa con su vida y dejaba helado a todo el mundo del fútbol. A partir de entonces, el estadio del Sporting pasaría a llamarse El Molinón Enrique Castro ‘Quini’ en honor al eterno ‘9’ rojiblanco.

La recta final, en caída libre

A falta de tan solo cinco encuentros para que se echara el telón de la Segunda División, el equipo dirigido por Baraja caía derrotado por 2-1 ante el Zaragoza en La Romareda y comenzó a protagonizar una mala dinámica que acabaría con sus opciones de lograr ese término tan presente en el club gijonés desde principio de temporada: el ascenso. El conjunto rojiblanco perdió la tercera plaza, llegó al final de la competición con el agua al cuello y la eliminatoria disputada ante el Real Valladolid con un global de 2-5 para los blanquivioletas acabó por hundir a los asturianos.

El Sporting echa el cierre a una temporada que define como una montaña rusa, un curso en el que se ha mostrado muy inestable y donde Herrera y Baraja no han sido los capitanes adecuados para llevar la nave asturiana a buen puerto. El trayecto que comenzó el pasado verano, a priori, con una tripulación idónea no consiguió llegar al puerto de Primera División y terminó en un naufragio. Porque lo que mal empieza, mal acaba.