Se acercaba el final de la primera jornada de la gran cita y con él llegaba el debut de la pentacampeona del mundo: Brasil llegaba a Rusia con ambición y con la mente puesta en alzarse con la que sería su sexta estrella. Enfrente, los de Tite tenían a Suiza, un país que llegaba al Rostov Arena con la intención de demostrar que entre tanto favoritismo, también puede haber alguna que otra sorpresa entre tanta competencia. 

A sabiendas de que en esta órbita, la competencia hace que se incremente la tensión a pie de campo, los auriverdes salían al césped con el objetivo de dar un paso hacia adelante en el que era su debut. Los suizos, conscientes del favoritismo del rival, no se dieron por vencidos y sin bajar la cabeza, demostraron que han llegado al escenario del espectáculo para quedarse y no para pasear una candidatura en la que priman los sueños y la ilusión. 

Con la vuelta de Neymar en el que sería su primer partido oficial jugado como titular después de haber estado durante unos meses fuera de los terrenos de juego como consecuencia de una lesión, Brasil empezaba a bailar al ritmo de la samba desde el principio hasta el final ante un rival que en todo momento jugó bien sus cartas y mostró un carácter que más tarde le serviría para impartir justicia y equidad.

En la noche del debut carioca, Philippe Coutinho brilló sobre el resto de los jugadores elegidos por Adenor Leonardo Bacchi. Con el dorsal 11 a sus espaldas, el de Río de Janeiro supo sacarle partido a su efectividad sorprendiendo a Yann Sommer bajo palos con un trallazo que pilló desde fuera de la frontal. Entonces, la alegría se desataba y con el 1-0 en el marcador, los aficionados auriverdes contagiaban la alegría en las graderías del estadio mostrando expectación y ansiando más espectáculo. 

Pero finalmente, la alegría quedaría relegada a un segundo plano. Cuando parecía que Brasil dictaría sentencia de una vez por todas, la devaluación de su juego se notó a pie de campo en el momento en el que Suiza, con Steven Zuber al frente, empataba en el electrónico gracias a un testazo pillado después de un lanzamiento de córner en el minuto 50 de partido. 

A pesar de que los cariocas lo intentaron una y otra vez, Suiza supo aguantar hasta el final y plantando cara en todo momento, defendió el punto esperanzador que consiguieron arrebatarle a un equipo que tendrá que esperar y engrasar aún más su máquina para impartir autoridad.

En una noche en la que se vieron las caras la obligación y la ilusión, Brasil empató con elegancia en un duelo en el que Philippe Coutinho demostró, una vez más, ser un pilar fundamental de la medular carioca, al igual que Paulinho, atento en cada oportunidad que los verdeamarelos tuvieron de cara a portería.