En los equipos de fútbol, sobre toda en la actualidad, se encargan de comprar jugadores para aumentar su calidad, y venderlos para sacar ganancias. A parte de todo esto, muchos clubes siguen sus tradiciones y aguantan con su cantera, su particular escuela de fútbol. En algunos casos resulta ser más prolífica de lo esperado y llega a proclamar a su equipo campeón, llevarlos a la cima más alta del fútbol, sentir la felicidad extrema por lograr un campeonato, un ascenso, una permanencia que les coloque en los libros de historia del equipo, de la entidad en la que se formaron y en la que lograron triunfar, abrirse las puertas de algo más grande, o seguir creciendo con los mismos colores.

Pese a todos estos supuestos, aún queda uno que se escapa, uno que no es plato de buen gusto para todos, las cesiones.

Las cesiones consisten en un acuerdo entre dos clubes, en el que uno de los involucrados presta a un jugador al otro siempre con un tiempo limitado. En el mejor de los casos dicho club incluye una opción de compra, por la que se puede negociar para traspasar a dicho jugador al equipo definitivamente si ha cubierto su trabajo en el campo satisfactoriamente.

En la temporada que hace escasas semanas llegaba a su fin, el Real Sporting de Gijón se hizo con los servicios de hasta ocho jugadores, todos ellos en formato de cesión. Nano Mesa, Michael Santos, Jony Rodríguez, Jordi Calavera, Rubén García, Álex Bergantiños, Juan Quintero o Alberto Guitián. Gran parte de estos jugadores no solo entraron en materia, sino que se hicieron un hueco en el once titular de los dos entrenadores con los que contó el conjunto rojiblanco esta campaña, Paco Herrera y Rubén Baraja. Se convirtieron en favoritos de la afición, marcaron la diferencia, convirtieron goles, o fueron la batuta del equipo, pero tienen que decir adiós, la cesión termina y deben volver a su club.

Jordi Calavera durante un entrenamiento | Fotografía: Diego Blanco
Jordi Calavera durante un entrenamiento | Fotografía: Diego Blanco

LA CARA

Las cesiones entre clubes normalmente están concebidas para el crecimiento de los jugadores que no tienen los minutos deseados y su propietario quiere ver su rendimiento y la calidad que potencialmente tienen. Porque puede que en ese momento no tenga un lugar, no puedan explotar su talento en su equipo. Quieren ver como lo muestra en un gran club, en el que cuente con minutos, para después recuperarlo, o de lo contrario si no convence, venderlo y llenar las arcas. El negocio del fútbol.

Durante la temporada, el rendimiento es fantástico, cumple, aporta, cada vez que juega el equipo sale bien parado, todo es bueno, y por fin logra hacerse con un puesto fijo en el once inicial.

Según lo que le toque, marca goles, distribuye, crea, desborda, defiende. Todo es bueno, el equipo va a velocidad de crucero. Vale, siempre hay frenazos, rachas que hacen que pongan los los pies sobre la tierra, no son invencibles, y de vez en cuando esto puede ser, (siempre en la menor medida posible) necesario. Pero llega un punto que ya no hay vuelta atrás, están en el sitio por el que lucharon desde principio de temporada, tienen la Primera División cerca, ya se puede hasta ver.

Una Primera División que puede significar un posible nuevo contrato que haga que ese jugador, esos jugadores que tantas alegrías dieron puedan volver a jugar con los mejores en El Molinón, Enrique Castro – Quini.

LA CRUZ

El problema es en lo que se convierte cuando llega al otro club, en este caso el Real Sporting, con jugadores como Jordi Calavera y Michael Santos por ejemplo. Dos jugadores que se convirtieron en fijos en el once de gala, uno de ellos el máximo goleador de la temporada del equipo asturiano, otro el fijo en el lateral.

Jony celebrando | Fotografía: Juan Ignacio Lechuga
Jony celebrando | Fotografía: Juan Ignacio Lechuga

Los huecos que dejan estos jugadores se quedan en la memoria hasta que empiece la nueva temporada, dándole vueltas una y otra vez. La posibilidad de recuperarlo, de ofrecer una oferta por él, o de intentar buscar a otro que le proporcione lo mismo al equipo, y todo ello tras una sola temporada, en la que se quedan a las puertas de un ascenso en el cual ell once "de gala" estuvo formado por numerosos jugadores que estaban en Gijón como cedidos: Michael Santos, Jordi Calavera, Jony, Álex Bergantiños, Rubén García, que hicieron creer, y que ya no estarán el en el equipo la temporada que viene.

Todos y cada uno de ellos formó parte del bloque de jugadores que estuvo sin conocer la derrota hasta 12 encuentros, en los que volvieron a ver la luz, y se elevaron hasta ver su objetivo al alcance de la mano.

Pero se acaba la temporada, todo tiene un fin y las cesiones lógicamente también. Jugadores clave abandonan Gijón, el equipo se ve obligado a rehacerse de nuevo, otro año más, buscar y buscar jugadores para cubrir esos puestos que tan bien estaban cubiertos la temporada pasada.

La solución quizás pueda ser no abusar de las cesiones, y en su lugar buscar traspasos al alcance del presupuesto, subir jugadores del filial, que ha cerrado una temporada excelente a pesar de no lograr el ascenso, una mejor gestión en ese plano. 

Y así no ver como año tras año jugadores que han marcado al club y afición y que adquieren sentimiento hacia esos colores, se van de vuelta a su club porque su contrato de cesión por un año se termina y nada más se puede hacer.

"Hicieron creer, pero ya no estarán la temporada que viene"

LOS JUGADORES

Esta temporada gran parte de los cedidos han formado parte directamente de los logros del club, jugadores como Jony Rodríguez, el perdigón de Cangas, uno de los niños prodigio del Molinón, ha podido disfrutar de un segunda pero corta etapa en el club de su vida, volviendo a vestir los colores rojo y blanco y marcando de nuevo goles ante su afición.

El club se ha ganado otro puñado de seguidores, entre los que también está Jordi Calavera. El catalán que escribió su nombre en el lateral, que enamoró a muchos, aunque también sacó a más de uno de sus casillas.

La templanza se instaló en el centro del campo junto al timón rojiblanco, Sergio Álvarez. Álex Bergantiños empezó renqueante y llegó hasta el cielo del Molinón, la creación, la recuperación de balones eterna, el "corta jugadas" que hizo creer más que nunca.

Álex Bergantiños durante un entrenamiento | Fotografía: Onely Vega
Álex Bergantiños durante un entrenamiento | Fotografía: Onely Vega

El uruguayo, pero ya asturiano de adopción, Michael Santos, la garra charrúa con la camiseta sportinguista, el máximo artillero y la pesadilla eterna para los defensas rivales.

Rubén García, la magia, poco más se puede decir del valenciano que cosas buenas.

Juan Quintero, no muy presente en los onces, pero solvente. Alberto Guitián más de lo mismo, se va sin haber tenido mucho protagonismo. Y Nano Mesa, el goleador que cumplió y tuvo su momento cuando Michael Santos sufrió una lesión.

Un equipo que se ve obligado a rehacerse otra vez más, por las cesiones que tanto dan, pero que acaban quitando cuando finaliza el año de competición.