Ayer se dio el pistoletazo de salida al camino de Luis Enrique Martínez García como entrenador de la Selección española de fútbol. El presidente de La Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y su nuevo director deportivo, José Francisco Molina, dieron a conocer su nombre en una conferencia de prensa que tenía al panorama del fútbol nacional expectante por conocer al elegido.

Sucede a Fernando Hierro después de un Campeonato del Mundo algo extraño por todo lo ocurrido previamente a él (fichaje de Julen Lopetegui por el Real Madrid, destitución apenas dos días antes del comienzo del Mundial…), en el que las altas expectativas con la selección se fueron diluyendo poco a poco conforme pasaban los encuentros, hasta que el sueño se acabó definitivamente de romper en la tanda de penaltis frente a la anfitriona Rusia.

Por tanto, su labor va a ser determinante de cara al futuro del fútbol español. Con muchos frentes abiertos, Luis Enrique deberá llevar a cabo una revolución en cuanto al sistema de juego y al plantel, ya que la ausencia de Lopetegui ha afectado de forma clara a las posibles variaciones tácticas sobre el terreno de juego y gran parte de los pesos pesados que llevaron a España a la gloria no continuarán.

Por ello, llega al banquillo un entrenador joven, moderno, laureado y, sobre todo, con carácter. Después de entrenar al Barça B, a la AS Roma, al Celta de Vigo y al primer equipo del FC Barcelona (último club y con el que logró un “Triplete” y varios trofeos más) se encontraba sin equipo, por lo que la combinación de ambos aspectos provocó que RFEF se decantara por él. Un hombre con mano firme que entiende el estilo de juego pero que le espera dar un giro de tuerca y aportar parte de esa garra que él tiene y tenía como jugador, tanto en club como en la Selección española.

Y es que como profesional, “Lucho”, además de por la polivalencia y versatilidad de su juego (podía actuar como delantero, como interior, como centrocampista total, etc.), siempre destacó por su personalidad. Luchador incansable, temperamental, en ocasiones rígido o más tenso de la cuenta, pero siempre seguro de sí mismo, de sus ideales y de su forma de ser y actuar. Una mezcla de características que le hacían siempre que cualquier entrenador o seleccionador quisiera contar con sus servicios. Militó solo en tres clubes: el Sporting de Gijón (club en el que debutó como profesional), el Real Madrid, y, posteriormente, en el Barça (donde se retiró). Sus buenas actuaciones le abrieron las puertas de la Selección en 62 ocasiones, permitiéndole así participar en tres Mundiales, tres Eurocopa y unos Juegos Olímpicos. Después de pasar por las categorías inferiores, disputó los JJOO de Barcelona ’92, en los que conquistó la medalla de oro. En cuanto a las citas mundialistas, la primera de ellas, EEUU ’94, donde se le recuerda uno de los episodios más característicos de su carrera: el famoso codazo de Tassotti. Todo el mundo recuerda la imagen de Luis Enrique con la cara ensangrentada protestando al árbitro húngaro Sándor Puhl la no señalización de penalti tras dicha agresión. Momentos en los que mostraba su temperamento y su pasión a la hora de vivirlo todo sobre el verde. España cayó en ese partido y fue eliminada en cuartos de final de la Copa del Mundo, pero Luis Enrique ya se había ganado el respeto de todos los españoles.

Tras ello, a pesar de vivir buenas etapas en sus respectivos equipos, vinieron épocas de decepciones con la camiseta nacional. La Eurocopa de Inglaterra 96’ (eliminación en cuartos), el Mundial de Francia 98’ (eliminado en fase de grupos), la Eurocopa de Bélgica y Países Bajos 2000 (derrota en cuartos), y la Copa del Mundo de Corea y Japón ‘02 (de nuevo en casa en cuartos de final) fueron los torneos internacionales en los que participó Luis Enrique con la camiseta de España y en los que parecía escribirse una historia negra con las eliminatorias (hasta el cambio en la historia reciente). Tanto en banda, como por dentro, como en punta, Luis Enrique consiguió anotar la cifra de 12 goles con “La Roja”, hasta que la polémica y dolorosa derrota frente a Corea del Sur en 2002 puso punto y final a su relación.

Ahora, su papel con el combinado nacional será diferente. Será el encargado de dirigir el barco hacia nuevos destinos y objetivos, por lo que en estos dos años que tiene de contrato de cara a la Euro 2020 deberá marcar las directrices de lo que quiere que sea su selección y de cómo va a evolucionar el fútbol español. Es la hora de renovarse, y Luis Enrique, por el éxito obtenido y su gen competitivo y ganador, es el idóneo para ello.