Llamémosle destino o pura casualidad. El caso es que el 9 de julio para Luis Enrique a partir de ahora tendrá un doble significado. El día que Rubiales y la Federación han elegido para anunciar su contratación como seleccionador para los dos próximos años, coincide con el aniversario de un acontecimiento marcado para él y para la historia del fútbol español.

Corría el verano del 94. España disputaba en Estados Unidos los cuartos de final de la Copa del Mundo ante Italia. De una de las formas más crueles que pueden imaginarse, España se iba a quedar fuera de esa Copa del Mundo. Un partido tenso, duro y ante un rival aguerrido que supo administrar su armas para llevarse el gato al agua, incluso con alguna acción ruin y miserable. Sí, hablamos del codazo de Tassotti a Luis Enrique.

Roberto Baggio aprovechó la única oportunidad que tuvo Italia para desequilibrar el marcador a dos minutos del final. España apuraba sus opciones de forzar una prórroga y en un centro lateral, el nuevo seleccionador español entraba al remate cuando el codo de Tassotti se puso en su camino. Luis Enrique sangraba y España lloraba. El sueño mundialista se acababa, y no es fácil idear una forma más dramática, injusta y dura que la que se dio.

Luis Enrique, un hombre con carácter tanto como jugador como en los banquillos, siempre ha mantenido un compromiso irreprochable con la selección. De hecho, ha manifestado en alguna ocasión públicamente su deseo de ocupar el cargo que a día de hoy desempeña. Su nivel de identificación con la selección es máximo, y su primera función como director técnico del conjunto nacional es terminar la regeneración de nombres y estilo que inició Julen Lopetegui y armar un equipo competitivo de cara a la Eurocopa de 2020.