El Cádiz CF empieza a dar miedo a sus adversarios, da igual que sea un equipo humilde y recién ascendido como el Rayo de Majadahonda o un equipo que hace dos días estaba compitiendo en Europa como el Deportivo de la Coruña, uno por uno van cayendo en la trampa amarilla y, exceptuando un traspiés puntual como en Málaga, terminan sucumbiendo ante los gaditanos.

El mejor ejemplo lo tenemos en los gallegos: Segundos en la clasificación hasta el momento del encuentro, con una racha de 13 partidos seguidos sin perder y siendo el equipo más goleador de la categoría, cambiaron su esquema habitual para dar entrada a cinco defensas de inicio por el respeto a los de Cervera. Todo el mundo sabe de sobra como juegan los de la Tacita de Plata, pero casi nadie sabe como pararlos.

El Cádiz no es el equipo con mayor posesión de la pelota, no tiene la circulación de balón más fluida, ni le hace falta. Presión alta y a esperar el fallo para, cada vez que llega al área contraria, hacerlo con claridad y peligro real. Los amarillos te hacen creer que los estás dominando y cuando menos te lo esperas te llevas el primer gol en contra. Ya lo dijo José Mari al acabar el choque: "Este equipo tiene corazón, alma y es valiente". 

La piña que han conseguido hacer en el vestuario gracias a una mezcla de jugadores con experiencia como Sergio Sánchez o Cifuentes y jovenes con talento y proyección como el canterano Manu Vallejo parece estar dando sus frutos. El Cádiz CF se va de vacaciones con los deberes hechos y más de la mitad de los puntos que hacen falta para atar la permanencia cuando aún faltan dos jornadas para acabar la primera vuelta. Así pues la parroquia cadista acaba el año contenta con los suyos, soñando con lo más alto y con los mejores deseos para 2019. Felices y amarillas fiestas.