La vergüenza es una cualidad con la que las personas conviven a diario en su vida. Para un futbolista puede ser habitual tenerla en numerosas ocasiones en el campo cuando su equipo necesita de sus cualidades. Para Álvaro Vadillo, no. El de Puerto Real es, en el buen sentido de la palabra, todo un sinvergüenza cuando se calza las botas y tiene el balón en su poder. El Granada disfruta del descaro de un jugador que este lunes dejó esa vergüenza en casa y dio una masterclass de lo que es jugar al balompié.

La generosidad

Todo sinvergüenza tiene su parte amable con aquellos que lo rodean. Y así lo mostró anoche Vadillo en Los Cármenes. El canterano bético posee un guante en su pierna derecha, y en una acción a balón parado volvió a demostrarlo. Corría el minuto diecisiete de encuentro cuando, en una jugada ensayada por los de Diego Martínez, Vadillo colocó el esférico en la cabeza de Montoro para que este, con un tremendo testarazo, abriera el marcador e hiciera estallar a la parroquia nazarí.

Pero es que no tuvo bastante Álvaro Vadillo con regalar un gol a su compañero. Al borde del descanso, y tras burlarse del lateral zurdo con una facilidad asombrosa, el atrevido volvió a centrar en busca del remate de un compañero. Un centro que acabó tocando en un defensor antes de llegar a su destino final, la pierna de Montoro. Y es que la fortuna sonríe a aquellos que priorizan el bien general antes del particular. Una casi segunda asistencia que dejó en bandeja el tanto al goleador de la noche.

La travesura

El niño malo de clase tiene en mente realizar alguna travesura a lo largo del día. Pues lo mismo le ocurre a Vadillo cuando pisa el verde. El atacante del Granada realizó en el partido de ayer una de esas acciones que salen repetidas mil y una veces en los resúmenes de plataformas como Youtube. La diablura tuvo lugar entre su primer y segundo regalo a Ángel Montoro, concretamente en el minuto treinta y siete.

El conjunto de Diego Martínez gozaba de un lanzamiento de falta bastante escorado en la zona izquierda del ataque. Minutos antes, Vadillo había servido un córner que Montoro había cabeceado a la red, como hemos comentado con anterioridad. En esta ocasión, pareció una nueva oportunidad para realizar un centro, pero Vadillo sorprendió. El de Puerto Real no se lo pensó dos veces y, con esa forma tan peculiar que tiene de pegarle al esférico con el interior del pie, estrelló el balón en la madera haciendo resoplar a un Edgar Badía que poco podría haber hecho si ese esférico coge portería. El travieso había vuelto a hacerlo.

El atrevimiento

Si hay algo que caracteriza a Vadillo sobre el césped es la falta de vergüenza cuando su equipo ataca. O lo que es lo mismo, el de Puerto Real es el primero en pedir a sus compañeros que le den el balón para encarar a su par. El ‘7` nazarí destaca por ser un extremo que no rehúye el encuentro con el defensor y busca, una vez tras otra, driblarlo. Un regate que sirve para acabar disparando o para poner en servicio del equipo su generosidad a través de servicios medidos a los compañeros.

Y es que en la noche de ayer Vadillo volvió absolutamente loco a su pareja de baile, Manu. El lateral del Elche sufrió la inspiración de un futbolista que cuando está bien es muy difícil de parar. Un atrevimiento que necesita el Granada de aquí a final de temporada para pelear por un objetivo que a principio de curso era inimaginable, el ascenso directo.

El reconocimiento

Una asistencia y media, un disparo de falta a la madera, mil y una jugadas encarando al rival, y un trabajo incansable en la faceta defensiva. El partido de Álvaro Vadillo fue digno de lo que acabó recibiendo cuando el técnico del Granada decidió sustituirlo. El de Puerto Real se marchó del césped ovacionado por una afición encantada de tener en sus filas a uno de los mejores descarados del fútbol español. Y es que cuando uno hace bien su trabajo, no está de más reconocerlo.