En los últimos cuatro partidos del Real Oviedo, de ellos tres ganados y uno perdido, este balance lo hubiese firmado cualquier oviedista, pero tras tres victorias se esperaba acabar con la maldición maña.

El plan del equipo de Anquela fue el mismo que en los pasados compromisos, muy ordenados en defensa y con una salida rápida en ataque. Durante los primeros minutos la idea ovetense salió a la perfección, y todo indicaba a un final feliz, con ocasiones más claras que el rival y sin sufrir en defensa. El Real Zaragoza controlaba la posesión pero nada más, se mostraba endeble en la faceta defensiva, cuando Bárcenas tocaba el balón pasaba el peligro cerca de la portería rival, y en ataque, salvo alguna cabalgada de Papu o algún detalle de Pombo, los maños no eran capaces de asustar a los asturianos. La primera parte terminaba con un partido sin demasiadas complicaciones para el equipo azul.

La segunda parte fue otra historia, los maños llegaban con algo más de peligro, pero sin tener ninguna ocasión clara. El problema para los intereses del Real Oviedo es que no conseguía salir con velocidad al ataque. Entonces de nuevo Bárcenas era objeto de penalti, Alanís lo erraba. Ese fallo fue un palo demasiado duro para los de Anquela, pues a partir de ahí cambió su protagonismo en el partido, el equipo se vino atrás, retrocedió unos metros y renunció al ataque. No pasaba apuros, pero en una jugada de mala suerte, Alvaro Váquez, en posición adelantada, recogía un rebote y batía a Champagne. Otro palo y el definitivo porque los azules no fueron capaces de reaccionar. De nuevo el goleador, a la salida de un córner remataba de manera espectacular a la red. Dos a cero y sin noticias de los de Anquela en ataque. 

No se puede decir que los azules hiciesen mal partido, pero sí quizás que pecaron de poca ambición, de ahí que se escaparan los tres puntos ante el Zaragoza.