El sorteo ha deparado un mes que traerá tres clásicos. Al liguero de la segunda vuelta se le sumarán dos más correspondientes a la Copa. Un torneo que, aunque suele ser el tercero en importancia para todos los equipos, este año ha ido adquiriendo un sabor especial. Remontadas, polémicas, tanganas, y ahora un clásico, hacen que la de este año sea una Copa del Rey un tanto especial. 

Un partido que parece que será muy diferente al de la primera vuelta. No tanto por le nivel del Barça, que sigue siendo alto, sino por la mejoría del Real Madrid, que parece estar oliendo que se acerca la Champions y empieza a apretar el acelerador. Un atracón de clásicos que hacen que del mes febrero un tiempo clave para las aspiraciones de ambos equipos. Dos clásicos más que les llegan a ambos en el punto álgido de la temporada.

Más eficacia que juego

No está destacando el Barcelona este año por el juego desplegado precisamente. El nivel de los de Valverde no es tan alto como los de temporadas atrás, pero si hay algo indiscutible es su eficacia y la fiabilidad. Aunque no deslumbre al mundo por el estilo made in Barça que lo ha caracterizado, el equipo azulgrana vence sus partidos con una sensación de comodidad apabullante.
Da la impresión de ser un conjunto casi imposible de vencer sobre todo en este tramo de temporada. Las rondas anteriores de Copa son una muestra de ello. Cuando ha necesitado remontar, ha puesto la velocidad de crucero y ha remontado a Levante y a Sevilla con goleada de escándalo incluida. El nivel de los Messi, Dembele y Suárez de cara a puerta está siendo la clave para mantener a los suyos en la lucha por todas las competiciones. Cada llegada al área rival se cuenta casi como gol u ocasión clara seguro. Será necesario un nivel defensivo y una capacidad de concentración muy alta para detener al ataque culé.
Messi y Suárez celebran un gol en el Sánchez Pizjuán/ Foto: Vavel
Messi y Suárez celebran un gol en el Sánchez Pizjuán/ Foto: Vavel

Sensación de fragilidad defensiva

Por el contrario, cuando el balón está en la otra mitad del campo, las sensaciones que transmiten los azulgranas son totalmente opuestas. La solidez defensiva no es uno de sus puntos fuertes y cada partido permite al rival tener una cantidad de ocasiones muy superior a las que un equipo como el Barcelona debería conceder. La sensación de vulnerabilidad defensiva es alta. Para muestra de ello, el encuentro de la semana pasada ante un Girona que, incluso con diez jugadores y mientras le duraron las fuerzas, tuvo a los del Valverde en su área y tuvieron varias ocasiones muy claras. 
Si el rival es capaz de presionar y robar en campo contrario, las posibilidades de hacerlo un tanto a los culés aumentan considerablemente. Busquets se encuentra muy solo en el medio campo para detener los ataques contrarios y si en frente tiene un equipo con la calidad ofensiva del Real Madrid, será una tarea complicada que mantengan la portería a cero.

La necesidad de Messi

Si algo ha quedado de manifiesto en este tramo de temporada es la necesidad que tiene el Barcelona de que Leo Messi esté sobre el terreno de juego. El argentino descansó en la ida de los octavos y los cuartos de esta Copa y su equipo perdió los dos partidos dejando sensaciones de ser muy vulnerables. Sin embargo, en ambos partidos de vuelta con Messi de titular, la imagen fue radicalmente opuesta y las remontadas se antojaron incluso fáciles. En el partido liguero ante el Leganés sucedió algo parecido. Un equipo que luchaba por el descenso consiguió empatar el partido en el Camp Nou y cada llegada creaba el runrún en la afición blaugrana. Messi acudió al rescate y partido solucionado.