El partido comenzó de la forma en que nadie quiere que comience. Y no, no estoy hablando de un gol en contra o una lesión repentina, sino de un minuto de silencio por la pérdida de dos personas muy cercanas para miembros de la institución ovetense. Hablamos de Alberto Piquero, padre de Gabri Piquero, entrenador del Cadete B, y de Rafael Cortina “Falo”, padre del jugador, Edu Cortina.

Tras el emotivo silencio del Carlos Tartiere, caballeroso como siempre, el árbitro, Santiago Varón Aceitón, que estuvo bien, dio comienzo al encuentro. En la mente de los jugadores azules estaba continuar con la buena racha de 15 puntos de 18 posibles para tratar de ampliarla a 18 de 21.

Por las cabezas alfareras, no pasaba otra cosa que no fuese revertir la mala dinámica en la que se encuentra inmerso el equipo de la ciudad de las afueras de Madrid. En el banquillo, al primero que le interesaba que el Alcorcón pasase por ese punto de inflexión que les devolviese a lo alto, era a Cristóbal Párralo, el que fuera lateral del Real Oviedo en dos etapas, comprendidas, la primera de ellas entre 1988 y 1989 y la segunda entre 1992 y 1995 y que ahora volvía a la capital del Principado como entrenador visitante.

La primera parte fue un monólogo amarillo en toda regla, y aunque en zona de tres cuartos al equipo madrileño se le nublaban las ideas, tenía controlado el balón en todo momento haciendo sufrir al lateral derecho del Real Oviedo, Carlos Martínez, por medio de internadas por su banda del habilidoso y rápido extremo izquierdo, Nono.

Precisamente la mala suerte se cebó con el de Badajoz y, tras haber gozado de la ocasión más clara para los alfareros, por medio de un disparo potente que se marchó rozando el palo de la portería de Nereo Champagne, tuvo que abandonar el terreno de juego por lesión, al filo del descanso.

Tiro del extremo Nono, que se fue rozando el palo. | Imagen: Real Oviedo
Tiro del extremo Nono, que se fue rozando el palo. | Imagen: Real Oviedo

Con dominio alfarero, Varón Aceitón señaló el camino a los vestuarios y la renovación de ideas propuesta desde el banquillo pareció funcionar. Tras la reanudación, Javi Hernández fue el damnificado en nombre de un dibujo táctico, el de los cinco defensas. La zaga pasó a ser de cuatro y Johannesson entró en lugar del andaluz. La grada murmuraba porque el recambio natural del lateral izquierdo, el valenciano Mossa, seguía en el banquillo.

Bolaño pasó a ocupar el lateral izquierdo y a partir de la entrada al campo del centrocampista Javi Muñoz, el Real Oviedo pasó de ser un equipo conformista a ir a por un partido que sabía que no se le podía escapar. El lateral cántabro interpretó a la perfección cuándo subir la banda para colaborar en ataque y cuando quedarse atrás, replegado con el resto del equipo.

La jugada del único tanto del partido también pasó por las botas de Christian. El de Santander ya había puesto un magnífico centro unos minutos antes y Diegui Johannesson, incorporándose por el carril derecho, remató alto. Sin embargo, este segundo ‘caramelito’ no iba a ser desaprovechado por el equipo de Juan Antonio Anquela.

Sergio Tejera supo perfectamente dónde iba a caer el centro desde la izquierda e incorporándose desde el carril central, remató un balón cruzado que pilló a contrapié al portero del Alcorcón, Dani Jiménez, y acabó entrando lentamente en la portería del fondo norte del Carlos Tartiere.

El goleador de anoche, Sergio Tejera, celebra el gol con su habitual gesto. | Imagen: Real Oviedo
El goleador de anoche, Sergio Tejera, celebra el gol con su habitual gesto. | Imagen: Real Oviedo

A partir de ahí, el Real Oviedo no sufrió más que en una falta lateral provocada por Nereo Champagne, que cometió mano por tirarse a quemarropa a por una pelota y pasarse de frenada saliendo del área con el balón.

Con el remate alto del Alcorcón, el Real Oviedo se sabía ganador del encuentro y jugó a placer con el tiempo de descuento, que fue de tres minutos, periodo de tiempo en el que Bolaño vio la cartulina amarilla por retrasar la puesta en juego del balón con ánimo de perder tiempo.

Tras el encuentro, los jugadores fueron al centro del campo a devolver a la afición el cariño prestado y, además, lucieron una camiseta con el número 30, de Edu Cortina, como muestra de apoyo. El Tartiere coreó el nombre del canterano azul y posteriormente se procedió a la ya habitual 'Haka', para celebrar unos tres puntos que son, a pesar de no haber elaborado un juego muy vistoso, oviedistas.