Corren tiempos complejos por Chamartín. Esos que un madridista nunca piensa que van a llegar, aunque en esta ocasión el golpe se veía venir desde lejos. El Real Madrid seguía un rumbo desestabilizado, con numerosos altibajos entre medias e inmerso en un mar de dudas que nada ni nadie conseguía dispersar. Quién iba a decir que el equipo ganador de las últimas tres ediciones de la Champions League atravesaría ésta situación. Zidane, indirectamente, lo avisó.

Dicen que después de la tempestad viene la calma, pero en terreno madridista se busca respuesta a la pregunta de cómo conseguir la calma a día de hoy. Probablemente no exista. Sin nada en juego y tras una semana que quedará anclada en la mente, la continuidad del entrenador pende de un hilo a punto de romperse, la directiva está bajo el punto de mira y los jugadores cuestionados por su rendimiento. Así es imposible alcanzar un estado de tranquilidad. Llega un época de cambios en la que la paz merengue brillará por su ausencia, tendrán que prepararse.

Son varios los meses que quedan por delante para volver a ver al Real Madrid competir por un título. Antes deben confirmar su presencia para la próxima temporada de Champions, algo que no será pan comido. Se podría catalogar como una crisis general, tanto de juego como de vestuario, incluso llegando a las oficinas. Comienza una nueva etapa de reconstrucción y lo que resta de temporada va a ser vital para las aspiraciones del club las próximas temporadas.

Además de luchar cada partido de los 12 que restan de la temporada, el club deberá ir planificando y dando forma al Madrid de la próxima campaña. El ambiente va a estar algo enrarecido en las proximidades del Santiago Bernabéu como se pudo anticipar tras el partido del Ajax. Cánticos al palco, pitos a los jugadores y aficionados cabizbajos que resumen lo que está siendo este comienzo de año para el equipo. No son buenos tiempos para el madridismo, que ya mira más allá del ocaso para encontrar un atisbo de confianza.