A todos los maños se les quedó una sensación agridulce después del partido contra la Ponferradina, y eso que sacar un punto fuera de casa en esta categoría no es nada fácil, pero cuando la victoria se escapa a cinco minutos del final y después de hacer un partido digno, siempre hay ganas de conseguir los tres puntos.  

Siendo realistas, el empate se veía venir, y era predecible por los movimientos tácticos de ambos equipos. El partido cumplió con un guión claro de un equipo favorito, que fue el Zaragoza, que intentaba dominar con un juego directo, y otro equipo, el menos favorito, que fue la Ponferradina, que con sus armas del balón parado, las jugadas ensayadas y un juego físico, consiguió igualar al Zaragoza.

Un encuentro muy táctico 

Unas de las claves del partido se pudo ver ya en el once inicial, la entrada de Igbekeme por Soro hizo al equipo mucho más compacto, transformó el sistema al rombo al que estaba acostumbrada la parroquia maña la pasada temporada, y este movimiento táctico liberó a Suárez de las funciones defensivas para que se centrara más en atacar.

Otro factor importante y determinante en el marcador, fue lo que Zaragoza y Ponferradina hicieron después del gol de Kagawa. Ambos equipos. pocos minutos después del gol. hicieron cambios en sus filas. La Ponferradina incluso cambió de dibujo, del 4-2-3-1 al 4-4-2, aprovechando la entrada de Yuri, un delantero corpulento que ganó la mayoría de batallas con los centrales del Zaragoza, y dio mucho oxígeno a su equipo.  

Además el Zaragoza también hizo cambios. Quitó a tres jugadores de ataque, metiendo un delantero natural, un extremo y un lateral en el campo para intentar aguantar el resultado. Estos movimientos replegaron al equipo e hizo que se perdiera el control de la pelota.

Al final esta sangría de cambios desembocó en el empate final. Un resultado que a estas alturas de la temporada no es malo, pero que se espera que no se echen de menos estos dos puntos.