Este Real Zaragoza no se rige por esquemas. El dibujo con el que los jugadores saltan al campo no es más que una disposición inicial a partir de la cual se ponen en práctica los mecanismos trabajados en los entrenamientos. Se trata de una máxima con la que el cuerpo técnico zaragocista lleva trabajando desde el inicio de la pretemporada, aunque es cierto que pueden observarse patrones comunes. Estos comportamientos, a los que Víctor Fernández y Lalo Arantegui han ido poniéndoles nombre conforme avanzaba el mercado, requerían de futbolistas con características específicas, muescas concretas que encajasen a la perfección con el resto de piezas.

Protagonismo de dos dibujos

El 4-2-3-1 partía como esquema de referencia en los inicios del curso. Así quedó patente durante la segunda mitad de la temporada pasada, siendo la táctica más utilizada por Víctor en su búsqueda por dejar atada la permanencia cuanto antes, dejar atrás un año gris y dejar que el sol entrase por las ventanas para el nuevo. Sin embargo, el mercado estival ha dejado un Zaragoza reforzado. Reforzado en cuanto al aumento de prestaciones individuales (Atienza mejora a Verdasca o Álex Muñoz, Vigaray a Benito y Dwamena y Suárez hacen lo propio respecto a Gual y Vázquez, por ejemplo), pero también en lo relativo a la riqueza y variedad de perfiles, con futbolistas que pueden adaptarse a varias posiciones sin perder un ápice de rendimiento por el camino.

Esta flexibilidad permite al técnico mutar fácilmente de dibujo incluso durante el transcurso de un encuentro. Así, dar entrada a Lasure por Dwamena y plegar al equipo en un 4-4-2 permitió al Zaragoza amarrar los primeros tres puntos de la temporada contra el Tenerife, un tesoro que las continuas internadas de Suso Santana por la banda derecha del ataque amenazaban con arrebatar. Doble revestimiento al lateral izquierdo zaragocista, con Lasure como interior de clara tendencia defensiva, y se acabó el problema. O la sustitución de Shinji Kagawa, ya sin gasolina tras un buen estreno ante su público, por un Álex Blanco con todo el campo para correr y más de diez minutos para dinamitar la defensa rival. Y el extremo lo consiguió, provocando una expulsión y el penalti que supuso el gol de la tranquilidad. Una victoria trabajada desde el banquillo.

El rombo y su máxima expresión en Alcorcón

Es el 4-4-2 el segundo esquema predilecto de Víctor Fernández, aunque con un matiz: el rombo. Esta figura, que encandiló al aficionado zaragocista durante la segunda mitad de la temporada 2017/18 y fue considerada como imposición absurda e ilógica el pasado curso, ha sido en el actual la encargada de traer los mejores minutos del Zaragoza sobre el césped hasta la fecha. Al margen de la defensa, donde Atienza ha puesto el cerrojo junto a Grippo y Vigaray se está revelando como un lateral derecho para optar a todo, el centro del campo que formó en Santo Domingo cuajó un encuentro impoluto, gobernando sobre el ritmo del encuentro y campando a sus anchas por el verde.

El rombo, como es sabido, es una disposición compleja y difícil de dominar, que cuando se consigue es complicada de contrarrestar y requiere de jugadores con unos rasgos muy determinados. Y el Zaragoza los tiene. Eguaras es el perfil de futbolista idóneo para ocupar el vértice inferior, y el nivel exhibido en Alcorcón, cercano a sus máximas prestaciones, invita al optimismo. Precisa de interiores fuertes físicamente, de largo recorrido y capacidad de robo y repliegue, pero también de elaboración y buen trato de pelota. Jugadores que abarquen una gran superficie del terreno de juego. El Zaragoza cuenta con Igbekeme, Guti y Ros para ese puesto, sin olvidarse de que Zapater sigue en nómina y podría aportar sacrificio y pulmón, si sus dolencias se lo permiten en un futuro. Y si es necesario, Lasure también puede prestar servicio en esta demarcación, tal y como sucedió en el último encuentro, donde ofreció un rendimiento notable adaptando su juego al interior izquierdo.

Una pieza maestra

Y luego está Kagawa. El nipón es un futbolista de talla suficiente como para hacerle un traje a medida, un equipo a su alrededor que le permita explotar al máximo sus contrastadas capacidades. Su sitio está en el enganche, apareciendo entre líneas. Disfruta con dos puntas por delante, veloces y que dibujan continuos desmarques de ruptura para abrir espacios, que permiten mostrar su brillantez en el último pase o su capacidad para armar el disparo. Una pieza valiosa, de la que se aprovechan los jugadores de su entorno y sobre todo Suárez y Dwamena, dos delanteros que reúnen los requisitos que exige el sistema y que pueden aprovecharse del mismo para incrementar sus cifras goleadoras y sumar fechas a la lista de buenas actuaciones. El colombiano ha comenzado mejor, con tres goles ya en su haber y dejándose el alma para aplauso de la afición zaragocista, pero el ghanés poco a poco va dando muestras de haber sosegado su ánimo y haberse adaptado al rol que Víctor Fernández, con gran ilusión, tenía reservado para él. El domingo estrenó su cuenta particular y ofreció su mejor versión hasta la fecha, en una progresión que apunta a ascendente.

Un once variado y flexible

En base a lo expuesto, el zaragocismo tiene ya toda la información a la hora de elegir su once favorito, que puede ser diferente en cada caso y, a pesar de ello, eficaz y capaz de ganar partidos. Y eso es lo mejor de todo. Si se me permite, un servidor adelanta el suyo, que sería el presentado en Alcorcón –y teniendo en cuenta el nivel al que rayaron cada uno de los futbolistas en el encuentro más reciente, el del pasado domingo- con la excepción de Igbekeme, que entraría en el lugar de Lasure. Así pues, quedaría un 4-4-2 en rombo con la siguiente disposición:

Cristian Álvarez; Vigaray, Atienza, Grippo, Nieto; Eguaras, Guti, Igbekeme, Kagawa; Luis Suárez, Dwamena.