Lo más grave de la destitución de Marcelino no es esta en sí. Ni siquiera el cómo se ha producido. Lo peor de todo es tras lo que se ha producido. Pero esto no es más que otro efecto colateral de la ignorancia de empresarios millonarios que compran clubes de fútbol. Porque está claro que Peter Lim, dueño del Valencia, conoce mucho de negocios, pero poco de fútbol.

El técnico asturiano ha sido cesado después de conseguir durante dos campañas consecutivas la clasificación a la Champions League y, lo más destacado, el título de Copa del Rey. Cesado tras devolver al equipo ché al lugar que se merece luego de haber quedado en la duodécima plaza dos campeonatos consecutivos. Y todo por múltiples discrepancias entre el club y el entrenador que este último ha hecho públicas en varias ocasiones en sala de prensa. 

Es obvio que lo de Peter Lim no es un problema de memoria. Él es consciente de lo que su equipo ha obtenido estas dos últimas temporadas. De lo que no es consciente es de la importancia de estos logros. No es consciente del trabajo y esfuerzo que conlleva obtener una plaza en Champions League en una competición como en LaLiga, con el FC Barcelona, el Real Madrid o el Atlético de Madrid asegurándose casi desde el principio de cada campeonato las tres primeras plazas y rivales de un nivel más parejo como Sevilla, Athletic de Bilbao o Getafe, o de lo que significa para la entidad valencianista levantar un trofeo tras once años de sequía frente a uno de los mejores equipos del mundo.

Y por supuesto, no es consciente de lo complicado que se le va a hacer a los jugadores amoldarse después de dos años a la nueva metodología de juego que tratará de imponer el nuevo entrenador Albert Celades. El conjunto valenciano pasará de un técnico cuyo estilo se basa en la fortaleza defensiva y el contraataque a uno que tiene como directriz fundamental mantener la posesión del balón. Dos estilos completamente opuestos. Y todo esto llega con el partido ante el Barça en el escaparate.

El Valencia se encuentra en una crisis industrial que Lim se ha encargado de estallar con el despido de Marcelino. En una profunda crisis también se encuentra también sumergido el Málaga que, aunque no se puede comparar ni de lejos su situación con la del Valencia, tiene un factor común: un máximo mandatario sin mucha idea de fútbol -en este caso, un jeque-. Es el grave riesgo al que se someten los equipos cuando son vendidos.

Sin embargo, en Almería parece haber llegado la esperanza. Hace unos días se confirmó la compra del club almeriense por parte del jeque saudí Turki Al-Sheikh. La diferencia entre este y otros dueños de clubes como Lim y Al-Thani se encuentra en que este sí parece saber de fútbol o, al menos, estar interesado en aprender, otro aspecto fundamental. Prueba de ello es que recientemente mantuvo una reunión con distintos entrenadores como Quique Setién, a los que pagó para conversar sobre fútbol y debatir. Esperemos que no sea un espejismo y sí la excepción que rompe la regla por el bien del fútbol.

Ahora el Valencia y Peter Lim se encuentran en una grave situación. El Valencia saldrá bien parado si consigue llevar a cabo una buena campaña de la mano de Celades, lo que no será nada facil; sin embargo, peor lo tiene el dueño del club que, con toda la afición ché en su contra y pidiendo su marcha, no parece que tenga nada sencillo lavar su imagen.