Fue la gran ilusión del verano. Después de un año de continuas decepciones y de, como muchos lo llamaron, de transición después de una época dorada liderada por Cristiano Ronaldo, Hazard estaba llamado a ser el abanderado de este nuevo proyecto. 

Su labor era, precisamente, la de ocupar ese vacío que había dejado el portugués. Tarea complicada sin duda, pero el belga había demostrado en su temporada con el Chelsea y en el pasado Mundial que es una estrella mundial. Su presentación recordó a aquellas de los grandes galácticos. Nadie duda de que debe ser el que se eche el equipo a su espalda. El Madrid ya tenía a su gran estrella e incluso le otorgaron el mítico dorsal número 7, herencia de los mejores jugadores de la historia del Real Madrid.

Sin embargo, en cuanto empezó la pretemporada, las sospechas sobrevolaron sobre las espaldas del reciente fichaje. Unas dudas que tenían como motivo principal el peso con el que Hazard había llegado de las vacaciones. La justificación de que la constitución del jugador era de esa forma y que siempre había estado en ese estado físico le permitieron obtener un tiempo necesario para mejorar. El madridismo decidió ser paciente y esperar a que el trabajo de pretemporada pudiera hacer que el belga llegara a su pico de forma.

La lesión que sufrió le hizo perderse los primeros partidos, pero, una vez que volvió, el nivel no ha sido el esperado. Tan solo detalles, chispazos de la calidad que atesora un jugador de clase mundial. Pero eso, en el Real Madrid y tras haber costado 100 millones de euros y ser el elegido para sustituir a Cristiano, no es suficiente. Partido tras partido nunca ha brillado al nivel estelar que hizo en el Chelsea.

El propio Hazard mismo en rueda de prensa previa al partido del Brujas reconoció que necesita un gol o una asistencia para comenzar a rodar, para obtener moral y para demostrar al madridismo que no se equivoca depositando sus esperanzas en él. El sábado ante el Granada tendrá otra oportunidad para despertar de su letargo.

Por ahora, el Bernabéu aguarda con paciencia la aparición de su estrella. Pero Hazard debe andarse con cuidado, la afición madridista no se caracteriza precisamente por su calma y un par de partidos sin estar al nivel que se le exige puede empezar a levantar los primeros pitos. Un estadio que ha silbado a sus mayores leyendas no perdona a nadie. Hazard aún está a tiempo.