Unos 1800 kilómetros separan el Estadio de Ipurúa del Eden Arena. Una distancia cuanto menos holgada, que bien se puede trasladar en términos futbolísticos a la actuación de un inquietante Barça. Si bien el pasado sábado la papeleta de los de Ernesto Valverde llamaba al optimismo tras imponerse con holgura y destellos en tierras vascas, a años luz se quedaba la imagen mostrada tres días más tarde en Praga, donde a pesar de amarrar el liderato europeo tras imponerse por 1-2, dibujaba ante el combativo Slavia un cuadro lleno de sombras.

Marca Messi, sufre el Barça

Sabedor de su superioridad ante un Slavia Praga que nada tenía que perder, el Barça parecía encaminarse hacia una cómoda victoria nada más saltar al césped. Era el de siempre, Leo Messi, quien sintonizaba con las esperanzas de los suyos para abrir brecha en el marcador a los tres minutos del choque. Una triangulación con el brasileño Arthur Melo finalizaba en las redes defendidas por Kolar para erigir el poder blaugrana en el marcador. Incitaba el primer tanto culé a pronosticar un guión como el de Eibar, en el que se impuso la lógica azulgrana a base del dominio del balón. Pero no fue así. A pesar de una primera media hora en el que domesticó al Slavia Praga de manera discreta, gozando de su segunda oportunidad en el minuto 26 cuando Luis Suárez volvía a citarse con su maldición de cara al gol en Champions, el Barça no logró ni mucho menos imponerse  sobre el rectángulo de juego.

A pesar de avanzarse pronto en el marcador, el Barça no supo imponerse sobre el césped ante un Slavia que incomodó al conjunto de Ernesto Valverde

Ante un escenario no tan temible como el que preveía desde un inicio, el Slavia Praga no dudó en mostrar sus cartas pasada la media hora y se vino arriba. Enseguida puso en aprietos a un Marc André Ter Stegen que bien merece una estatua como guardameta culé, ejerciendo una vez más de salvavidas de una defensa dubitativa. . Providencial, Ter Stegen salvó hasta en tres ocasiones a los suyos de males mayores en el asedío checo de la primera mitad. La pizarra de Trpisovsky, sin “9” puro y con un centro del campo abundante, puso en aprietos al dueto central que forman Piqué y Clement Lenglet, que pronto necesitaron la ayuda de sus laterales y de Busquets para achicar el peligro. El despertar del Slavia en el partido, desorbitó por completo también al centro del campo culé. Alejados de su mejor versión, De Jong y Arthur no fueron capaces de dar al juego azulgrana esa parsimonia que había lucido especialmente en Eibar, y se distanciaron del balón.

Sufrimiento y liderato

La segunda mitad arrancó como el desenlace de la primera. El tridente azulgrana se había difuminado entre la niebla de Praga, y el Barça seguía perdido en su laberinto ofensivo. Apenas pudieron conectar Messi, Suárez y Griezmann, afectados también por el atasco que sufría el trivote formado por Busquets, Arthur y De Jong. En la batalla táctica, el conformismo de Valverde contrastaba con los movimientos de  Trpisovski, que pasaba a jugar con un nueve puro. Fue Tecl quien agravaría la pesadilla de Piqué y Lenglet, ejerciendo de boya en las conexiones ofensivas del conjunto local. 

Cuando más necesitaba el Barça acomodarse en el partido y ensanchar su ventaja, llegó la igualada por parte del Slavia, que encontró en Jan Boril la vía hacia el empate. Se derrumbaba el Barça, desorbitado y sin argumentos para discutir el partido a la “cenicienta” del grupo. Los checos vieron en el empate la excusa perfecta para lanzarse al ataque, y con una presión alta y agobiante, trataron de poner en apuros al favorito. Sin embargo, en medio de las turbulencias, apareció una de esas faltas laterales que tanto le gustan a Leo, que sirvió para que Olayinka en propia meta aliviara las penas azulgranas y colocara en ventaja al elenco de Ernesto Valverde.

El gol de Boril era el premio al empeño del Slavia, pero un gol en propia meta y Ter Stegen dieron al Barça la victoria

Respiraba el técnico culé con el segundo gol de los suyos, cuando peor veía el devenir del choque desde el banquillo. Pero el sufrimiento no cesó, y el Barça se vió obligado a aferrarse al marcador y a verlas venir. Trataron la zaga culé y Ter Stegen sacar todo lo posible mientras clavaban la mirada en el cronómetro. Pedía la hora el Barça ante un Slavia Praga que quería dar la sorpresa volcándose al ataque y encerrando al a priori dominador del juego en su propia área. Salía así el Barça del infierno checoslovaco con el miedo en el cuerpo, pero con tres trascendentales puntos que lo acreditan como líder de su grupo en la élite europea.