Después de la gran victoria en Champions entre semana, el Real Madrid llegaba a Ipurúa con la necesidad de refrendar las buenas sensaciones dadas tres días antes. El conjunto blanco buscaba dar un golpe encima de la mesa y demostrar que el empate ante el Betis había sido un accidente en mitad de una buena dinámica de mejoría que viene experimentando el equipo en este último mes. Y vaya si lo hizo. Venció cómodamente en el mejor partido de lo que va de temporada en un encuentro que desata las ilusiones de un madridismo que ve como su equipo ya empieza a carburar.

Una primera parte de fútbol total

El Madrid salió con la lección aprendida a Ipurúa. El año pasado se llevó un serio correctivo en forma de goleada. El del Éibar es un estadio donde es vital igualar la intensidad del rival. El Madrid lo hizo y, a partir de ahí, comenzó a surgir la calidad de sus futbolistas.

Ante la característica presión en campo rival que ejercen los de Mendilibar, el Real Madrid lo solventó moviendo el balón rápido y sin complicaciones. Cada jugador buscaba dar el mínimo de toques posibles antes de soltar el balón y salida desde atrás era casi siempre limpia. Con la primera línea de presión salvada y un Éibar muy adelantado, los espacios eran amplios y eso, con jugadores como Hazard y Benzema, es mortal.

A ese buen trato de balón se le unió la intensidad en la recuperación de balón. Los balones divididos caían del lado blanco, como sucedió en el primer gol. Siempre llegaron un segundo antes. Además, el equipo madridista volvió a mostrarse seguro en defensa, lo que le valió para dejar la portería a cero por quinto partido consecutivo.

Benzema y Hazard, una conexión de oro

El recital que ofreció el Real Madrid estuvo dirigido por Benzema y secundado por Hazard. El francés y el belga hablan el mismo idioma, no solo fuera del campo, sino dentro también. Se entienden, se buscan y conectan. 

Benzema superó a Puskas en goles y se ha erigido en líder absoluto del equipo. No es ninguna barbaridad decir que está al nivel de los mejores del mundo. A su siempre capacidad de asociación le ha sumado goles. Es el pichichi de la Liga. Cada balón que toca mejora la jugada y siempre que el balón está en sus pies, da sensación de que puede pasar algo. Otros dos goles más para seguir con la racha. Con el francés a este nivel el Madrid puede aspirar a todo.

Hazard tampoco se quedó atrás. Ese aroma de fútbol inglés que impregna Ipurúa sumado a la lluvia que caía, hicieron que el belga recordara a sus mejores partidos en el Chelsea. Taconazos, caños, regates y sobre todo, una jugada para enmarcar con dos regates que acabó con un centro de rabona. Marca de la casa. Caviar belga puro. Eden va adaptándose y se nota. Solo le falta el gol, pero con jugando a este nivel, todo es cuestión de esperar.

Fede Valverde y Modric, dueños del centro del campo

Fede no viene del fútbol británico como Hazard, pero el partido de Éibar le viene que ni pintado. Un encuentro de intensidad y fuerza bajo la lluvia es la descripción del partido soñado por el uruguayo. Volvió a dominar el centro del campo con su zancada y su poderío físico.

A ello le sumó además el gol. Se vistió de Toni Kroos y puso el balón pegado al palo. Por su estilo de juego y el excelente golpeo que tiene, la faceta goleadora de Fede no puedo sino incrementar. Con la cantidad de veces que llega al área contraria será muy habitual verlo celebrar goles. Ayer llegó el primero de muchos de un futbolista que ha dejado de ser una revelación para ser considerado titular en el Real Madrid.

A su lado estuvo un Modric que recordó a aquel que recogía el Balón de Oro hace no mucho. El croata estuvo fino, rápido y con la calidad que acostumbra. Aguantó el ritmo de un partido que exigía intensidad y físico. Si Zidane logra recuperarle, puede ser un activo muy importante en la plantilla para complementar a Fede, Casemiro y Kroos. Empieza a coger ritmo el balcánico.