Clasificados y primeros de grupo. Ese debía ser el titular que plasmase lo sucedido la noche del lunes en el Wanda Metropolitano, dónde la selección española certificó su presencia en la próxima Eurocopa 2020 goleando a una frágil Rumanía por 5 goles a 0. Sin más. Tras el partido y ante la satisfacción del seleccionador, Robert Moreno, por estar en un gran torneo, saltaron las alarmas. Vuelve Luis Enrique. Lo hace sabedor de que será seleccionador de un cabeza de serie en el torneo veraniego, y tras una ausencia más que justificada a los mandos del combinado nacional. Algo con lo que ya contaba el propio Robert Moreno cuando asumió su relevo, pero que quizás no esperaba de manera tan repentina. 

España, ¿favorita?

Dejando el ajetreo de los despachos de lado, España se presentará en el mes de julio como una de las favoritas a alzarse con la que sería su quinta Eurocopa. Lo hará en plena transición. Enmedio de un relevo generacional que comenzó tras el Mundial de 2014, y que pese a destellos que evocan a la generación triunfal que derivó en la consecución de dos Eurocopas y un Mundial, aún no ha logrado consagrarse como tal. Dejó claro el pasado Mundial de Rusia que a pesar de una inmaculada fase de clasificación, la calidad de futbolistas de referencia en el marco internacional se quedaba corta para luchar por un trofeo.

Sergio Ramos y Morata en el partido ante Malta | Foto: RFEF
Sergio Ramos y Morata en el partido ante Malta | Foto: RFEF

Las sensaciones que ha dejado la actuación de España en la resaca mundialista, primero con Luis Enrique, y luego con Robert Moreno, no son muy diferentes a las que precedían al campeonato de Rusia. Si bien es cierto que la superioridad de "la roja" ante los respectivos rivales es innegable, muchos coinciden en que hace falta subir un peldaño para luchar por la corona europea. La desbordante calidad de tantos y tantos jugadores españoles se ha visto reflejada en las dificultades que han tenido los seleccionadores para confeccionar las distintas listas de 23 futbolistas, todas ellas diferentes con el objetivo de poner a prueba esa calidad. 

A la reducida muestra del oro en Sudáfrica, pues de ese Mundial sólo quedan cinco jugadores (Sergio Ramos, Busquets, Albiol, Cazorla y Jesús Navas), se han sumado dos generaciones como son el plantel que se alzó con la Eurocopa sub-21 de 2013 (los Koke, Thiago o Morata), y la última en llegar, los que se llevaron bajo los brazos el último europeo sub-21 con Luis de La Fuente (Fabián, Dani Ceballos u Oyarzabal). Todos ellos, se postulan como la vía para volver a reinar en Europa, pero no han dado muestras de esa continuidad que se exige a una selección.

Una selección que, con matices, mantiene el estilo

Las goleadas logradas en la ronda clasificatoria, la última de ellas ante Rumanía, dejan claro que la idea es mantener esas señas de identidad que fructificaron de la mano de Luis Aragonés o Vicente del Bosque, sin renunciar al potencial individual de cada jugador. Un juego basado en la posesión, pero con esa verticalidad que precisa el fútbol de hoy, ha servido para obtener sin dificultades la clasificación europea. Sin embargo, se han echado en falta ese punto de madurez, la presencia de una estructura sólida en el centro del campo como la que formaron Xavi, Iniesta y Xabi Alonso, o la solidez defensiva, que ha llevado a complicarse la clasificación hasta las últimas jornadas. Ante la similitud de ideas de juego en Europa, ahora España difícilmente se impondrá desde la táctica, la potencia o la defensa, en lo que destacó en sus éxitos anteriores.

A los nombres, que no son pocos, se deberá sumar la capacidad de Luis Enrique- que ya ha quedado demostrada en su historial en los banquillos- para adaptarse a las circunstancias que sucederán en esta Eurocopa, en la que España espera volver a triunfar.