La vida deportiva y, sobre todo, del mundo del fútbol se entiende con la figura de Leo Messi. Es, indiscutiblemente, la referencia del juego con balón, de la magia en los estadios, de provocar sonrisas incluso a aquellos más alejados de lo que representa. El argentino arrasa a cada paso que da y es que, a sus treintaidós años, lo ha conseguido todo. Aunque le sepa a poco y siempre quiera más, ha tocado la gloria más exquisita.

Se acaba 2019 y con el un gran año para el astro del fútbol mundial. La actividad arrancó con la visita del Barcelona a Getafe y con el gol de Messi, que marcaba el primero del partido y de los doce meses que estaban por llegar. El equipo de Valverde consiguió llevarse tres puntos del Coliseum Alfonso Pérez a vísperas de los octavos de final de Copa del Rey, donde todo pintaba muy feliz.

Aunque Messi no participase en la derrota ante el Levante que podía estar complicando la andadura por la Copa, el capitán quiso vestirse de gala en el siguiente compromiso liguero para demostrar a la afición que debían seguir creyendo en el equipo y en los objetivos marcados en el vestuario.

La Copa marca un arranque de año irregular

La deshecha de Roma de meses atrás había dolido, con creces, entre los futbolistas azulgranas. La vergüenza y la decepción eran reales por lo que el objetivo primordial de esas cuatro paredes era dar un golpe de efecto y demostrar que habían nacido con espíritu vencedor.

Mientras la Liga Santander empezaba a encarrilarse, la Copa del Rey estaba dando verdaderos rompe cabezas a Ernesto Valverde, que no quería caer en la trampa de dejar escapar una competición que diera validez a su trabajo. En cuartos esperaba el Sevilla y aún con el ‘10’ en la Ciudad Condal el equipo volvió a perder el rumbo. Tocaba remontar en casa y esa cita sí que no quiso perdérsela el mejor del mundo.

El Barcelona se planta, por sexto año consecutivo, en la Final de Copa del Rey

El Barcelona consiguió endosar un 6-1 favorable ante los de Pablo Machín y certificar su avance en el pulso por el trofeo final. Las semifinales fueron intensas, con un clásico a doble partido ante el eterno rival: el Real Madrid. La visita de los blancos al Camp Nou se saldó con un triste 1-1 pero, tres semanas después, Valverde iba a dar la sorpresa en el Santiago Bernabéu. Con un 4-4-2 hasta el momento inédito, el ‘doblete’ de Suárez y el gol en propia puerta de Varane firmaron el 0-3 que condujo hasta la final al ‘Rey de Copas’.

Objetivo: recuperar la Champions League

La Liga Santander seguía siendo la competición más placentera para los intereses catalanes, dejando atrás a los perseguidores más claros (Atlético y Real Madrid) para sumar puntos por doquier. No había duda que la regularidad salda los errores puntuales del Barcelona, que supo mantener el listón hasta el mes de mayo, donde pudo proclamarse campeón con jornadas de margen.

Victoria de prestigio para soñar con la Champions | Foto: Noelia Déniz - VAVEL
Victoria de prestigio para soñar con la Champions | Foto: Noelia Déniz - VAVEL

Sin embargo, Leo Messi tenía entre ceja y ceja las palabras que había prometido a la afición: iban a devolver la Champions League al sitio que merecía. Y ese no era otro que entre las vitrinas del Camp Nou. Superada la fase inicial de la competición europea, a los catalanes no les tembló el pulso en arrollar por 5-1 al Olympique de Lyon y dejarles fuera del sueño continental. La expectativa era máxima ante el equipo que lideraba Messi y los cuartos no decepcionaron a nadie: en la visita a Old Trafford el Manchester United tuvo que pagar los platos rotos de varios años en la retaguarda; una semana después, el feudo culé se llenó hasta arriba para vibrar con la clasificación para el último escalón, cuando los dos goles de Messi y el siguiente de Coutinho regalaron, como mínimo, dos partidos más con el balón de estrellas.

La ciudad de Barcelona vivía su momento más feliz, las sensaciones eran parecidas a las de años atrás con Pep Guardiola en el banquillo. El equipo enamoraba con su juego, era un referente claro a nivel mundial, seguía vivo en las tres competiciones y, además, tenía de capitán a un Messi que ya había mostrado públicamente su ambición por ganar, ganar y seguir ganando. Y la euforia no se quebró ni cuando en el sorteo de semifinales el rival asignado fue el todo-poderoso Liverpool. Los ingleses estaban completando una temporada de ensueño, eran los reyes de la Premier League y en Europa pisaban con fuerza en cada aparición.

Liverpool marca la noche más triste

La alegría se desarmó tras los noventa minutos de fútbol vividos en el Camp Nou cuando el equipo firmó un 3-0 impensable en la previa del partido. Leo Messi acababa de hacer historia, una vez más, con una diana de falta directa imparable para Alisson Becker. Potente, colocado y con confianza ese balón tuvo clara su trayectoria: perforar la portería. El capitán salía en volandas del terreno de juego con una afición que ya buscaba vuelos y entradas para el Wanda Metropolitano, donde iba a celebrarse la Final de la UEFA Champions League.

Pero los fantasmas de Roma volvieron a sobrevolar el estadio de Anfield para ver los peores noventa minutos de toda la temporada azulgrana. Pese a que el vestuario había experimentado el año anterior el error mayúsculo de la última década, todo pareció poco para lo visto sobre el terreno de juego inglés. El Liverpool, que creyó en que una remontada era posible, presionó duramente la portería de Ter Stegen.

Cayó el primero, el segundo… y al conjunto de Valverde se le habían apagado todas las luces. El ambiente se crispaba para el barcelonismo, mientras la afición local sumaba como el duodécimo jugador. Los rostros de Messi y compañía parecían ya un poema escrito entre las cenizas de una guerra, pero peor era aún la poca capacidad de reacción. El rumbo estaba tan perdido que, en la acción más insólita, llegó la deshecha definitiva. El Liverpool consiguió las dos dianas restantes para eliminar del camino al Barcelona. Leo Messi volvía a llorar en su camino hacia vestuarios a sabiendas que habían tropezado, de nuevo, con la misma piedra. El sueño de volver a reinar en la Champions League se deshacía y esta vez por culpa del juego hecho, sin culpar a factores externos ni a injusticias arbitrales. El error era claro y la responsabilidad, también.

Un final de temporada desilusionante

Mucho se especuló en el cambio generacional que faltaba en el vestuario azulgrana, en las capacidades de Valverde de dirigir al equipo e incluso en la figura de Leo Messi como capitán. Pero aún quedaban batallas por disputar y una de ellas era la Final de la Copa del Rey. Pocos días antes de la cita en el Benito Villamarín, en rueda de prensa aparecían Gerard Piqué y Leo Messi para dar la cara ante los medios de comunicación. Mostraron un discurso sincero, honesto y asumiendo la carga de lo ocurrido en el Reino Unido. Pero también quisieron reforzar la idea de que querían vencer al Valencia y cerrar la temporada con otro título bajo el brazo.

Messi lidera al Barcelona | Foto: Noelia Déniz - VAVEL
Messi lidera al Barcelona | Foto: Noelia Déniz - VAVEL

La afición estaba dolida y decepcionada por cómo se había llegado a final de temporada en un cuento que parecía tener final feliz. Sin embargo, el 1 de junio, más de 20.000 culés viajaron hasta Sevilla para apoyar al equipo en su último asalto. Con el resquemor aún de la eliminación ante el Liverpool, el Barcelona tiró un año de prestigio con otra derrota inesperada. Le regalaba la Copa del Rey al rival sin apenas mostrar lucha en su juego, con Suárez lesionado y con un Messi que quedaba solo en ataque. Los valores que caracterizaban al Barça se habían esfumado, eran once jugadores colocados para mostrar desilusión y rabia.

El curso había terminado en Can Barça y los jugadores se marcharon, en gran mayoría, con sus respectivas selecciones. Leo Messi volvía a su amada, y a la vez complicada, Argentina natal para disputar la Copa América. Si con los azulgranas la andadura hasta junio había sido complicada, más lo era para la albiceleste, que tenía la necesidad de ganar un título con el ‘10’ en sus filas. Se lo debían.

Un verano agridulce

La competición, que se disputaba en Brasil, había situado a la AFA en el grupo B, donde terminó en segunda posición por detrás de Colombia. Pese a que se empezaba a especular con el juego de los de Scaloni, los cuartos de final dieron la alegría al país que vio nacer a Leo Messi cuando pudieron vencer por 0-2 a Venezuela.

La albiceleste necesitaba proclamarse campeona de la Copa América para rendir cuentas con ‘la pulga’. Sin embargo, las nubes negras aparecieron en semifinales cuando el Brasil de Arthur y compañía (con Neymar lesionado), cerró el paso a Argentina. Messi volvía a quedar eliminado de una competición en la que finalizarían en tercera posición. Un nuevo dolor de cabeza, una nueva desilusión para el mejor futbolista del planeta.

Messi levanta una nueva Bota de Oro

De esta manera acababa una temporada larga y cansada para el delantero, que había tenido que lidiar con la responsabilidad de todo lo ocurrido. Sin embargo, ya en la Ciudad Condal, recibía acompañado de su familia una nueva Bota de Oro, que le acreditaba como máximo anotador de las ligas europeas en la temporada 2018/19, además del premio ‘The best’ que le reconocía como el mejor jugador de la UEFA en el último año, por delante de Van Dijk y Cristiano Ronaldo.

La magia de un nuevo año

Cuando más ilusión había por verle de nuevo en los terrenos de juego, en el primer entrenamiento con el Barcelona cayó lesionado. Al principio parecía que no iba a ser una lesión demasiado larga, que se perdería la segunda parte de la pretemporada pero que rápidamente volvería a echarse a rodar. Nada más lejos de la realidad, a Messi se le tuvo que esperar hasta prácticamente el mes de octubre.

Sin embargo, desde que volvió, el Barcelona sumó potencial a su juego. El estreno del conjunto catalán sembró dudas e inseguridades, pero con el capitán en pleno rendimiento no hay dudas de que todo es posible. Pocas semanas atrás volvió a ponerse el traje de ‘Gentleman’ para que la historia volviera a su inicio: alzó su sexto Balón de Oro, que le reconocía de nuevo como el Mejor Futbolista del Mundo. Un título que, aunque ha pasado por diversas manos en los últimos años, nunca debió cambiar de dueño.

Messi, capitán del Barcelona | Foto: Noelia Déniz - VAVEL
Messi, capitán del Barcelona | Foto: Noelia Déniz - VAVEL

Lo mejor de 2019 para Leo Messi es, sin duda, su capacidad de lideraje. Ya no solo por haber vuelto a levantar la Bota de Oro y el Balón de Oro, que siempre son una alegría. Sino por la figura que ocupa dentro del vestuario azulgrana. No hay dudas que es el referente, es a quien acudir, es el alma de este equipo y la cara visible de todas las alegrías y desilusiones.

Sin embargo, el año también le dio dolor al astro argentino: más allá de la lesión al inicio de la presente temporada, las desechas ante Liverpool y Brasil quemaron el espíritu del futbolista. Llegó a tentar, incluso, con una retirada, pero aseguró que, para él, el fútbol aún tiene que verle crecer y reinventarse.

Sin dudas, Messi es el regalo más grande que jamás podrá disfrutar un aficionado al fútbol, más allá de colores y equipos. El argentino es magia, es ilusión, es ambición y, además, es referente. Es elegancia, saber estar, superación y, por encima de todo, un aficionado al deporte que nos une. Él es Leo Messi.