La del banquillo del FC Barcelona no es una empresa nada fácil para ningún entrenador. No lo ha sido tampoco para el ya relegado Ernesto Valverde, que inició una nueva aventura en verano de 2017 y la cierra con el 2020 comenzado envuelto siempre de ese ruido mediático que contagia a los mandos del conjunto culé, y probablemente tampoco lo será para su sucesor, Quique Setién. El "Txingurri", que se ganó la confianza del presidente del FC Barcelona, Josep Maria Bartomeu, por sus meritorias campañas al frente del Athletic, Espanyol u Olympiacos, ha visto como el traje hecho a su medida se ha ido engrandeciendo con el paso de las dos temporadas y media que ya cierra en Can Barça.

El recorrido del extremeño por la Ciudad Condal no es ni mucho menos desfavorable para los intereses azulgranas, más allá de la disconformidad que haya podido generar en el entorno con algunas de sus decisiones. Desde que tomara las riendas del equipo en el alborotado julio de 2017, con la salida de Neymar Júnior como principal contratiempo, el técnico ha conquistado cuatro títulos en dos temporadas, que han conllevado, sin embargo, ciertas decepciones para su exigente parroquia. Su trato cercano y amable con el entorno no ha sido suficiente para recibir mejores paliativos de los que ha acumulado en su historial blaugrana. Las espinas de Roma, Anfield, y la más reciente, la de Yeda, han dilapidado la figura del entrenador, que ha cargado con la cruz de un estilo de juego en decadencia.

Dos Ligas prácticamente inmaculadas en lo que a puntuación y sensaciones se refieren culminan un palmarés más que meritorio que completan una Copa del Rey ganada con excesiva autoridad y la primera edición de partido único de la Supercopa de España  ante el Sevilla. Sin embargo, estas medallas han convivido con las dos remontadas consecutivas que dejaban fuera al Barça de Messi y compañía ante Liverpool y Roma, resultando el principal lastre de la etapa de Valverde al frente del club azulgrana. Es quizás la falta de capacidad de resolver momentos claves, junto a una irremediable pérdida de identidad la principal pega que se lleva el técnico tras su paso por el banquillo culé, donde también ha brindado una gran regularidad en lo que al torneo doméstico se refiere, además de una envidiable capacidad de gestionar el vestuario. Desde fuera, muchos lo gritaban desde la sonada derrota de Anfield, pero dentro parecía, hasta este fin de semana, que la confianza en el ya extécnico blaugrana era intachable. Sin embargo, la eliminación ante el Atlético de Madrid como cúlmen a un recorrido poco convincente por este curso ha precipitado su salida por la puerta de atrás, dejando en evidencia la gestión del club azulgrana de estas situaciones límite.