El Barcelona volvía de nuevo al escenario de Wembley en otra final de Champions League. El ‘Dream team’ de Johan Cruyff conquistó en el corazón de Londres su primera orejona allá por 1992 ante la Sampdoria. En el anterior ejercicio, el Barça había caído de mala manera en semifinales frente al Inter de José Mourinho. Esa noche, Guardiola hacía una promesa al barcelonismo: traer la copa de Europa al curso siguiente… y así se hizo.

El camino hacia la Gloria

Los pupilos de Guardiola arrancaban la edición con una declaración de intenciones en el Camp Nou, endosando un 5-1 al Panathinaikos. No obstante, al conjunto azulgrana se le complicó algo más la labor frente al Rubin Kazán y el FC Copenhage. A pesar de ello, los azulgranas lograban pasar a la siguiente ronda primeros de grupo. El Arsenal aguardaba en los octavos de final, la ida en el Emirates se le complicaba al Barça que caía 2-1, pero faltaba la vuelta en el Camp Nou donde el barcelonismo se preparaba para vivir una noche emocionante. Y el equipo no defraudó. Logró imponerse 3-2 con un doblete de Leo Messi y un tanto de Xavi.

Siguiente ronda: cuartos de final. El Shakhtar Donetsk era el siguiente rival a batir. El Barça se deshizo del cuadro ucraniano en la ida con un 5-1 en el Camp Nou, dejando la eliminatoria vista para sentencia. En la vuelta obtuvo un tímido 0-1.

Llegaron las semifinales. Y el volcán erupcionó. El bombo, caprichoso, emparejaba al conjunto catalán y al Real Madrid en dos combates a vida o muerte. Bien es sabido que un clásico implica mucho más que un simple partido de fútbol, ya que entran en la cancha otros factores perfilados de orgullo e historia. Además, esta vez se añadía otro aliciente: solo podía quedar uno.

Primer round. El Santiago Bernabéu acogía un encuentro que se tiñió de polémica con la expulsión de Pepe por una desproporcionada entrada sobre Alves, y posteriormente la de Mourinho por sus recriminaciones al árbitro. Messi, lejos de este ambiente y acomodado en su jardín, sentenció el choque con un doblete. Después, en la sala de prensa, Mourinho comenzó su postpartido al más puro estilo Mou, calentando la vuelta en el Camp Nou. Más tarde, Pep sentenciaba esta disputa refiriéndose al técnico portugués como “el puto amo y el puto jefe” y acabando por regalarle “su Champions particular” fuera del campo, dejando ver que esa no era la guerra de Guardiola.

En el Camp Nou el Barcelona dejaba en la cuneta al Real Madrid de Mourinho (1-1) y se elegía como favorito para ganar esta edición de Champions League.

El colofón ante el Manchester United

Los Red Devils salieron dispuestos a jugar de tú a tú al conjunto azulgrana, pero tiraron la toalla en la segunda mitad, cuando se dieron cuenta que no estaban preparados para competir a ese nivel ante un rival de tanta categoría.

La apuesta inicial de sir Alex Ferguson no era del todo mala. En la primera mitad, el Manchester United maniató el centro de mando azulgrana y el equipo se vio bloqueado, sin capacidad de mando. No habían ocasiones claras. Los Reds presionaban al Barça de esta forma, Valdés y Mascherano se veían obligados a jugar en largo. El Manchester United había hecho una apuesta futbolística muy arriesgada que no iba a poder aguantar durante 90 minutos. Los de Ferguson se iban desinflando y las ocasiones del Barça se sucedían una tras otra.

Los ingleses no conseguían dar más de tres pases seguidos, el Barça aprovechó el desconcierto de los Reds para tomar las riendas del juego. Así que Pedro se tomó las justicia por su cuenta y rompiéndole la cintura a Van der Sar ajustaba un tiro al palo corto. El primer gol subía al marcador.

El Barça controlaba el partido hasta que Rooney decidió sumarse a la fiesta sin estar invitado, combinando con Giggs que se la devolvía para sentenciar a Victor Valdés. A la vuelta de los vestuarios el conjunto azulgrana no dio ningún chance a los de Ferguson. El gol de Messi en el minuto 53 fue la sentencia de una muerte anunciada para el Manchester.

En los últimos coletazos del partido, el United ni olía la pelota. Villa se encargó de poner la guinda al encuentro con un disparo desde la frontal del área. Con el 3-1 en el marcador la cuarta Champions League llegaba a Can Barça en uno de los mejores momentos.

La grandeza de un equipo

El Barça de Guardiola se situaba en el olimpo de los dioses del fútbol junto al Ajax de Johan Cruyff y el Bayern de Múnich de Beckenhauer. Tras levantar el trofeo esa temporada, el Barça era definido como el mejor equipo del mundo e incluso muchos lo reconocían como el mejor de la historia. Ese mismo año, Messi, Xavi e Iniesta coparon el podio al Balón de Oro, todo un hito que recogía a tres futbolistas formados en el mismo fútbol base. Guardiola había elevado a otra categoría el fútbol del Barcelona que sería reconocido de forma internacional.

La imagen más tierna de esa Champions League la protagonizó Éric Abidal, que logró disputar la final y levantó el trofeo tras superar un cáncer de hígado -por aquel entonces Tito Vilanova, el segundo de Pep también había combatido un tumor en la glándula parótida que más tarde acabaría por no superar- este gesto realzaba la grandeza de aquel equipo en otro plano lejos del futbolístico.