Ya nos avisó su mentor, Josep Guardiola en su día: "no intentéis escribir sobre él ni describir lo que hace; simplemente miradlo". El  hablar de Lionel Andrés Messi Cuccittini es un ejercicio reservado para unos pocos, por mucho que sean miles los que lo intentan día a día. Un mero acto descriptivo, el de hacer genialidades con el balón, que con los años ha agotado todos los calificativos posibles, pero que sin embargo se reduce a un número: el 10. De los pies de "La Pulga", máximo artífice del Barcelona y de la selección argentina, este mítico dorsal ha alcanzado una nueva dimensión.

El legado del 10

El diez es sinónimo de plenitud, un número atribuido a la excelencia en lo académico, y a la fantasía en lo futbolístico. Un dorsal reservado a una élite concreta de futbolistas que evocan al misticismo nada más pisar el balón. De ahí, que tras su marcha del Camp Nou, el artista brasileño Ronaldinho Gaucho relegara su dorsal a un joven discípulo argentino que ya comenzaba a seguir sus pasos. Recreando las virtudes de su compatriota y eterno reflejo, Diego Armando Maradona, Leo Messi se empeñó desde su llegada a la Ciudad Condal -donde "el Pelusa" apenas pudo revalidar su condición de genio del balón- en emular a su ídolo, e incluso superarlo. A pesar de que nunca ha sido la intención de Messi, un competidor nato, entrar en esa rivalidad con el de Buenos Aires, lo cierto es que son muchas las semejanzas  que han llevado a ambos a coronarse en lo alto del olimpo futbolístico, y por tanto a discutirse el trono.

Messi, protagonista en las grandes noches. FOTO: Noelia Déniz
Messi, un "10" en las grandes citas. FOTO: Noelia Déniz

El número 10 ha alcanzado la plenitud de su significado de la mano de Leo Messi

El camino hacia la plenitud del que para muchos es el mejor "10" del deporte rey comenzó a gestarse desde su temprana llegada a Barcelona, de la mano de Josep María Minguella, quien tirando de esa mítica servilleta de papel, apostó por traer ese tímido chico del Newell's a Can Barça. El 14 de diciembre del 2000 es la fecha que figura en ese contrato, y el inicio de un nuevo capítulo en los libros de historia balompédicos. Un capítulo de amorío entre un niño que se desvive por el fútbol y un club que se desvive por él, y del que con el paso de los años comienzan a escribirse sus últimas páginas. Y es que, aunque cueste creerlo, ha llovido mucho desde que, tras sus primeras pinceladas en el fútbol base azulgrana, Leo Messi se convirtiera hace ya dieciséis años, y bajo las órdenes del neerlandés Frank Rijkaard, en jugador de un primer equipo que hoy lidera con el brazalete de capitán y el "10" a sus espaldas.

Una década de esplendor

Cuesta imaginar, por mucho que uno ya se empiece a hacer una idea, un futuro sin el hegemónico futbolista argentino, que a día de hoy ejerce como seña de identidad de una generación dorada que conoció su máximo esplendor en la última década. Junto al argentino, al que a sus 32 años ya comienzan a pesarle los 697 goles y 34 títulos colectivos que ya ha cargado a sus espaldas, tan sólo Sergio Busquets y Gerard Piqué sobreviven en la actualidad de aquel casi inemulable Barcelona de Pep Guardiola. Fue de la mano del técnico de Santpedor cuando Messi comenzó -si no lo había hecho antes junto a Ronaldinho y compañía- a fraguar su dinastía. No lo hizo sólo, pues el ahora capataz del Manchester City dotó a ese Barça de una esencia intachable con el cruyffismo como base, y con jugadores de la casa como Xavi Hernández y Andrés Iniesta por bandera.

Desde su debut en 2004 se ha convertido en el máximo artífice del Barça y la selección argentina sumando 697 dianas y logrando 34 títulos colectivos.

Un lenguaje futbolístico que imperó en España y en Europa hasta la marcha de Guardiola, y que de la mano de Luis Enrique evolucionó para alcanzar una nueva dimensión. Dos etapas que tienen el místico Triplete como denominador común, pero que no hubiesen sido lo mismo sin el nombre de Messi. El argentino creció junto a Pep, Xavi, Iniesta y compañía, deleitando al mundo copando la atención de un juego colectivo envidiable, y se convirtió, en el segundo periodo, en un jugador más maduro e indomable para liderar el temible tridente que completaban Neymar Jr y Luis Suárez. El brasileño y el uruguayo han sido dos compañeros de viaje de diferentes características que han sacado a relucir dos versiones ligeramente opuestas pero igualmente asombrosas del jugador más determinante de todos los tiempos.

Messi no ha evolucionado sólo sobre el terreno de juego, sinó también fuera de él. FOTO: Noelia Déniz
Messi no ha evolucionado sólo sobre el terreno de juego, sinó también fuera de él. FOTO: Noelia Déniz

La metamorfosis de Messi, dentro y fuera del campo

Diez años separan a ese joven melenudo de veintidós años que en 2009 posaba por primera vez con un Balón de Oro relegando a Cristiano Ronaldo un escalón por debajo tras comandar la fábula del Triplete culé, y al laureado treinteañero que el pasado 3 de diciembre se coronaba por sexta vez en su carrera como el mejor del año. Diez años de éxitos que no sólo resumen un recorrido individual inmaculado, sino que ejemplifican la evolución del astro argentino dentro y fuera del terreno de juego.

Messi se ha ido moldelando a sí mismo para pasar de ser ese extremo maradoniano al futbolista libre al que se le queda demasiado corto el calificativo de "falso nueve" que le adjudicó Guardiola. Con los años, ha pasado de emular las fantasías de Maradona, moviéndose a su antojo ante los defensas del Getafe o engañando a todo el mundo con esa mano divina ante el Espanyol, a convertirse en ese arquetipo de futbolista indefinible. Y es que Messi,  ahora también bajo las órdenes de Ernesto Valverde o Quique Setién, ha sabido combinar a la perfección su virtud del manejo del balón con una inteligencia visual a la altura de muy pocos, que a día de hoy le permite ejercer de organizador, tejedor y finalizador de todas las jugadas. De sus botas siguen surgiendo pases milimétricos que solo él puede detectar y esos goles decisivos que todo el mundo desea guardar en su hemeroteca.

La evolución de Messi se ha dado tanto en el campo como en lo humano, convirtiéndose en un futbolista total y destapando su faceta de líder.

A sus 32 años, Messi ha asimilado el rol de líder en el Barça. FOTO: Noelia Déniz
A sus 32 años, Messi ha asimilado el rol de líder en el Barça. FOTO: Noelia Déniz

Pero la evolución del rosarino no se traduce sólo en sus tesituras sobre el césped sino también en su carácter. Ese chico tímido que sólo hablaba con el balón en los pies ha asimilado a la perfección su papel de referencia en el vestuario, dónde el actual capitán y estandarte culé ejerce de altavoz también en lo mediático. La autoridad de Leo Messi en Can Barça es a día de hoy ineludible, y sobre él ha tomado forma el proyecto futbolístico azulgrana de los últimos años. Un proyecto, sin embargo, que por mucho que quiera alargarse tiene próxima la fecha de caducidad, y del que nadie quiere ver más allá.

A sus 32 años, resulta una incerteza esa fecha en la que culminará el legado de Messi, que habiéndolo dado todo por el club de su vida y su selección sigue siendo la pieza vertebral del fútbol culé y mundial. Él es el último "10" del Barça y la máxima expresión de ese dorsal tan mágico que quiere seguir vistiendo a su dueño durante muchos años más.