Sencillamente, ojalá no tuviéramos que recordar a las
personas que ya no están con nosotros. Ninguno cabría en sí
de gozo si el tiempo, tan arbitrario como sorprendente, no
sacara a relucir estocásticamente sus cortantes garras para
quitarnos parte de nuestro ser al ataviarse de muerte.

El pasado 1 de junio se cumplió un año de la que
posiblemente sea la pérdida más amarga y traumática en la
historia del Sevilla FC: la de José Antonio Reyes Calderón. Los
sollozos volvieron a primar como hace un año, pero sobre
todo la nostalgia por no tener al niño de Utrera que con unas
botas calzadas era capaz de hacer una magia más propia de
un mundo imaginario que del real. El planeta del fútbol
mostró sus respetos y presentó su tributo a Reyes, que con su
sonrisa eterna alegra incluso al que insiste en mancillar su
leyenda.

No sé qué grado de culpa tendrán las redes sociales -lo dice
una persona que ha crecido con su expansión-, pero lo que sí
puedo confirmar con toda seguridad fue mi asistencia a un
dantesco espectáculo de abominables comentarios que, lejos
de homenajear, hacían chanza de la muerte de Reyes. Ni pasar
por una pandemia nos ha servido para cambiar la cara. Ni ver
cómo morían a diario cerca de mil personas ha calado en una
sociedad más insensible y cínica que nunca. Permítanme que
ponga en tela de juicio eso de que las personas pueden
cambiar. “Se lo tenía merecido”, “Ponle freno”, etc… Mensajes
de esta guisa -todos vertidos desde el anonimato claro está-
he tenido que leer de unas personas que verdaderamente
dudo de su condición de humanos.

“Soy español, ¿a qué quieres que te gane?”. También te gano
en ser un insensible, carente de humanidad. Por fuerte que
suene, es criminal que en Inglaterra se le tenga más respeto
que en España. Aficionados de Arsenal, Chelsea o United entre
muchos otros, unidos por un dolor común que nos atraviesa
cada 1 de junio. Por el contrario, aquí das con unos monstruos
con ubicación en España que se conchaban entre ellos para
hacer de una desgracia otra lección de moral y una más que
desagradable sesión de “humor”. Esos que hace unos meses
rompían a llorar por los estragos de la COVID-19, cargan
deleznablemente contra una persona que no se puede
defender. Pero ojo, no solo se hiere a un difunto, también a
una familia aún destrozada.

¿Adónde vamos como sociedad? Con tan poco respeto por la
muerte, con el cinismo y la hipocresía por bandera. ¿Qué
estamos haciendo mal como sociedad? ¿Qué valores se están
trasmitiendo a las generaciones venideras? Creo que la
sinrazón, la falta de principios y de educación, desde hace
mucho tiempo, vienen tumbando a la razón y a la poca
humanidad que nos va quedando. Al fin y al cabo, esto
también contribuye a cimentar la marca España, esa de la
tanto nos vanagloriamos.