Sacar a la palestra la figura de José Mourinho y su paso por el Real Madrid es, cuanto menos, un tema polémico. Esta palabra ha acompañado y lo seguirá haciendo al técnico portugués durante toda su carrera. Con él no hay un punto intermedio. O lo amas, o lo odias. Es lo que sucede cuando se habla de alguien tan pasional que es capaz de ir siempre de frente con sus pensamientos sin importar lo que piensen los demás. Es, como el mismo se define, un tipo especial.

Lo que no ofrece ningún tipo de duda es que el paso del luso por el equipo blanco dejó una huella imborrable. Mourinho llegó un 31 de mayo a la sala de prensa del Bernabéu en mitad de una expectación increíble. El entrenador más mediático del mundo llegaba al club con repercusión internacional. Era el binomio perfecto, la dupla ideal que estaba destinada a cumplir el gran objetivo: acabar con el Barcelona de Guardiola. Este era el motivo exacto por el que Florentino había decidido traer al general portugués que venía avalado por haber eliminado a los catalanes meses antes en semifinales con el Inter en el camino hacia el triplete de los italianos. 

Con este precedente, era imposible que el madridismo no viera la llegada de Mourinho como la tabla de salvación en una época de oscuridad. Era el general al que había que seguir incondicionalmente para derrotar al Barcelona y pronto los jugadores se convirtieron en los soldados necesarios. Desde su llegada, el luso implantó ese método de trabajo basado en el esfuerzo, el sacrificio y, sobre todo, la meritocracia. Con esos tres pilares fue hasta el final. 

Gracias a ello y a una plantilla conformada por jugadores de la talla de Cristiano Ronaldo, Benzema, Ozil, Xabi Alonso, Ramos, Pepe o Iker Casillas, pudo quitarle un título al Barcelona en su primera temporada. Una Copa del Rey que valió mucho más que eso. En las vitrinas será un trofeo más, pero en el recuerdo madridista siempre se recordará con un cariño especial esa final de Mestalla del cabezazo de Cristiano en la prórroga.

Un año más tarde llegaría el cenit del entrenador en el equipo blanco.  La Liga 2011/2012, conocida como la 'Liga de los récords'. 121 goles y 100 puntos. Tan solo dos derrotas. Unas cifras nunca vistas hasta el momento y que ponían en evidencia a los que tachaban de defensivo el fútbol de Mourinho. Ese mismo verano, acabó consiguiendo la Supercopa de España confirmando su dominio en el fútbol nacional.

El lunar de la Champions

Sin embargo, la gran espina que se quedó en el corazón blanco fue con la Champions. El entrenador luso puso fin a ocho años cayendo en octavos de final. El Real Madrid había perdido esa grandeza y ese halo de magnificencia que le hacía ser respetado en Europa. Con Mourinho en el banquillo, el equipo blanco volvía a estar entre los más grandes. No obstante, no tuvo ese golpe de suerte final necesario para coronarse en una competición tan difícil como esta. Pudo llegar a todas las finales, pero una en concreto quedó en el corazón de Mou.

En ese año 2012 de la Liga de los récords, el Madrid quedó apeado de la Champions en la tanda de penaltis ante el Bayern después de haber remontado el resultado inicial. Ramos, Kaka y Cristiano, tres de los mejores lanzadores del mundo, fallaron la pena máxima. El propio Mourinho ha reconocido que ese año eran el mejor equipo de Europa y que ese ha sido el único partido por el que ha terminado llorando. 

Después de dos años exprimiendo al equipo al máximo tanto en lo físico como en lo mental, llegarían las consecuencias. Una tercera temporada que se torció desde el comienzo con varias derrotas que dejaron al Madrid sin opciones en Liga en noviembre. A partir de ahí, comenzaron a surgir las polémicas ya conocidas. La suplencia de Casillas, supuestas traiciones de jugadores, bandos en el vestuario, autogestión, etc. Una temporada muy complicada que terminó con una final de Copa perdida en casa ante el Atlético de Madrid

Pese a este final amargo, es indudable que el luso sentó las bases de este Madrid actual. Puso los cimientos del que años después sería el edificio más bello del mundo del fútbol. La Décima tiene un pequeño porcentaje del portugués. Tal fue su influencia que su presencia dura aún hoy entre el madridismo. Su figura se usa como forma de despertar a la plantilla cuando vienen momentos duros. Un Mourinho que tuvo un triste final, pero que consiguió devolver al Real Madrid al lugar que merecía.