Había mucha expectación y también muchos nervios por un encuentro que marcaría el inicio de algo muy grande en el mundo del fútbol. El Real Madrid y el FC Barcelona, su rivalidad y la intensidad que caracteriza todas sus citas, se ha visto reflejado en el primer Clásico femenino. Las jugadoras de uno y otro equipo han escrito el primer capítulo de una historia que, se espera, tenga muchas vivencias más que contar. 

Un Madrid dispuesto a luchar

Las primeras veces nunca son sencillas. Hay mucho que asimilar, mucho a lo que acostumbrarse. El Real Madrid Femenino saltó a un terreno de juego ya ocupado por el FC Barcelona, pero lo hizo con las ideas claras. Era el debut del equipo madridista en la Liga Iberdrola, y no solamente eso. Es que las rivales que tenían enfrente son las vigentes campeonas de la competición; y eso se notó. 

El conjunto azulgrana dirigió el encuentro; es un equipo veterano, con mucho liderazgo y mucho toque. El Real Madrid salió a defenderse desde el minuto uno, conscientes del escudo que defendían y lo que significaba una cita futbolística como aquella. Aún así, aún con su ímpetu por mantener la portería a cero, llegó pronto el gol de Patri Guijarro. Tras abrir la lata, las de Lluís Cortés lo intentaron en varias ocasiones durante la primera mitad, siempre topándose con una sobresaliente Misa que no dejaba pasar ni una. La joven de 21 años dejó algunos destellos de calidad que no pasaron inadvertidos. 

Las locales, poco a poco, fueron sintiéndose más cómodas en el terreno de juego. Llegaron incluso a casi empatar: Kenti Robles inició la jugada, y fue Kosovare Asllani quien la finalizó. Pero se quedó en un amago porque el gol fue finalmente anulado. 

La segunda mitad tomó un rumbo desafortunado para el Real Madrid. Las visitantes no dejaron momento alguno de respiro para las recién debutadas. El marcador fue aumentando a favor de las azulgranas hasta instalarse en un 0-4 que posicionó a las mencionadas como líderes, y a las de David Aznar en la cola de la tabla. Una primera vez con sensaciones agridulces para las madridistas, que esperan el próximo encuentro con ganas de demostrar que han llegado para quedarse.