El fútbol y sus partidos suelen ser la excusa perfecta para los contadores de historias. Un deporte en el que confluyen todos los ámbitos de la vida y que relata las epopeyas de personas que llevan sus aspiraciones atléticas hasta los extremos más sobrecogedores. De ahí salen muchas veces relatos trágicos pero, casi siempre, se imponen las narrativas épicas.

Este es el caso de la rivalidad deportiva más grande que han visto mis ojos y los de toda una generación. Así como nuestros abuelos y abuelas nos enseñan todo lo que representaron Kubala y Di Stéfano en su época y nuestros padres y madres todavía se asombran con el legado de Pelé y Maradona, los y las jóvenes de hoy tendremos la suerte de poder contar a las siguientes generaciones lo que han significado Messi y Cristiano para nosotros durante nuestros primeros pasos en esto que se llama vida. Porque, más aún en el deporte, las rivalidades son un factor clave para la constante mejoría y evolución de los profesionales, cosa que se ve reflejada en la  infinita retroalimentación del duelo por antonomasia, el de Leo Messi y Cristiano Ronaldo.

Messi en lo que no existía

Muchos crecimos con algo que prácticamente no existía para nosotros, pues las hazañas de Maradona nos resultaban tremendamente lejanas. En el fútbol del nuevo siglo no existía la mano de Dios, y Leo la recreó. No existía el mejor gol de todos los tiempos, y Leo también lo recreó. Tampoco existía el fútbol perfecto, algo que nuestros antepasados solían llamar fútbol total, y el equipo de Leo lo recreó. Messi consiguió ser Maradona cada tres días y alcanzó tal nivel de sublimación futbolística que parecía que nada ni nadie le podían hacer sombra en absolutamente ningún escenario.

Ronaldo, la voracidad del siglo XXI

Sin embargo, en un ejercicio de insaciabilidad propio de un superhéroe, Cristiano Ronaldo aceptó el desafío y se dispuso a competir con Leo para ser el mejor futbolista del mundo. El portugués, desde su proverbial egolatría, siempre quiso más y más hasta el punto de compararse y ponerse por encima del argentino. Dejando de un lado el hecho de si llegó a comer en la misma mesa que él o no, Cristiano nos dejó claro que estábamos observando el mayor duelo individual de la historia del fútbol, el de dos monstruos del deporte que reinaron, reinan y reinarán el fútbol de toda una generación.