En el Camp Nou, lleva hablándose de revolución desde el varapalo que supuso la caída en Europa ante el Bayern de Múnich. Aquel 2-8 levantó una gran polvareda. Temporada en blanco, mayor goleada de la historia y mucho que reflexionar. Una plantilla entrada en años, necesitada de savia nueva, no acomodada, con algún que otro vicio y que empezaba a pedir a gritos un cambio urgente. El hartazgo de Messi era tan previsible como que el verano dejaría huella. Ni siquiera un cambio de entrenador, difícil de explicar, pudo acabar con la intención del capitán de hacer las maletas y abandonar el que había sido su fortín durante tanto tiempo. A todo lo que le rondaba por aquel entonces en su cabeza, se le sumó la salida por la puerta de atrás de su amigo y socio en ataque, Suárez, que, entre lágrimas, ponía rumbo al Wanda Metropolitano dejando aún más coja a aquella delantera, la 'MSN', que tanto embelesó. El descontento le minaba cada vez más la moral. Pero, de Leo, resurgió, de nuevo, el compromiso. Con apatía y después de aquel burofax, empezó una nueva temporada. Confió de nuevo. El cambio de ciclo de directiva hizo que la herida dejara de supurar. Volvió a centrarse en levantar del desánimo a toda la plantilla y remó dándole cancha a la juventud de la que tanto se había beneficiado años atrás. Con La Masia y sin ella, encontró un nuevo camino que labrar. Y se topó con 'Pedri'.

En el fútbol, como pasa con los imanes, hay jugadores que lo tienen todo para encajar, pero otros se repelen. Los que se complementan maravillan y alimentan su talento juntos, creciendo de la mano. Messi ha apadrinado a 'Pedri' y 'Pedri', bailando a su son, le ha devuelto la sonrisa a Messi. En lo que llevamos de temporada, cualquiera ha podido ser testigo de sus escenas memorables, en las que la palabra "fantasear" acerca al sueño que sigue teniendo en mente el Barcelona y que pasa por encontrar otro estandarte como en su día lo fue Iniesta. Iniesta de mi vida. El 'Pedri' de la de Messi. Lo visto en el José Zorrilla este martes confirma la teoría que se llevaba lubricando desde hace varias jornadas. El canario estimula a Messi y ha conseguido que vuelva a pasárselo pipa sobre el césped. Todo un elixir para un equipo que tiene tantas urgencias en Liga y que vela por resintonizarse y regresar a la hegemonía. La solución perfecta y sencilla a problemas complicados.

El tiempo pareció pararse tras el toque de espuela mediante el que le cedió un balón que le permitió batir finalmente a un Masip de mérito y superar el récord de Pelé. El abrazo tan simbólico después del 0-3 ante el Valladolid perfectamente podría compararse con aquel momento simbólico en el que Ronaldinho subió a hombros a Leo allá por la temporada 2004/05. Aquel día, le bendijo. Ayer, ante los pucelanos, se repitió la misma escena. Quizás, el canario no vaya a ser reemplazo asegurado en lo de la producción de goles, pero sí pinta que pueda serlo de emociones continuas porque, sin estridencias, está levantando el ánimo de un equipo cabizbajo. La complicidad de un veterano con un recién llegado ha dejado a la luz al actual mejor jugador revelación, del que ya se habla auténticas maravillas. A la espera de ver cómo evolucionan sus primeros años, que parecen prometedores, lo que sí podemos saber es que 'Pedri' era lo que Messi llevaba tiempo esperando. 'Pedri' es ese socio que esperaba apadrinar. Es el aliciente motivacional que tanto ha necesitado y que incluso podría llevarle a retirarse con la elástica culé.

A priori, 'Pedri' embauca tanto como engancha. Koeman lo sabe de primera mano. Donde aparenta fragilidad, aparece el futbolista que tanto tiempo llevaba esperando el Barcelona. Corre, choca, lucha y no rehuye en el uno contra uno. Puro fútbol combinativo, gran conducción del balón y pases milimétricos que rompen líneas defensivas. Caído Ansu Fati, la aparición y el crecimiento de 'Pedri' como estrella sostiene a Leo, a quien los años, por desgracia y cuestión inevitable, le pesan. Son 18 años recién cumplidos, pero poco precisa para brillar. Tiene fútbol en su cabeza y lo transporta fácilmente a sus botas. Calidad incuestionable, digna de videoconsola y de las que ponen en bandeja diversión.

'Pedri' mejora al equipo y esa mejora es digna de una llamada de Luis Enrique. Como tendencia al alza que está demostrando ser, aporta dinamismo, fluye con sintonía y es la epifanía de que es el mejor argumento para seguir confiando en que la revolución está por llegar y que llegará para quedarse. Lo fue en Zorrilla, cuando Koeman agitó la coctelera inventándose un nuevo Barcelona, encontrando la tecla y pinta que lo seguirá siendo si consigue las oportunidades que tanto se va ganando. El barco azulgrana por fin divisa tierra tras volver a ver sonreír a su náufrago y 'Pedri' comanda la ilusión para huir de la isla desierta en la que tanto ha estado instaurado en los últimos meses e incluso años.

La química no se negocia y el "jueguito" de interacciones que el argentino y el canario, que parece que juega con un retrovisor, capaz de anticiparse a cosas que luego terminan ocurriendo, protagonizan se postula como clave para reconstruir este nuevo Barcelona que ya ha echado a andar. A veces, los hechos arrollan a las previsiones y el de 'Pedri', al que parece no pesarle la camiseta, ha superado cualquier expectativa. Agüita con 'Pedri'. Y si no, tiempo al tiempo.