Cuando uno mira la clasificación de LaLiga Santander puede tener la impresión de que la Real Sociedad es una de las defensas más sólidas y fiables del campeonato. Así lo avalan, supuestamente, los 16 goles encajados en 19 partidos. Pocos equipos conceden tan pocos goles (y tan pocas ocasiones). Si seguimos la progresión, el equipo de Imanol terminaría la liga con 32 goles en contra, algo muy pocas veces visto en Donostia desde tiempos de Arconada.

Una mirada algo más profunda revela una realidad diferente y una tendencia preocupante. Si la Real guarda tan buen bagaje defensivo es porque en las primeras 12 jornadas de campeonato concedió apenas 5 goles. En contraposición, en las últimas 7 disputadas, 11 son las veces que Álex Remiro ha visto cómo los rivales batían su puerta. Este bajón defensivo es una de las principales causas del bajón de resultados que ha experimentado el equipo: llegó a la jornada 12 con 25 puntos y únicamente ha sumado 5 más en las últimas 7. Se pueden buscar diferentes explicaciones a tan preocupante crisis defensiva.

A nadie se le escapa que la acumulación de partidos está jugando una mala pasada a los chicos de Alguacil. A la absolutamente ridícula cifra de lesionados (¿se batirán todos los récords?) y el tiempo que requieren una vez recuperados para rendir a su máximo nivel (Gorosabel, Oyarzabal...) hay que sumarle el cansancio acumulado de los pocos que no caen (siendo Mikel Merino el caso más relevante) y la confusión generalizada entre propios y extraños por los múltiples cambios en el 11 cada jornada, producto de las circunstancias recién comentadas y de las desproporcionadas rotaciones que Imanol realiza

  • ¿Qué produce el cansancio de jugadores como Merino?

Sería un tanto negligente restringir el análisis del problema defensivo de la Real a la línea defensiva. En el fútbol moderno, y más en propuestas como las del cuadro txuriurdin, es preciso entender a los 11 jugadores como un bloque, un todo, un motor en el que cada pieza del engranaje hace que las demás funcionen en todas las fases del juego.

En fase defensiva la tarea empieza en la línea delantera y el mediocampo, con una presión alta intensa y asfixiante, tanto en la salida del balón del rival como tras pérdida (la presión tras pérdida fue uno de los grandes secretos del éxito del Barcelona de Guardiola, pero para ejecutarla bien hacen falta una serie de condicionantes específicos). Antes de empezar el carrusel de partidos entre semana, la Real dominaba esta faceta del juego a su antojo, con Merino y Silva robando infinidad de balones y Oyarzabal, Portu o Isak presionando efectiva y eficientemente la salida de balón rival. La gasolina duraba todo el partido y esto permitía a Remiro dejar su portería a cero sin siquiera realizar una intervención. En otras palabras, las posibles fallas en la defensa que muchos vaticinaban tras no fichar a un central en el mercado veraniego quedaron en incógnita puesto que los rivales no eran capaces de demostrar si estaban ahí o no: no llegaban a atacar.

En la última serie de partidos, el mediocampo realista, capitaneado por Merino, ha pegado un bajón importante. El cansancio impide llegar a todos los balones durante los 90 minutos y el rival se planta en tres cuartos de campo con relativa facilidad. Ahora sí pueden testar a la inexperta zaga donostiarra. Sin Silva, y con Guevara y Zubimendi algo superados, Merino es incapaz de sostenerlo todo y el equipo llega tarde a la presión. Lo mismo sucede arriba. Durante la lesión de Oyarzabal, se echó en falta alguien que realizara las importantes aunque oscuras labores defensivas que el 10 tan bien hace. Y si la presión arriba no es efectiva, el rival encuentra con facilidad espacios a la espalda. Y eso en Primera es sinónimo de gol en contra.

  • ¿Qué produce la falta de jugadores como David Silva o Aritz Elustondo?

En este sentido, la falta de un jugador como Silva es vital. El canario, con su experiencia, es capaz de presionar y robar muchos balones sin hacer un esfuerzo titánico. Su baja se nota en fase ofensiva pero también en fase defensiva. Además, el no contar con él hace que la Real tenga menos la pelota. Ya sabemos, tal y como dijo Cruyff, que la mejor manera de defender es teniendo la pelota. La Real ya no apabulla, no aplasta a sus rivales. Se ve obligada a tener que defender sin balón.

Lo mismo ocurre atrás. Las lesiones de Zaldua, Gorosabel, Monreal o Aritz han propiciado que Zubeldia, que no es defensa, haya disputado muchos partidos de central o de lateral. Un parche que, indudablemente, puede cumplir en un momento puntual, pero que no puede ser mantenido en el tiempo. A su lado, Sagnan, aún verde e inexperto, ha tenido que lidiar con toros de primera categoría en partidos poco agradecidos para cualquier zaguero. Por la izquierda, Aihen Muñoz peca igualmente de los mismos errores de juventud. 

El resultado es evidente. Los ataques rivales se imponen en fuerza, en los choques. Errores individuales y colectivos groseros condenan al equipo, tal y como sucedió en el Pizjuán.

  • ¿Qué producen los excesivos cambios en las alineaciones?

Ya sea por lesiones o rotaciones, es imposible interiorizar automatismos y generar un bloque sólido si cada día cambian 7 jugadores en el once, incluidos los centrales y laterales. El equipo no puede jugar de memoria, los jugadores no tienen continuidad y confianza (y los que la tienen disputan demasiados partidos y acaban sin gasolina). Muchos de ellos cambian de posición según el partido y juegan con un compañero diferente cada vez. 

  • ¿Debería la Real fichar en invierno para subsanar estas carencias?

La maldita pregunta. Indudablemente un central de garantías podría ayudar a subsanar el problema, pero como hemos visto el problema no es individual sino colectivo, y va desde el portero hasta el delantero centro. 

En lugar de poner el foco sobre las contrataciones, sería más adecuado ver qué puede hacer la Real con lo que tiene para hacer de la necesidad virtud. Dos buenos ejemplos son el gol encajado ante Osasuna la semana pasada y el tercero de En-Nesyri en el Pizjuán. Ambos goles nacen de conducciones imposibles en campo propio (incluso en área propia) que acaban en robo y gol. Parecía que la Real había superado esa manía de sacar el balón jugado lloviera, tronara o relampagueara, y que tantos dolores de cabeza trajo a la parroquia donostiarra en los últimos meses de Eusebio al frente del equipo y en fases de la temporada pasada. Parecía que el equipo había madurado y había aprendido a ser más pragmático en la salida del balón, reconociendo sus propias limitaciones y siendo expeditivo cuando fuera preciso. Volver a las andadas es tirarse piedras sobre un tejado ya frágil de manera innecesaria.

Además, cabe preguntarse si es necesario rotar tanto en defensa. Los centrales son los jugadores de campo que pueden acumular mayor carga de partidos sin bajar su nivel. ¿Por qué, en ausencia de Aritz, se rota a Le Normand? ¿Por qué Monreal, que si bien es ya veterano ha jugado toda su vida jueves y domingo, rota cada 2 partidos? ¿Por qué, antes que situar a jugadores fuera de posición, no se da una oportunidad a los chavales del Sanse? 

Afortunadamente, el equipo acumuló un colchón de puntos importante a inicios de campeonato que le permiten seguir en la pomada por entrar en Europa, que es el objetivo del club en Liga. Así pues, aún se está a tiempo de subsanar esta merma en el sistema defensivo y volver a ver el equipo rocoso y sólido de hace unos meses.