Mecido en los brazos de un pueblo curtido a golpe de explotaciones mineras, Fermín López asomaba al mundo en El Campillo acariciado por un don divino. Decidido a romper barreras al compás de la redonda, el talento vestido de corto del onubense le llevaría hasta la disciplina del Recreativo de Huelva dónde no tardaría en despuntar hasta fichar por el Real Betis un año más tarde.

Acorazado con la zamarra ‘verdiblanca’, cuatro años bajo el embrujo del la magia heliopolitana bastaron para captar la atención del FC Barcelona y emprender uno de los viajes más apasionantes de su vida. Con sólo 13 años, Fermín traspasó las puertas de La Masía en verano de 2016 con la mochila cargada de sueños recostados al devenir de un balón. El futuro, tan incierto como efímero, apenas podía presagiar la naturaleza de un futbolista que, sin hacer ruido, acabaría por convertirse en una pieza distinguida dentro de la cantera pese a su semblante pueril y desarmado.

El mejor ejemplo para el fútbol

Su trayecto en La Masía emprendía la temporada 2016/2017 a las órdenes de Carles Martínez con el FCB Infantil A. Observado siempre con lupa, el ‘bajito’ de Fermín comenzaba a derribar las normas de lo comúnmente establecido potenciando sus virtudes en detrimento de sus carencias. Gracias a una sobrada inteligencia para leer el juego y la rapidez en la ejecución para dibujar entre líneas, el lazo entre su lado más académico y ese idilio recurrente con el gol destaparon el tarro de las esencias. Porque, como dice el refrán, “los mejores perfumes se guardan en frascos pequeños

Fermín López la temporada 2017/2018 con el FCB Cadete B. Foto: Noelia Déniz, VAVEL

En su primer curso en La Masía ganó cinco títulos con el FCB Infantil A

El Barça, que se hizo grande en la historia bajo la batuta de los bajitos, encontró de nuevo en el onubense el mejor motivo para seguir creyendo. Decía Johan Cruyff que los jugadores de más baja estatura tienen más posibilidades de terminar marcando diferencias en la élite, ya que, durante años, han tenido que buscar fórmulas imaginativas para poder sobrevivir en las categorías inferiores. Y no se equivocaba. De menos a más desde su llegada a la cantera azulgrana, el instinto de supervivencia de Fermín en los cambios de categoría no hizo más que avivar la calidad de un rubio de talento prodigioso.

Lejos del estereotipo fijado en una promesa del fútbol, la sobriedad y la esencia de Fermín acompañan la precisión exacta y el control del esférico en cada uno de sus toques. Utilizando el cerebro como mejor arma, el juego directo, sin más regates que los precisos, le permite destilar una elegancia exquisita a golpe de simpleza y efectividad. Desplegado como interior, olfateando desde la mediapunta o actuando en la banda como extremo, las infinitas variantes del andaluz sobre el verde permiten al entrenador contar con un recurso extra en la pizarra.

Fermín el curso 2018/2019 en La Masía. Foto: Noelia Déniz, VAVEL

Su comportamiento disciplinado en el campo es el mismo que fuera de él. Ni un mal gesto ni una mala palabra acompañan a Fermín, salte al gran escenario de titular o como revulsivo desde la banca. Nunca defrauda. No busca los focos, porque no los necesita. Sin extravagancias, Fermín López es un obrero del fútbol, un abanderado de la generación del 2003 que combina con soberana potestad esa relación instintiva y feroz con el balón hasta hacerla suya.

Un talento silencioso

Estampando su imprenta desde las raíces más puras, la pretemporada a las órdenes de Óscar López con el primer equipo juvenil le augura un curso esplendoroso dentro de un equipo que le busca. Caminando hacia su sexta temporada en La Masía, el salto cualitativo de Fermín es un movimiento innegable que se apostilla con una excelsa participación en la Copa Salle 21, el último torneo disputado por el FCB Juvenil A.


Fermín festejando un tanto con el FCB Juvenil B el curso pasado. Foto: Noelia Déniz, VAVEL

Fermín iniciará su 6ª temporada en las filas del FCB Juvenil A de Óscar López

Más allá de los dos goles anotados durante el certamen en Palma de Mallorca, el jugador andaluz ha logrado destacar como un bailarín entre gigantes izando la bandera vencedora como símbolo de finura y eminente precisión. Sin ir más allá de los malabarismos esenciales, sus grandes actuaciones en momentos determinantes le han permitido auparse como una de las extraordinarias maravillas que nutre La Masía.

Sin levantar la voz, lejos del ruido famélico de la notoriedad y de unas bufonadas cada vez más propias de este mundo del fútbol, el majestuoso esfuerzo del canterano le ha permitido labrarse un camino inmaculado en las entrañas de La Masía. Una Masía que necesita más jugadores como Fermín, ese futbolista total al servicio del equipo que desde la lejanía de lo mediático ha logrado absorber como una esponja el fútbol en todo su esplendor.