Los jugadores se vestían de gala luciendo esa equipación que actualmente es imposible de encontrar en las tiendas. La misma que luce el escudo de 1947, el que a tantos representa. Y, es que, a pesar de que ya lo vimos en el Reale Arena, fue un debut amargo. Derrota copera y lejos de sus aficionados. Tenemos que dar las gracias a quien sea que haya tomado la decisión de repetir dicho conjunto, y más en una noche así. A priori, el escenario era maravilloso, y lo fue, pero a partir de la segunda mitad. 

Se presentaba el Valencia con tres centrales y sin Daniel Wass, todo apunta a que formará parte de la plantilla rojiblanca en los próximos días, para aprovechar el mal momento de su rival y llevarse los tres puntos. Por su parte, el Cholo salió con todo, aunque sin el juvenil Javi Serrano en el once, algo que enloquecía a la afición colchonera. Aparecieron también en la convocatoria Savic y Giménez, este último titular, para reforzar la zaga y poner fin a las dudas que arrastraban. 

Los primeros cuarenta y cinco minutos fueron terribles para el Atlético. No dominaron el juego y las pérdidas de balón se sucedían cada dos por tres. Los ches presionaban alto para ahogar a los locales, lo que provocaba que la salida de balón no fuese limpia. El público y los propios jugadores se impacientaban por la imagen mostrada en el verde, hasta tal punto de precipitarse por querer perforar la portería de Domenech lo más rápido posible. 

El marcador se modificó, pero en el lado contrario. El primero de la noche vino de las botas de Musah, el cual de un derechazo puso el esférico pegado al palo del esloveno. El Metropolitano volvía a rugir con su ya característico "Atleeeeeti, Atleeeeeti..." tras los goles encajados. El partido se puso cuesta arriba para los rojiblancos, y la sensación generada era la de encajar otro en lugar de dar el golpe. Al filo del descanso llegó ese segundo. Toni Lato filtraba un pase por una pasarela llena de colchoneros para que Hugo Duro cruzase el balón al palo largo. 

Perder suponía la posibilidad de bajar a la octava plaza, a tan solo dos puntos del décimo. Mitad de tabla, vaya. Sin embargo, la segunda parte tuvo otra cara muy diferente. El Atlético reventó la mesa y decidió tomar el rumbo del partido. Se adueñaron de la pelota y poco a poco iban generando ocasiones de peligro. El Valencia ni siguió con el ritmo ni se acercó al área de Jan Oblak

A falta de media hora para el final, Cunha, uno de los revulsivos de la segunda, disminuyó la diferencia en el marcador a la salida de un córner. Carrasco la puso y el brasileño la esperó en el segundo palo para marcar a placer. Los minutos restantes fueron un quiero y no puedo de los del Cholo; insistían con la única recompensa del ¡Uy!, de los asistentes. Suárez era otro que lo intentaba, pero tampoco fue la noche del pistolero. Cuando todo parecía perdido, en el 90' apareció Angelito Correa para poner el empate. El argentino y el Atlético; una de las mayores historias de amor que se ha visto. Él mismo aprovechó un centro lateral que no blocaba Domenech, esperó el rechace y zurdazo al fondo de las mallas. La locura se desató en el estadio y los valencianistas se miraban entre ellos sabiendo la oportunidad que habían desperdiciado. 

Los jugadores del Atlético celebrando el 3-2. Fuente: Atlético de Madrid.
Los jugadores del Atlético celebrando el 3-2. Fuente: Atlético de Madrid.       

Tres minutos más tarde, una combinación entre Correa y Cunha desembocaba en un centro raso al segundo palo. Hermoso, quien se situó en el perfil izquierdo tras la entrada de Felipe, lo recogió y puso el definitivo 3-2. La locura del segundo se incrementó mil veces más y la gente respiró aliviada. 

Más allá de los tres puntos, esta victoria es muy significativa para los de Simeone y aquellos que nunca dejaron de creer

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