Tras el partido que enfrentó al Atlético de Madrid frente al Real Betis el pasado domingo en el Benito Villamarín, las redes sociales del entorno de Antoine Griezmann se llenaron de fotografías de los aros olímpicos en referencia al gol marcado por Antoine desde la esquina. Un gol que abriría el camino de la victoria rojiblanca en Sevilla. Victoria que el propio Antoine se encargaría de cerrar anotando también el segundo gol atlético tras una extraordinaria jugada.

Para redondear la tarde del francés, el Atlético anunciaba lo que ya todos sabían. Griezmann, con 147 goles, adelantaba a Campos en el ranking de goleadores históricos del Atlético de Madrid y se colocaba tercero, a tan solo 22 goles de Escudero y a 25 del máximo goleador rojiblanco, Don Luis Aragonés.

Ay, Grizzi… Si hubieras hecho caso a Erika y no te hubieras marchado dos años cedido al FC Barcelona seguramente estarías ya en el puesto más alto de esa clasificación. Como Koke en la de partidos jugados como rojiblanco.

Pero como “errar es de humanos, perdonar es divino y rectificar es de sabios”, que no lo decimos nosotros, que lo dijo Alexander Pope, la afición colchonera ha perdonado a un Griezmann que primero erró y después rectificó y que ahora, de nuevo, se ha convertido en el jugador franquicia del equipo, que dirían en la NBA.

Griezmann sube al pódium del gol rojiblanco es un estado de forma superlativo. El francés hace que el partido se juegue al ritmo que él quiere, se divierte cuando pisa el verde, marca, asiste y empieza a ser, como dijo el Cholo en rueda de prensa, el Griezmann de seis meses antes de marcharse a la ciudad condal.

El talento del futbolista galo es incuestionable y el trabajo, innegociable. Con Simeone ha pasado de extremo a delantero, de delantero a mediapunta y de mediapunta a todocampista. Leíamos el otro día que un superclase demostraba serlo cuando era el mejor siempre, independientemente de la posición en la que jugase. Y Antoine vuelve a serlo. Griezmann y 10 más. Que esto no pare.