Eric García fue el protagonista de la previa de una nueva jornada de Champions. Quizá la definitiva para el Barça, si el Inter consigue ganar. O un chute de esperanza y motivación si el Viktoria Plzen logra rascar, al menos, un empate. Y una vez más, el central de Martorell no dudó mostrar su lado más sensible, llamando a la compasión, y haciendo un buen acto de autocrítica.

"Estoy trabajando en mejorar. Yo sé cuando fallo, tengo un entorno que me ayuda en esto. Me dicen las cosas claras. Pueden decir lo que quieran que no me afecta".

Tendemos a pensar que el camino del éxito es una carretera lineal, en la que vamos avanzando paso a paso hasta alcanzar el objetivo. Quién piense eso, seguramente, tuvo demasiada suerte para llegar a la meta, o directamente ni se acercó. El camino del éxito es una trayectoria tan irregular como impredecible. Un recorrido donde tienes que enfrentarte a ti mismo, y al contexto que te rodea. Una ruta donde (casi) cualquier error está permitido, menos la rendición. Y Eric, por muchos palos que le den, y muchas adversidades a las que tenga que hacer frente, no se va a rendir.

A menudo, tratamos de tachar de éxito o fracaso a jugadores que siguen encontrándose en la que llamamos 'edad de formación'. Aunque otros muchos se empecinen en demostrarnos que esa formación jamás finaliza. A sus 21 años, parece que Eric García ya lo ha dicho todo. Que ya no hay vida más allá de los errores que haya tenido hasta el momento. "No vale para ser central". "Eric no es jugador para la élite del fútbol". Un trato desmedido a un talento que recién llega al fútbol de élite. O mejor dicho, un talento tan aventajado a los de su edad, que provoca que le traten como a un jugador más experimentado de lo que realmente es.

"Cuando cometo un error, se ceban. No lo puedo controlar".

Si algo caracteriza a Eric, además de recibir la confianza absoluta de todos los entrenadores que ha tenido, es la capacidad de levantarse de cada golpe que le da el fútbol. Es ese boxeador capaz de agachar la cabeza, reducir al máximo su cuello, arrinconarse en posición de defensa, y recibir todos los palos que quieran darle. Ahí estará él, esperando su momento. Porque ya ha demostrado, por activa y por pasiva, que no se va a rendir hasta cumplir su sueño.

Foto: FC Barcelona
Foto: FC Barcelona

No es habitual que un niño de 19 años decida contratar a un grupo de profesionales, desde un entrenador personal y nutricionista, hasta un psicólogo, para trabajar de forma externa al club, y mejorar a nivel individual. Esa madurez y profesionalidad es impropia de un muchacho de 21 años. Quizá, esto es uno de los motivos por los que, desde que empezó en el fútbol base, y quitando al Manchester City de Guardiola, ha sido el capitán de todos los equipos por los que ha pasado. Incluido el filial 'citizen', dos meses después de su llegada a Inglaterra. Ya lo dijo Xavi: "Eric nos da muchísimas cosas. Para mí es una garantía. Es un ejemplo dentro del vestuario. Es muy profesional y entrena muy bien".

Su crecimiento en lo que llevamos de temporada ha sido abrumador, manchado por los dos únicos partidos en los que no ha estado al nivel. Ha mejorado su tono físico para poder imponerse con más facilidad a sus rivales, ha conseguido ser más agresivo en las marcas, y con balón, aunque ya parecía difícil de mejorar, se ha postulado como uno de los mejores del mundo. A nivel posicional, siempre fue un prodigio. Lee el partido a la perfección, y tiene la facilidad de entender qué debe hacer en cada jugada. Con muchas facetas por mejorar, lo lógico en un jugador que tiene más cercana la adolescencia, que la edad adulta.

El fútbol es caprichoso, y siempre te sorprende. El éxito no está reservado tan sólo a los mejores, sino a los que más luchan por conseguirlo, y a los que la suerte no les deja de lado en mitad del camino. Por eso es difícil descrifrar qué será de Eric dentro de 10 años, pero todavía lo es más definir el techo que tiene este talento generacional. Cada error le ha ayudado a seguir creciendo. Y no hay error del que no esté a tiempo de solucionar para tener una carrera digna de un central de época, lo que está llamado a ser. Como dijo Winston Churchill: "El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar". Y pocos jugadores tienen más valor para continuar que Eric García.