El Real Madrid - FC Barcelona es el encuentro más esperado de nuestra competición y, por mucho que digan, nunca es fácil de arbitrar. Un clásico es un partido de máxima presión para los colegiados, antes, durante y después. 

Antes tienes que conseguir desconectar para poder concentrarte en la preparación del encuentro. Durante, no hay un solo segundo para el despiste, tienes que estar concentrado desde el minuto uno al noventa, la intensidad, presión y velocidad que ponen los jugadores es máxima. Un árbitro tiene que tener el mismo nivel de motivación que los jugadores. Después, el debate posterior de estos partidos es espectacular: hay cámaras en todas las zonas del campo, se analiza primero el partido en la parte deportiva y después se analizan todas las cosas extradeportivas que pueda servir de carnaza para un determinado grupo de consumidores, que nos harán alargar la programación unos días más de lo normal, destinado a los clientes de morbo futbolístico.

Hoy con permiso de los lectores de VAVEL, no voy a entrar a analizar las jugadas polémicas, porque creo que de este tema se ha hablado suficiente en todos los medios de comunicación: que si hubo penalti, que si fue agarrón, que las tarjetas fueron muy rápidas...

Para empezar, la designación de Jesús Gil Manzano para el clásico fue un acierto en todos los sentidos. Nadie dudaba de sus condiciones para sacar el partido adelante, porque así lo ha demostrado con el paso de los años. Y como no había un antes, se consiguió tener una semana tranquila con el tema arbitral. Creo que eso es bueno.

Gil Manzano junto a sus asistentes, Nevado Rodríguez y Martínez Munuera, realizaron un buen trabajo en el Santiago Bernabéu. Desde mi punto de vista, la clave del arbitraje estuvo en la intensidad y pausa que puso el colegiado. Intensidad, porque se adaptó perfectamente a las exigencias físicas y técnicas del partido, transmitiendo, con buena técnica corporal y energía, sus indicaciones a los jugadores. Y la pausa, cuando el juego se enredaba y aumentaba la intensidad de los jugadores, había discusiones, protestas y algún roce entre ellos. El partido requería de la presencia de un especialista en reglas de juego para poner orden y tranquilidad, dando la cara y no escondiéndose, consiguiendo evitar las posibles tanganas o malos modos, detenía el juego unos segundos, dialogaba con los jugadores para que recondujesen su actitud. Consiguió llevar el control del partido.

La clave estuvo en el apartado disciplinario

El FC Barcelona se adelantó en el marcador y desde ese momento se dedicó a anular el juego del Real Madrid a base de faltas. Desde mi punto de vista y mi forma de entender el arbitraje, la táctica de Gil Manzano fue la acertada para controlar el partido. La clave estuvo en el apartado disciplinario. El Madrid tenía el balón y el Barcelona quería impedir que llegasen a su puerta a base de argucias. El partido requería de un árbitro para impedir las faltas continuas que estaban realizando los jugadores culés. Las amonestaciones de Messi, en el minuto ocho, e Inista, en el trece, fueron claves para reconducir la actitud de los jugadores y evitar que el partido se alejase de su control.

Humildad y trabajo fueron las claves para sacar con buena nota un encuentro difícil de dirigir con muchas acciones complicadas para los colegiados. ¡Felicidades!