Basta ya. Ya está bien de que el deporte (fútbol) base, modesto, aficionado, amateur, pongan el adjetivo que quieran, solo sea noticia por peleas, trifulcas o agresiones. Siempre son los mismos los que manchan el deporte. Para eliminar los ultras pegándose con la excusa del fútbol no se pueden permitir actitudes realmente vergonzosas como las que se pueden ver cada fin de semana en los campos de cualquier parte del mundo. Mallorca, Andorra, Argentina… Parece que solo llama la atención si está grabado, si ha sido cerca. La muerte de un entrenador en Argentina a manos de un familiar de uno de los jugadores ha sido la gota que colma el vaso, que en estos momentos tiene el tamaño de un océano.

La culpa es de todos. Periodistas, jugadores profesionales, aficionados, padres, árbitros, entrenadores. Es cosa de todos. Cada uno está fallando en su labor, en la parte de la cadena que le corresponde. El deporte es un reflejo de la sociedad, y desgraciadamente, hoy en día no se pueden tratar estos acontecimientos como “casos aislados”. No. Si se sigue haciendo así, si se sigue negando rotundamente que hay un problema muy evidente, la bola de nieve seguirá creciendo y creciendo. El primer gran perjudicado será el fútbol, y con él, los pequeños y futuros futbolistas, pero hay más. ¿Qué pasa con la educación? ¿Y con la sociedad? ¿Qué se le dice a un hijo cuando salen casos de agresiones graves como estos, pero al mismo tiempo se sigue viendo como algo normal los insultos a los árbitros en todos los campos de Primera División? Hay que ampliar las miras, ponerse objetivos como sociedad, trabajar conjuntamente y, sobre todo, ser conscientes de la gravedad de la situación. ¿Cómo mejorar?

Los padres, ¿ejemplo a seguir para bien o para mal?

La educación empieza en casa. Es cierto que para muchos jóvenes deportistas el aprendizaje, tanto para bien como para mal, les marca más si proviene de un ámbito que les motiva, como suele ser en este caso el sector del deporte. Ahora bien, la labor educativa de los padres en el ámbito deportivo debe centrarse en educar a través del modelo. Si un hijo ve a su padre insultar a un árbitro por la televisión, el chico tenderá a protestar cuando esté jugando un partido. Si el niño ve cómo el padre cuestiona todo lo que dice el entrenador, ya sea en casa, en cualquier conversación “off the record” o en pleno partido, el propio chaval será el primero que no respetará la autoridad de su entrenador. Evidentemente, no es generalizar por generalizar, y existen muchas situaciones en las que no sucede absolutamente nada negativo.

La figura del “papá entrenador” es una de las que más daño ha hecho en los últimos tiempos en nuestro país. Clubes, escuelas y equipos llevan años preguntándose cómo acabar con esta lacra. Algunos de ellos fueron entrenadores tiempo atrás, lo cual en su mente les hace creerse superiores al entrenador que está dirigiendo a sus hijos. Y si su hijo es bueno ya no hay nada que hacer. Se pasa del “papá entrenador” al “papá representante” y empieza a moldear una “futura estrella” a la que en muchos casos solo la convierte en un niño lleno de estrés y ambición, olvidándose de disfrutar y de respetar los valores del deporte. El tópico de “la grada está llena de padres cuya trayectoria como futbolistas se ha frustrado y ahora buscan en sus hijos lo que ellos no pudieron lograr”, desgraciadamente, sigue muy vigente a día de hoy.

Para la realización de este artículo se ha pedido opinión a varias personas con diferentes responsabilidades y visiones. Pero todos confluyen en lo mismo. Los padres deben dejar en paz a sus hijos cuando estos hacen deporte. Por su bien y por el de todos. Evidentemente, como se está reclamando a lo largo de este artículo, la culpa tiene más vertientes, y aquí se tratarán de exponer con el mayor rigor posible. Pero los padres y familiares deben hacérselo mirar.

Nos acercamos hasta una persona que lo vive en primera persona

VAVEL ha charlado con Juanga Valero, psicólogo deportivo y entrenador de fútbol base. Él remonta el problema a una de las necesidades más importantes que necesitan los seres humanos: la de sentirnos protegidos. “A lo largo del tiempo la sociedad, la educación, incluso la manera de vivir cambia. Es verdad que los tiempos van avanzando y la sociedad se desarrolla, pero, ¿verdaderamente estamos consiguiendo que mediante el deporte cumplamos con las necesidades de nuestros hijos? ¿Estamos ejerciendo un apoyo adecuado a su formación integral?”.

Como persona metida de lleno en el mundo de fútbol base, relata de primera mano situaciones como esta que son realmente tristes. “Recuerdo un partido que presencié hace dos semanas en la que me atreví a acercarme a un padre ante las continuas instrucciones y control que realizaba sobre los compañeros de su hijo. Padres, madres, parad un momento y pensad: ¿vale más la pena la expectativa de que vuestro niño pueda llegar a vivir del fútbol o que su autoestima y autoconcepto se incremente gracias al deporte y la propia expectativa que se forme él? ¿Creeréis que esa expectativa se convertirá en una motivación para el niño o será más una presión?”.

También reconoce que no cree que la solución sea impedir el acceso a partidos o entrenamientos por parte de los clubes, puesto que los padres “son la figura esencial para el desarrollo deportivo e integral del futbolista, y logrando un trabajo en equipo de madres, padres y entrenadores se incrementará la probabilidad que se persigue en el deporte base. Es decir, que el niño se mantenga en el deporte el mayor tiempo posible y que forme parte de su vida cotidiana, para que mediante él vea un camino de cumplimiento de expectativas personales y su motivación sea alcanzarlas de manera autónoma y responsable”. Alejandro, directivo de un club madrileño, afirma que están “tomando medidas para educar a los padres en ese aspecto. Es una cosa que debemos trabajar todos, por supuesto los entrenadores también”, indica.

Víctor Sánchez, compañero y periodista en VAVEL.com, también expone su opinión acerca de lo sucedido. “Básicamente hay demasiada presión sobre chavales de esas edades. Algunos padres quieren hacer a sus hijos futbolistas de élite y convertirse en multimillonarios. Pelearse por un lance de juego es ridículo y denota bastante la sociedad en la que vivimos. Se supone que lo que debe ser un rato para pasarlo bien y hacer deporte se convierte en una competición a veces hasta violenta. Creo que esos padres deberían preocuparse más de que sus hijos tengan un futuro académico y "pelear" por ayudarles en eso, más que comportarse como vulgares hooligans”, reconoce.

Los entrenadores de la base, ¿demasiado competitivos?

Se rumorea que, para evitar casos de este tipo, hay una propuesta que consiste en jugar sin marcador hasta ciertas edades. No parece que sea la solución más adecuada. El deporte, como reflejo de la vida, puede y debe enseñar a ganar y a perder, a mejorar, a escalar posiciones, a revertir tendencias. Ahora bien, no se puede poner el resultado por encima de todo. El objetivo del deporte formativo es formar, divertir, instruir, educar, enseñar, divertir. No ganar o perder. De verdad que hay que revisar lo que se está haciendo en la base. Una vez más, el trabajo de muchos clubes, escuelas o entrenadores es digno de admirar, pero es fácil tener en mente a más de uno y más de dos entrenadores de niños que por ganar hacen cualquier cosa. En ese amplio espectro van desde gritos a chavales, hasta otros que se quedan sin jugar, sin ir convocados, etc.

El triunfo de los entrenadores sobre los jugadores en el fútbol de hoy está haciendo mucho daño. Se ha endiosado a los Guardiola, Mourinho, Klopp, Simeone, Ancelotti, Luis Enrique o Zidane porque han ganado títulos o porque tienen un estilo propio. Los entrenadores de la base, cada vez más formados, tienden a imitar a los grandes gestores de equipos. Evidentemente, no solo se capta lo malo, ya que se están implantando metodologías profesionales en la base con muy buenos resultados. Pero puede caer en el olvido que esto es deporte base. No puede haber niños, como ha ocurrido recientemente, que no quieren ir a entrenar o jugar en su equipo de siempre solo porque este año “toca ganar”, y por lo tanto se deja a un lado la diversión y el disfrute y se vive solo de los resultados. Sí, eso está pasando a día de hoy.

Los periodistas, ¿morbo por encima de todo?

Por supuesto, el periodismo también debe analizar la parte de culpa que corresponde. Más de la que parece, puesto que siempre que sucede algo de este tipo, enseguida se criminaliza a los agresores, se cuestiona por qué sucede, o qué medidas se deben tomar. Pero sinceramente, como gremio, y vista la repercusión mediática lograda a día de hoy con ciertas noticias, se debería usar ese poder para hacer el bien.

La prensa genera un caldo de cultivo en torno al fútbol que, inevitablemente, se traslada a los campos de niños. Árbitros que cometen errores, gestos antideportivos que copan portadas, situaciones extra deportivas, comentarios, críticas, declaraciones… al final todo desemboca en hacer del fútbol un deporte convulso. Además, parece que cuando se habla de fútbol base en los medios se hace únicamente por dos motivos: o para destacar algo negativo, lo cual atrae todas las miradas, destapa los tintes sensacionalistas y parece que solo reclama el morbo. Por el contrario, solo se destaca aquellos actos demasiado deportivos, casi forzados, que dan la vuelta al mundo y generan muchas visitas, clicks o audiencia. Se debe normalizar todo esto, o si no las buenas acciones seguirán siendo vistas como excepciones, lo cual no ayudará a arreglar el problema.

Los árbitros, ¿desprotegidos o demasiado protagonistas?

Es evidente que también hay proteger a los árbitros. Jóvenes chavales que reciben una mísera retribución por pitar un par de partidos un fin de semana, que en muchas ocasiones tienen que hacer frente a situaciones verdaderamente lamentables. Insultos, vejaciones, humillaciones, protestas, violencia, acoso… por parte de la grada, los padres, los entrenadores y los propios jugadores. No es nada nuevo, pero duele mucho cada vez que ocurre. Es muy triste y muy lamentable que no se pueda disfrutar de un partido por culpa de unos pocos. Porque sí, los árbitros también son deportistas y también disfrutan pitando partidos. Se equivocan, como se equivoca un entrenador al hacer los cambios o un padre al llevar tarde a su hijo al partido.

Ahora bien, la televisión también hace mucho daño. Como sucede con los entrenadores, ocurre también con los árbitros, si bien es cierto que en menor medida. Pero sucede. Sucede que en muchos partidos de fútbol base el árbitro también se olvida de que el partido que está pitando es de niños, y se siente superior a todos los allí presentes. Por eso es más destacable la labor de esos árbitros que atan cordones a los niños, dialogan, son transigentes y educan con la transmisión de las normas y desde la normalidad en su comportamiento. Por todos ellos hay que acabar con la violencia en los campos de fútbol.

VAVEL ha recopilado testimonios de árbitros que nos cuentan lo sucedido de primera mano

Dos árbitros ya retirados atienden a VAVEL desde el otro lado del continente. El primero de ellos es Horacio Herrero, árbitro de la AFA durante 23 años, doce de ellos asistente en Primera División y en competiciones internacionales. Como todos los árbitros, Horacio empezó dirigiendo partidos de divisiones menores. “Solamente una vez tuve un episodio de violencia, tuve que echar a varios jugadores de un equipo. Los padres me esperaban junto al alambrado para insultarme y arrojarse cosas, y a la salida se complicó porque solo había dos policías para aquel partido”, relata. El problema es que estos hechos, aunque reconoce que para él fueron algo aislado, se repitieron ya en su periplo en el fútbol profesional. “Viví un hecho de violencia en un partido de Primera división en al año 2006. Un espectador me arrojó un proyectil que impactó en mi rostro. El partido haberse suspendido y jugarse otro día. Pero no hubo mayores sanciones para el club. Años más tarde quedó limitada la entrada de visitantes en los partidos de Argentina”. Como se puede ver, un caso aislado, pero grave, puede derivar en grandes consecuencias para todos los aficionados al fútbol.

Joshua Culcay, ex árbitro ecuatoriano y actualmente asesor de árbitros acreditado por la Federación Ecuatoriana de Fútbol ha dado un paso más. Entiende que los árbitros necesitan alguien que les apoye sin miramientos, por encima del propio fútbol. A eso se dedica actualmente. “Hubo un cambio en el reglamento, existieron muchas malas interpretaciones por parte de la prensa, y los árbitros estaban siendo muy atacados. No existía un medio informativo especializado en arbitraje para crear una cultura de arbitraje”. Así, fundó el proyecto “Crack de Árbitro”, para, según sus palabras, “educar al periodista, al dirigente, al hincha y al jugador de cuáles son los parámetros legales del reglamento. Es fácil atacar a un árbitro, insultarlo, agredirlo, pero hay que estar en sus zapatos. Está bien que la gente disfrute el fútbol, pero para opinar sobre el arbitraje debes estar preparado”, afirma.

Los jugadores de fútbol y el ejemplo que dan

Y qué decir de los jugadores profesionales. Ejemplo para miles de niños, quizá no sean los primeros que debieran luchar por la no violencia en los campos de fútbol, porque parece que no les corresponde. Ahora bien, dado el poder y la influencia que tienen en los niños de toda España, ídolos como Cristiano, Messi, Griezmann o cualquiera que quieran poner, deberían comprometerse en la educación de los jóvenes deportistas, como una parte más del engranaje junto a entrenadores, periodistas, padres y árbitros.

Decía Iñako Díaz-Guerra en PAPEL, suplemento de El Mundo, hace algo más de un año, textualmente, que “Cristiano no ha venido a educar a tus hijos”. Y es cierto, no está dentro de sus obligaciones como futbolista ni se le puede criminalizar porque una conducta concreta la repitan los niños sin procesar en todos los patios de los colegios de España. Pero sí es cierto que para acabar con esta lacra, contar con estos cracks para ayudar en la difícil y laboriosa tarea de llevar la paz a todos los campos de España sería algo de un valor incalculable.