Un severo correctivo (3-0), tal vez abultado por los caprichos de la diosa Fortuna, fue lo que se llevó el Atlético de Madrid en el partido de ida de las semifinales de la Copa del Rey. Una derrota dolorosa que le aleja de la final de su competición fetiche y que, sumada al tropiezo en Almería (2-0) con sus correspondientes daños colaterales dibujan un panorama gris en un equipo acostumbrado a ganar.

Sin embargo, los 57 puntos que le mantienen en lo alto de la Liga y el sueño europeo en el horizonte arrojan un rayo de optimismo. "Al loro, que no estamos tan mal", como diría Laporta. Un rayo de luz que cobra fuerza en el aficionado atlético cuando rememora una de los episodios mágicos acontecidos en la historia más reciente del Calderón. Y es que, tan real como la derrota de la ida es el hecho de que la última ocasión en la que el Atlético comenzó una eliminatoria con un 3-0 fuera de casa finalizó con una remontada. Recordar aquella visita del Recreativo es suficiente como para alimentar la ilusión en el seno de un club que de eso sabe bastante.

Una noche mágica

Fue en una fría noche de enero. El partido de ida resultó tan esperpéntico que había puesto en tela de juicio la mejora experimentada por el equipo tras la llegada de Quique Sánchez Flores. Precisamente el comedido entrenador madrileño rajó de lo lindo de su equipo en la rueda de prensa posterior. Sin embargo, supo convertir toda esa energía frustrante en motivación para dar la vuelta a la eliminatoria.

En el ambiente se respiraba una atmósfera paradójicamente optimista apoyada en el 0-4 endosado al Valladolid unos días antes. Miles de valientes se aventuraron a comprar su particular boleto de Lotería, sabedores de que aquel equipo, capaz de lo mejor y de lo peor, podía amortizar la inversión con una paliza épica ante un rival muy inferior.

Y no se equivocaron. El primer gol se hizo de rogar más de lo marcado en el guion del esperanzado e impaciente público. Sin embargo, Simao abrió el camino a los 20 minutos y, en poco más de un cuarto de hora, la remontada estaba consumada. Agüero y Ujfalusi de cabeza hicieron los deberes antes del descanso y nuevamente el crack argentino, tras la reanudación, estableció el 4-0 que permitía a los delirantes asistentes tocar el mismísimo cielo, aunque solo fuera un partido de octavos ante un rival de segunda.

Simao desata el delirio

Sin embargo, cuando podía intuirse un paseo militar de los colchoneros, Carmona se encargó de añadir mordiente al partido con un gol que contó con la inestimable colaboración de Assunçao, que regaló el balón al jugador onubense con una maniobra temeraria en el área y sería expulsado minutos después.

Del cielo al infierno en un periquete. Muy del Atlético. Muy del Pupas. Pensaban los feligreses congregados a orillas del Manzanares. Sin embargo, aquel día tocaba éxtasis. Simao reclamó una falta a pocos minutos para el final y, tras una ejecución sobresaliente, desató una tormenta de sentimientos difíciles de calibrar. Aficionados desconocidos terminaban abrazados y los gritos se hicieron los dueños del momento entre la histeria colectiva. El Atlético estaba en cuartos de final. Había obrado el milagro.

Bien es cierto que el Recreativo poco tiene que ver con el Real Madrid. 15 años son los que acumula el equipo colchonero sin vencer a su eterno rival en su estadio y la situación con la que recibirá a sus vecinos es la peor de la presente temporada. Pero no es menos cierto que este Atlético, al contrario que el de 2010, no se despega de los dos colosos en la clasificación y tiene sus ilusiones depositadas en la Liga de Campeones. Y en el desenlace de una eliminatoria que podría deparar una de esos capítulos dorados en los libros de historia.

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