Muchos son los sueños de los aficionados del Atlético de Madrid que se han roto. Gran parte de ellos tenían nombres y apellidos y se marcharon rumbo a otros clubes con mayores aspiraciones, mejor futuro o más capacidad económica. Hablamos de los Radamel Falcao, Diego Forlán, Sergio Agüero, Diego Costa, Hasselbaink o Fernando Torres. Casi todos ellos eran parte del corazón de cada rojiblanco y se fueron en momentos cruciales. Ninguno regresó, a excepción de uno, que nunca se fue del todo.

Porque al Kun, pese a reconocer su enorme talento, muchos le consideran un mercenario. El Tigre, al que se tenía en enorme estima, se convirtió en uno más que pasó por la ribera del Manzanares. Y Costa, uno de los últimos en abrir la puerta con el mismo destino que Courtois y Filipe Luis, será recordado pero sin ansias de que regrese tras su traición. Sólo hubo uno que se vio obligado a vender su carrera, pero no sus sentimientos.

Fernando Torres nunca vendió sus sentimientos

Es el Niño ese jugador que un día tuvo que marcharse para dolor de todos, también de él mismo, y que siempre dejó un trocito de sí en el Vicente Calderón y se llevó un pedazo del estadio. Fernando José Torres Sanz ha representado al Atlético de Madrid allí donde ha ido y el Atlético de Madrid ha recordado a Fernando Torres en cada celebración. Porque él puso una piedra importantísima en la historia del club sacándolo de Segunda División y eso siempre ha permanecido en el recuerdo.

Fue un sueño que se rompió en su día y que verano tras verano ha seguido retumbando en la cabeza de todos. El campeón de Europa, del mundo, de la Champions League y de la Europa League nunca se olvidó de sus colores y en cada triunfo mostraba lo que era una victoria de la cantera colchonera. Nunca quiso irse, pero lo cierto es que siempre quiso volver. Porque en el Vicente Calderón nadie le guardó rencor; siempre se entendió que era lo mejor para ambas partes y que el reencuentro estaba firmado.

Un perdón innecesario

Torres incluso tuvo que pedir perdón. Su gol con el Chelsea al Atlético de Madrid en las semifinales de la última edición de la máxima competición continental supuso sufrimiento para ambas partes y satisfacción. Porque tanto la afición como el futbolista se dieron cuenta de que nada había cambiado; que él seguía siendo el Niño de sus ojos y él notó el cariño de una hinchada que pese a todo le apoyó y le reconoció como uno de sus grandes.

Desde la llegada de Diego Pablo Simeone, los indios se han aprendido la lección: mientras otros duermen, nosotros soñamos. Y ahora más que nunca. Porque el Atlético de Madrid recupera su gran sueño, su ídolo. El sueño que un día se rompió, hoy se ha rehecho y sigue teniendo la misma fuerza que aquel día; continúa la ilusión, la pasión y el amor incondicional, más férreo si cabe tras los éxitos y traspiés sufridos en estos siete años.

Tras una época perdiendo figuras, estrellas y jugadores queridos, reemplazados siempre por otros de nivel similar que se ganaron nuevamente al estadio para finalmente irse, el Vicente Calderón recupera el sueño, al único jugador que siempre tuvo presente volver. Todos sabían que era un hasta luego. Ya es una realidad. Fernando Torres está de nuevo en casa. Ahora podrá lucir en sus celebraciones en Madrid la bandera y la bufanda que mostró cuando llegó a lo más alto con la selección española. El sueño continúa…