El padre al banquillo. Así comenzó el partido entre Atlético de Madrid y Barcelona, con un Vicente Calderón a reventar como testigo de excepción. Leo Messi no formaba parte del once inicial blaugrana tras no haber entrenado durante toda la semana, debido a su ausencia por paternidad. Sí repetía titularidad Torres, que volvía a dejar en el banco a Jackson Martinez. Septiembre acogía su primer partido a orillas del Manzanares y el ambiente era de Clásico, del otro Clásico del fútbol español

Así se presentaban Simeone y los suyos a su particular examen de septiembre. Porque el Atlético tenía en el mes de exámenes su asignatura pendiente. No pudo ganar ninguno de los cuatro encuentros durante el curso pasado contra los de Luis Enrique y ahora tocaba la recuperación. Se asemeja a esa situación escolar, la de haberse matriculado en una de esas asignaturas que se atraviesan curso sí y curso también, y no importa cambiar de profesor, de temario, de compañeros o de colegio. Porque lo de no ganar al Barca en Liga es un examen que aún no ha superado el Cholo desde que se convirtió en el dueño del banquillo rojiblanco.

El temario estaba aprendido. El Cholo lo relató en la rueda de prensa previa: esperar y salir a la contra. Así que, a pesar de un primer empuje de presión alta, la contra se convirtió en la chuleta de los rojiblancos durante los primeros compases del encuentro. El más veterano de la clase tenía la lección bien aprendida y lo iba a demostrar, aunque le costase. Es Fernando Torres y sus galopadas. Iniciaba la jugada y él mismo se encargaba de finalizarla, aunque sin suerte en forma de gol. Los contragolpes del Atlético hacían ver a Torres y su velocidad, asociándose con Griezmann y plantándose enfrente de Ter Stegen con el balón en sus pies. Iba a tardar, pero el látigo del Barca iba a aparecer.

Fernando Torres, el más listo de la clase, volvió a ser el látigo del Barcelona para abrir el marcador

Mientras Torres tanteaba el terreno, los blaugranas, por su parte, asediaban el balón. Lo tocaban una y otra vez, repitiendo su particular temario que nunca sale de su memoria. Por ello tienen esta asignatura -la de ganar al Atlético en Liga- aprobada con matrícula de honor. La posesión solo tenía un color y era azulgrana. Pero tampoco les servía para desequilibrar. Probaban centros desde las bandas, pero el balón como un obús no encontraba receptor. Iniesta volvía a vestirse de mago para iniciar una gran jugada desde el cenro del campo. Se inventó recortes con el balón pegadito a sus pies y asistió a Rakitic. Oblak, que también sabe a qué juega y también sabe vivir de sus estudios, volvió a hacerse grande bajo los palos para despejar el tiro del croata a córner. 

Enemigos públicos

Neymar, enemigo número uno en casa de los rojiblancos, vivía su particular sinfonía de pitos con la grada del Manzanares.Y es que el Calderón, como su césped, lucía bonito. Animaba a los suyos, pitaba al 11 azulgrana y se quejaba de Mateu y sus decisiones. Al brasileño no le importaba, jugaba en su salsa, en su samba. Solo tenía que llegar su oportunidad. Dejó primero que golpease el Atlético y luego bailó él. Cuatro minutos despés de que los locales abriesen el marcador Neymar enrabietaba al Calderón en su particular guerra con el estadio. Se vistió de Messi, del perfecto lanzador de faltas y lo apuso ahí, arriba,  justo donde Oblak no hubiese llegado ni con la capa de Superman.

Neymar, enemigo público de la grada rojiblanca, enrabietaba al Calderón con un perfecto lanzamiento de falta que ponía el 1-1 en el marcador

Pero fue  el Atlético quien abrió la lata. Repasó sus apuntes Torres en el vestuario y lo plasmó en el examen. Tiago asistió con un balón en porfunidad para que la velocidad del Niño, esa que no envejece con el paso de los años, apareciese. Mano a mano con Ter Stegen eseta vez no falló. Y apareció el látigo, apareció Fernando, apareció el gol y estalló el Calderón.

Rompieron el partido los goles. Sacaron munición los técnicos con las botas de Jackson por un lado y Messi por otro. Desapareció el centro del campo y las idas y venidas se sucedían. Carrasco apuntaba por un lado y Suárez se las tenía tiesas con sus compatriotras por otro. Y en esas idas y venidas sucedió lo que sucede siempre. Que Messi volvió a ser padre de una criatura, una criatura futbolística, un nuevo gol contra el Atlético. El padre de Mateo le dedicó el tanto a su segundo hijo, el vigésimo que le hace a los colchoneros el argentino. El delantero uruguayo le regaló el gol al 10 y el 10 no desaprovechó su oportunidad. Los tre tenores volvían a hacer daño al Atlético.

Se acomodó el Barca con el segundo tanto y juagaba a su placer. Leo Messi aparecía desencadenado y el Atlético no sabía cómo pararle. Se acercaban los azulgranas a los dominios de Oblak y hacían lo mismo los rojiblancos con los de Ter Stegen. Tuvo la última precisamente Godín, que no llegó a un balón pasado con el que poder hacer el empate.

Ganó el Barcelona de Lucho, una vez más, con un Atlético que no consigue aprobar su asignatura pendiente. Neymar abrió y Messi cerró, pase mediante de Suárez. El tirdente funciona y el Calderón no pudo pararles.